sábado, diciembre 29, 2007

DEBAJO DE LA LUZ / UNDER


Y qué si no levanto la vista y en cambio veo debajo de las direcciones en que van todas las miradas, soslayándose en un terreno virgen porque ya no se que mirar ni de que forma hacerlo, cuando cada cosa o situación tiene ya un observador. El alto trafico visual esta congestionado, nadie quiere ceder, todos quieren confrontar, prevalecer antes que el otro o dominar porque el dominio da superioridad e inspira respeto. Originariamente qué animales somos. 

Nadie quiere ser débil, nadie quiere perder, nadie quiere parecer disminuido en las escalas bajas de la otra mitad, sin embargo hay quienes miran hacia adentro y es una manera de desentenderse de esta competencia, también es una opción, pero es la salida más cobarde que deja rastro de nada.

Yo he optado por "perder”, en inclinar mi cabeza en un ángulo de cincuenta y cinco grados, buscar lo que no existe entre lo que no tiene argumentos con que intimidar. Hay mucho más que ver y mil direcciones para imaginar.

Estoy fatigado de pertenecer a un tiraje absurdo, de sacar la cabeza a la luz y moverme entre la estrecha convivencia de los que lo ocupan todo. No tiene sentido ganar cuando el premio es solo una motivación interior y un corte longitudinal del paisaje. Solo uno se antepone y eso significa todo. Realmente qué miserias nos divide.

Por lo tanto siempre estoy perdiendo, me fascina perder en esa idea, me encanta ceder en ese duelo para que les satisfaga creer que hay seres inferiores que han vencido, y que pueden vencer seguido, que pueden pisotear a su santa gana. Realmente qué villanos somos.

Hay quienes solo vencen aquí, y que mas da dejarlos ganar cuando se sabe que son unos pobres infelices que no tienen la actitud valiente para la vida, que mas da entregarles este espacio y toda esta amplitud de dominio saturada, para que salgan nuevamente a la cruda realidad con las agallas suficientes. Tengo consciencia de querer ser un objeto. 

Hay mucho mas que ver abajo que arriba, y uno se siente como invisible para los demás. El invisible lo ve todo, lo entiende todo y explora en lo inédito porque no hay limites que respetar, ni cálculos en que desperdiciarse, ni cuerpos antepuestos, ni miradas que me intenten desaparecer.

INVENTO DEL ORIGEN



No solo somos imperfectos también somos un perchero de una moda inadecuada hecha de cualquier materia,cubiertos de retazos puestos en nuestros cuerpos decadentes .
Somos imperfectos, un molde desgarbado,y el destino del ensayo mundano.
Nuestros cuerpos ya no son de carne y hueso , ni el final parece de barro. Estamos compuestos de un botadero mundial de procedencia extraña.
Las personas mientras siguen una a una ,mientras no se detienen colman la templanza y la tolerancia de los que no siguen .
Solo han evolucionado las hormonas.
Ahora somos seres vivientes inventos de alguna fórmula inversa.
¿Qué forma teníamos antes?
Caminando desnudos con los ojos sellados de nada ,
con la imaginación estéril mutilada de alzar el vuelo, 
los cuerpos friccionándose por intermedio de las distancias de oxigeno ,
movimientos artísticos desenvolviéndose entre la presión irreal,
el ideal vaivén de lo mas próximo a lo perfecto...

viernes, diciembre 28, 2007

UNA MÁSCARA I


Escoger entre la gran diversidad del arte popular, 
todas las expresiones son bellas 
bellas y misteriosas con los rostros ocultos de la tela abundante 
con los rostros encasillados de mascaras 
de mas expresiones 
de expresiones congeladas 
de temores al aire libre

Cada uno adopta su propia creación 
estoy perdido en la elección de quien pueden ser si lo desean 
y petrificarse 
convirtiéndose en uno solo 
en la expresión que les manifiesta su caja negra. 

Como escoger una expresión para mí que ensueño solo una 
para mostrarme de un solo golpe 
evitando las facetas, cambios instantáneos, metamorfosis violentas.

Ya no quiero este cuerpo
este rostro cambiante 
que me traiciona a cada momento
que es como un muro de agua moviendo en su transparencia 
desnudándome mas 
mostrándome por dentro.

viernes, diciembre 21, 2007

NERUDA 1971: UN MUNDO CONMOVIDO POR LA POESÍA

Hace 36 años la Academia Sueca otorgaba el Premio Nobel de Literatura al poeta chileno. García Marquez contó que Neruda empezó a escribir su discurso, usando su célebre tinta verde, a la vuelta de...
... una hoja del menú, durante un cena de amigos en París, apenas 48 horas antes de la ceremonia de Estocolmo.

Estocolmo - 1971
“Mi discurso será una larga travesía, un viaje mío por regiones, lejanas y antípodas, no por eso menos semejantes al paisaje y a las soledades del norte. Hablo del extremo sur de mi país. Tanto y tanto nos alejamos los chilenos hasta tocar con nuestros límites el Polo Sur, que nos parecemos a la geografía de Suecia, que roza con su cabeza el norte nevado del planeta.
Por allí, por aquellas extensiones de mi patria adonde me condujeron acontecimientos ya olvidados en sí mismos, hay que atravesar, tuve que atravesar los Andes buscando la frontera de mi país con Argentina.
Grandes bosques cubren como un túnel las regiones inaccesibles y como nuestro camino era oculto y vedado, aceptábamos tan sólo los signos más débiles de la orientación.
No había huellas, no existían senderos y con mis cuatro compañeros a caballo buscábamos en ondulante cabalgata -eliminando los obstáculos de poderosos árboles, imposibles ríos, roqueríos inmensos, desoladas nieves, adivinando más bien el derrotero de mi propia libertad.
Los que me acompañaban conocían la orientación, la posibilidad entre los grandes follajes, pero para saberse más seguros montados en sus caballos marcaban de un machetazo aquí y allá las cortezas de los grandes árboles dejando huellas que los guiarían en el regreso, cuando me dejaran solo con mi destino.
Cada uno avanzaba embargado en aquella soledad sin márgenes, en aquel silencio verde y blanco, los árboles, las grandes enredaderas, el humus depositado por centenares de años, los troncos semiderribados que de pronto eran una barrera más en nuestra marcha. Todo era a la vez una naturaleza deslumbradora y secreta y a la vez una creciente amenaza de frío, nieve, persecución.
Todo se mezclaba: la soledad, el peligro, el silencio y la urgencia de mi misión.
A veces seguíamos una huella delgadísima, dejada quizás por contrabandistas o delincuentes comunes fugitivos, e ignorábamos si muchos de ellos habían perecido, sorprendidos de repente por las glaciales manos del invierno, por las tormentas tremendas de nieve que, cuando en los Andes se descargan, envuelven al viajero, lo hunden bajo siete pisos de blancura.
A cada lado de la huella contemplé, en aquella salvaje desolación, algo como una construcción humana.
Eran trozos de ramas acumulados que habían soportado muchos inviernos, vegetal ofrenda de centenares de viajeros, altos cúmulos de madera para recordar a los caídos, para hacer pensar en los que no pudieron seguir y quedaron allí para siempre debajo de las nieves.
También mis compañeros cortaron con sus machetes las ramas que nos tocaban las cabezas y que descendían sobre nosotros desde la altura de las coníferas inmensas, desde los robles cuyo último follaje palpitaba antes de las tempestades del invierno.
Y también yo fui dejando en cada túmulo un recuerdo, una tarjeta de madera, una rama cortada del bosque para adornar las tumbas de uno y otro de los viajeros desconocidos.
Teníamos que cruzar un río. Esas pequeñas vertientes nacidas en las cumbres de los Andes se precipitan, descargan su fuerza vertiginosa y atropelladora, se tornan en cascadas, rompen tierras y rocas con la energía y la velocidad que trajeron de las alturas insignes: pero esa vez encontramos un remanso, un gran espejo de agua, un vado.
