martes, octubre 01, 2013

EN LAS POSTRIMERÍAS DEL IDILIO ¿O DEL RIDÍCULO?


Gotas catastróficas
alientan la incertidumbre de seguir a Andrea
de encontrármela
a ella que no sabe nada
nada de mí, nada de todo esto,
si ni siquiera me ha visto como me sonrojo
como le coqueteo a una foto junto a todos los objetos decadentes
en que ella desaparece cuando se esclarece la madrugada
y yo despierto juntando las manos para rogarle
que siga pendiente, que se quede cruzando otra vez esos jardines de setiembre
que me espere
si yo ando en la holgura del desquicio
o pierdo los estribos por seguir a la manada obtusa.

Es imprescindible que a estas alturas le deba confesar
lo que parece absurdo, pero debería saberlo,
un pobre imbécil volteando la página por ella
sembrando por las tardes trincheras contra los augurios
que jamás estuvieron de mi parte;
sin ser mezquino
me defrauda esta sensación
no cuando la imagino con otro dibujándole en la cara
las mismas intenciones patéticas pero tiernas
que se dicen sin motivo, sólo por contemplación,

sino cuando albergo su tutela, mi cobijo, mi escondite
con su mirada frontal cuando me trata como un anónimo y yo le retrato
en un instante que deja sombra y traspasa la quimera
los escenarios cuadriculares que la tengo resuelta de extremo a extremo
en las visiones y sus pocas palabras que recuerdo de su boca colorida y simétrica
aniquilándome, ¡maldita sea!
Y es que una cosa es cierta
si no me corresponde hasta llegar al final del laberinto
le diré a todos, que esto ha sido más del mismo ridículo.

No hay comentarios.: