jueves, julio 12, 2018

INTROSPECCIÓN / explicit groove /

Cotidianamente soy un banco de interrogantes y un banco de incertidumbre, de un nivel inesperado de voluntad, de un manejo extraño al tratar y todas las referencias mentalistas. En definitiva hay cuestiones exteriores que no se solucionan del todo, hay presiones dentro de mí como los métodos inducidos por inmunidad, las obsesiones narcisistas de juventud, el compromiso literario a pesar del mundo mercantil, el esfuerzo perpetuo en el deporte matinal por razones integrales que me mueven a diario y el encantamiento suspendido por hacer notar el aprecio a las alegorías femeninas en momentos de tensión visual cuando la energía sobrepasa cualquier destreza y no logro pensar, no obtengo esa urgencia de reflexión, de demostrar empatía por quienes lo necesitan. Todo lo que pesa dentro de mí, confina mis posibilidades a quehaceres básicos, como si me negara a salir y me entorpeciera en modificar el número de acciones a mi modo, como si volverse un poco más frívolo cada día quiera decir oponerse a condiciones naturales de eventos sucedáneos en una mirada, en la respiración intrínseca, en la compañía singular, en la sesión mortecina, en el movimiento popular cuando alguien conmociona, propone alter egos y motiva a volver, a negar, a subir un poco más y obstruir los sonidos viscerales de la ciudad, padeciendo por todos y cada uno, aislamiento superfluo en teorías míticas, encerradas en círculos góticos, bajo condena sin repercusiones, desentendidas de los recursos esenciales que niegan por contraste a realizar una ruta tradicional, a reafirmar los actos propios, presenciando mi descontrol en salidas espontáneas hasta un lugar que exhiba abstracción, donde deambulen absurdos y la música suene instrumental, sin coros melancólicos, sin rostros apáticos, sin drama, sin historia, solo un derrumbe sistemático hasta recaer inmutable después de una extenuante preparación, desde el recuerdo incoherente, por una holgada disciplina de entender y crear. 
Me aflige la dedicación vacía, el porvenir familiar se convierte en crónico y posesivo, siento decaimiento y no recurro a los absolutos que frustran más. Me hundo en las dudas cuando paso, cuando intento y pierdo las convicciones de alguien soñando grandeza. Reflexiono y estoy al borde, asiento atemperarme de caos en ficciones inútiles, todas cuando el sol se descompone, cuando los deberes concluyen y la ansiedad toca fondo. 
Hoy, como ayer, vuelvo a cambiar, pienso en eso de forma diestra pero sigue siendo ambiguo, es el lugar que se renueva, la gente sigue olvidando aunque no cesa en su camino. Distancia, pasos largos, el tiempo trasladándome y lo vuelve a ser, me hace presenciar, me devuelve una memoria selectiva quizá reducida a su mínima expresión, a espejismos tristes, a recuerdos más breves en caminos sin visibilidad, donde es muy posible perder perspectiva, ambición por las horas siguientes, sin el poder necesario para contener el peso obsoleto. 
Empujar hacia atrás algo que lleva celeridad; me doy cuenta que no puedo hacer mucho, salvo mantenerme siempre a un alto nivel de conciencia, sirviéndome de la luz natural, de la memoria entrecortada por motivos de suponer que soy efímero y deambulo en errores, angustiándome por todo en una sola forma de lucro 
en la entrecortada memoria, 
de la cabeza enterrada en el frió 
adormeciendo ideas 
métodos racionales 
en este encierro rotativo 
al cual no puedo mencionar que voy muy bien 
andando sin propósitos convencionales, 
en un camino sin dirección puntual, 
equivocándome de puerta como tantas veces, 
por el recuerdo de muros, 
pisos de asfalto, 
veredas sin arte, 
tiendas de remiendos, 
parques insulares…, 
buscando un centro donde padecer sin más aliento, 
huyendo para secarme el dolor en un escondite inmemorial 
del pasado 
o del futuro tal vez, 
o simplemente alivio, 
aliento tras incertidumbre 
válido por dos caras blandas reflexivas 
un día después y partiendo de la nada.

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