Los caballos entraron, perdieron pie y nadaron hacia la otra ribera. Pronto mi caballo fue sobrepasado casi totalmente por las aguas, yo comencé a mecerme sin sostén, mis pies se afanaban al garete mientras la bestia pugnaba por mantener la cabeza al aire libre.
Así cruzamos. Y apenas llegados a la otra orilla, los baqueanos, los campesinos que me acompañaban me preguntaron con cierta sonrisa:
-¿Tuvo mucho miedo?
-Mucho. Creí que había llegado mi última hora, dije.
-Íbamos detrás de usted con el lazo en la mano me respondieron. -Ahí mismo agregó uno de ellos cayó mi padre y lo arrastró la corriente. No iba a pasar lo mismo con usted.
“Seguimos hasta entrar en un túnel natural que tal vez abrió en las rocas imponentes un caudaloso río perdido, o un estremecimiento del planeta que dispuso en las alturas aquella obra, aquel canal rupestre de piedra socavada, de granito, en el cual penetramos.
A los pocos pasos las cabalgaduras resbalaban, trataban de afincarse en los desniveles de piedra, se doblegaban sus patas, estallaban chispas en las herraduras: más de una vez me vi arrojado del caballo y tendido sobre las rocas. La cabalgadura sangraba de narices y patas, pero proseguimos empecinados el vasto, el espléndido, el difícil camino.
Algo nos esperaba en medio de aquella selva salvaje. Súbitamente, como singular visión, llegamos a una pequeña y esmerada pradera acurrucada en el regazo de las montañas: agua clara, prado verde, flores silvestres, rumor de ríos y el cielo azul arriba, generosa luz ininterrumpida por ningún follaje.
Allí nos detuvimos como dentro de un círculo mágico, como huéspedes de un recinto sagrado: y mayor condición de sagrada tuvo aun la ceremonia en la que participé.
Los vaqueros bajaron de sus cabalgaduras. En el centro del recinto estaba colocada, como en un rito, una calavera de buey. Mis compañeros se acercaron silenciosamente, uno por uno, para dejar unas monedas y algunos alimentos en los agujeros del hueso.
Me uní a ellos en aquella ofrenda destinada a toscos Ulises extraviados, a fugitivos de todas las raleas que encontrarían pan y auxilio en las órbitas del toro muerto. Pero no se detuvo en este punto la inolvidable ceremonia.
Mis rústicos amigos se despojaron de sus sombreros e iniciaron una extraña danza, saltando sobre un solo pie alrededor de la calavera abandonada, repasando la huella circular dejada por tantos bailes de otros que por allí cruzaron antes.
Comprendí entonces de una manera imprecisa, al lado de mis impenetrables compañeros, que existía una comunicación de desconocido a desconocido, que había una solicitud, una petición y una respuesta aun en las más lejanas y apartadas soledades de este mundo.
Más lejos, ya a punto de cruzar las fronteras que me alejarían por muchos años de mi patria, llegamos de noche a las últimas gargantas de las montañas.
Vimos de pronto una luz encendida que era indicio cierto de habitación humana y, al acercarnos, hallamos unas desvencijadas construcciones, unos destartalados galpones al parecer vacíos.
Entramos a uno de ellos y vimos, al calor de la lumbre, grandes troncos encendidos en el centro de la habitación, cuerpos de árboles gigantes que allí ardían de día y de noche y que dejaban escapar por las hendiduras del techo el humo que vagaba en medio de las tinieblas como un profundo velo azul.
Vimos montones de quesos acumulados por quienes los cuajaron a aquellas alturas. Cerca del fuego, agrupados como sacos, yacían algunos hombres.
Distinguimos en el silencio las cuerdas de una guitarra y las palabras de una canción que, naciendo de las brasas y la oscuridad, nos traía la primera voz humana que habíamos topado en el camino.
Era una canción de amor y de distancia, un lamento de amor y de nostalgia dirigido hacia la primavera lejana, hacia las ciudades de donde veníamos, hacia la infinita extensión de la vida.
Ellos ignoraban quiénes éramos, ellos nada sabían del fugitivo, ellos no conocían mi poesía ni mi nombre. O lo conocían, nos conocían?
El hecho real fue que junto a aquel fuego cantamos y comimos, y luego caminamos dentro de la oscuridad hacia unos cuartos elementales. A través de ellos pasaba una corriente termal, agua volcánica donde nos sumergimos, calor que se desprendía de las cordilleras y nos acogió en su seno.
Chapoteamos gozosos, cavándonos, limpiándonos el peso de la inmensa cabalgata. Nos sentimos frescos, renacidos, bautizados, cuando al amanecer emprendimos los últimos kilómetros de jornadas que me separarían de aquel eclipse de mi patria. Nos alejamos cantando sobre nuestras cabalgaduras, plenos de un aire nuevo, de un aliento que nos empujaba al gran camino del mundo que me estaba esperando.
Cuando quisimos dar (lo recuerdo vivamente) a los montañeses algunas monedas de recompensa por las canciones, por los alimentos, por las aguas termales, por el techo y los lechos, vale decir, por el inesperado amparo que nos salió al encuentro, ellos rechazaron nuestro ofrecimiento sin un ademán. Nos habían servido y nada más. Y en ese "nada más" en ese silencioso nada más había muchas cosas subentendidas, tal vez el reconocimiento, tal vez los mismos sueños.
Señoras y Señores:
Yo no aprendí en los libros ninguna receta para la composición de un poema: y no dejaré impreso a mi vez ni siquiera un consejo, modo o estilo para que los nuevos poetas reciban de mí alguna gota de supuesta sabiduría. Si he narrado en este discurso ciertos sucesos del pasado, si he revivido un nunca olvidado relato en esta ocasión y en este sitio tan diferentes a lo acontecido, es porque en el curso de mi vida he encontrado siempre en alguna parte la aseveración necesaria, la fórmula que me aguardaba, no para endurecerse en mis palabras sino para explicarme a mí mismo.
En aquella larga jornada encontré las dosis necesarias a la formación del poema. Allí me fueron dadas las aportaciones de la tierra y del alma. Y pienso que la poesía es una acción pasajera o solemne en que entran por parejas medidas la soledad y la solidaridad, el sentimiento y la acción, la intimidad de uno mismo, la intimidad del hombre y la secreta revelación de la naturaleza.
Y pienso con no menor fe que todo está sostenido -el hombre y su sombra, el hombre y su actitud, el hombre y su poesía en una comunidad cada vez más extensa, en un ejercicio que integrará para siempre en nosotros la realidad y los sueños, porque de tal manera los une y los confunde.
Y digo de igual modo que no sé, después de tantos años, si aquellas lecciones que recibí al cruzar un vertiginoso río, al bailar alrededor del cráneo de una vaca, al bañar mi piel en el agua purificadora de las más altas regiones, digo que no sé si aquello salía de mí mismo para comunicarse después con muchos otros seres, o era el mensaje que los demás hombres me enviaban como exigencia o emplazamiento”.
“No sé si aquello lo viví o lo escribí, no sé si fueron verdad o poesía, transición o eternidad los versos que experimenté en aquel momento, las experiencias que canté más tarde.
De todo ello, amigos, surge una enseñanza que el poeta debe aprender de los demás hombres. No hay soledad inexpugnable. Todos los caminos llevan al mismo punto: a la comunicación de lo que somos. Y es preciso atravesar la soledad y la aspereza, la incomunicación y el silencio para llegar al recinto mágico en que podemos danzar torpemente o cantar con melancolía; mas en esa danza o en esa canción están consumados los más antiguos ritos de la conciencia: de la conciencia de ser hombres y de creer en un destino común.
En verdad, si bien alguna o mucha gente me consideró un sectario, sin posible participación en la mesa común de la amistad y de la responsabilidad, no quiero justificarme, no creo que las acusaciones ni las justificaciones tengan cabida entre los deberes del poeta. Después de todo, ningún poeta administró la poesía, y si alguno de ellos se detuvo a acusar a sus semejantes, o si otro pensó que podría gastarse la vida defendiéndose de recriminaciones razonables o absurdas, mi convicción es que sólo la vanidad es capaz de desviarnos hasta tales extremos.
Digo que los enemigos de la poesía no están entre quienes la profesan o resguardan, sino en la falta de concordancia del poeta. De ahí que ningún poeta tenga más enemigo esencial que su propia incapacidad para entenderse con los más ignorados y explotados de sus contemporáneos; y esto rige para todas las épocas y para todas las tierras.
El poeta no es un ‘pequeño dios’. No, no es un ‘pequeño dios’. No está signado por un destino cabalístico superior al de quienes ejercen otros menesteres y oficios.
A menudo expresé que el mejor poeta es el hombre que nos entrega el pan de cada día: el panadero más próximo, que no se cree dios. El cumple su majestuosa y humilde faena de amasar, meter al horno, dorar y entregar el pan de cada día, con una obligación comunitaria. Y si el poeta llega a alcanzar esa sencilla conciencia, podrá también la sencilla conciencia convertirse en parte de una colosal artesanía, de una construcción simple o complicada, que es la construcción de la sociedad, la transformación de las condiciones que rodean al hombre, la entrega de la mercadería: pan, verdad, vino, sueños.
Si el poeta se incorpora a esa nunca gastada lucha por consignar cada uno en manos de los otros su ración de compromiso, su dedicación y su ternura al trabajo común de cada día y de todos los hombres, el poeta tomará parte en el sudor, en el pan, en el vino, en el sueño de la humanidad entera.
Sólo por ese camino inalienable de ser hombres comunes llegaremos a restituirle a la poesía el anchuroso espacio que le van recortando en cada época, que le vamos recortando en cada época nosotros mismos.
Los errores que me llevaron a una relativa verdad, y las verdades que repetidas veces me condujeron al error, unos y otras no me permitieron -ni yo lo pretendí nunca- orientar, dirigir, enseñar lo que se llama el proceso creador, los vericuetos de la literatura.
Pero sí me di cuenta de una cosa: de que nosotros mismos vamos creando los fantasmas de nuestra propia mitificación.
De la argamasa de lo que hacemos, o queremos hacer, surgen más tarde los impedimentos de nuestro propio y futuro desarrollo. Nos vemos indefectiblemente conducidos a la realidad y al realismo, es decir, a tomar una conciencia directa de lo que nos rodea y de los caminos de la transformación, y luego comprendemos, cuando parece tarde, que hemos construido una limitación tan exagerada que matamos lo vivo en vez de conducir la vida a desenvolverse y florecer.
Nos imponemos un realismo que posteriormente nos resulta más pesado que el ladrillo de las construcciones, sin que por ello hayamos erigido el edificio que contemplábamos como parte integral de nuestro deber. Y en sentido contrario, si alcanzamos a crear el fetiche de lo incomprensible (o de lo comprensible para unos pocos), el fetiche de lo selecto y de lo secreto, si suprimimos la realidad y sus degeneraciones realistas, nos veremos de pronto rodeados de un terreno imposible, de un tembladeral de hojas, de barro, de libros, en que se hunden nuestros pies y nos ahoga una incomunicación opresiva.
En cuanto a nosotros en particular, escritores de la vasta extensión americana, escuchamos sin tregua el llamado para llenar ese espacio enorme con seres de carne y hueso.
Somos conscientes de nuestra obligación de pobladores y -al mismo tiempo que nos resulta esencial el deber de una comunicación crítica en un mundo deshabitado y, no por deshabitado menos lleno de injusticias, castigos y dolores, sentimos también el compromiso de recobrar los antiguos sueños que duermen en las estatuas de piedra, en los antiguos monumentos destruidos, en los anchos silencios de pampas planetarias, de selvas espesas, de ríos que cantan como sueños.
Necesitamos colmar de palabras los confines de un continente mudo y nos embriaga esta tarea de fabular y de nombrar. Tal vez ésa sea la razón determinante de mi humilde caso individual: y en esa circunstancia mis excesos, o mi abundancia, o mi retórica, no vendrían a ser sino actos, los más simples, del menester americano de cada día.
Cada uno de mis versos quiso instalarse como un objeto palpable: cada uno de mis poemas pretendió ser un instrumento útil de trabajo: cada uno de mis cantos aspiró a servir en el espacio como signos de reunión donde se cruzaron los caminos, o como fragmento de piedra o de madera con que alguien, otros que vendrán, pudieran depositar los nuevos signos.
Extendiendo estos deberes del poeta, en la verdad o en el error, hasta sus últimas consecuencias, decidí que mi actitud dentro de la sociedad y ante la vida debía ser también humildemente partidaria. Lo decidí viendo gloriosos fracasos, solitarias victorias, derrotas deslumbrantes.
Comprendí, metido en el escenario de las luchas de América, que mi misión humana no era otra sino agregarme a la extensa fuerza del pueblo organizado, agregarme con sangre y alma, con pasión y esperanza, porque sólo de esa henchida torrentera pueden nacer los cambios necesarios a los escritores y a los pueblos.
Y aunque mi posición levantara o levante objeciones amargas o amables, lo cierto es que no hallo otro camino para el escritor de nuestros anchos y crueles países, si queremos que florezca la oscuridad, si pretendemos que los millones de hombres que aún no han aprendido a leernos ni a leer, que todavía no saben escribir ni escribirnos, se establezcan en el terreno de la dignidad sin la cual no es posible ser hombres integrales.
Heredamos la vida lacerada de los pueblos que arrastran un castigo de siglos, pueblos los más edénicos, los más puros, los que construyeron con piedras y metales torres milagrosas, alhajas de fulgor deslumbrante: pueblos que de pronto fueron arrasados y enmudecidos por las épocas terribles del colonialismo que aún existe”.
Nuestras estrellas primordiales son la lucha y la esperanza. Pero no hay lucha ni esperanza solitarias. En todo hombre se juntan las épocas remotas, la inercia, los errores, las pasiones, las urgencias de nuestro tiempo, la velocidad de la historia.
Pero, ¿qué sería de mí si yo, por ejemplo, hubiera contribuido en cualquier forma al pasado feudal del gran continente americano? ¿Cómo podría yo levantar la frente, iluminada por el honor que Suecia me ha otorgado, si no me sintiera orgulloso de haber tomado una mínima parte en la transformación actual de mi país?
Hay que mirar el mapa de América, enfrentarse a la grandiosa diversidad, a la generosidad cósmica del espacio que nos rodea, para entender que muchos escritores se niegan a compartir el pasado de oprobio y de saqueo que oscuros dioses destinaron a los pueblos americanos.
Yo escogí el difícil camino de una responsabilidad compartida y, antes de reiterar la adoración hacia el individuo como sol central del sistema, preferí entregar con humildad mi servicio a un considerable ejército que a trechos puede equivocarse, pero que camina sin descanso y avanza cada día enfrentándose tanto a los anacrónicos recalcitrantes como a los infatuados impacientes. Porque creo que mis deberes de poeta no sólo me indicaban la fraternidad con la rosa y la simetría, con el exaltado amor y con la nostalgia infinita, sino también con las ásperas tareas humanas que incorporé a mi poesía.
Hace hoy cien años exactos, un pobre y espléndido poeta, el más atroz de los desesperados, escribió esta profecía: A laurore, armés dune ardente patience, nous entrerons aux splendides Villes. (Al amanecer, armados de una ardiente paciencia entraremos en las espléndidas ciudades.)
Yo creo en esa profecía de Rimbaud, el vidente. Yo vengo de una oscura provincia, de un país separado de todos los otros por la tajante geografía. Fui el más abandonado de los poetas y mi poesía fue regional, dolorosa y lluviosa.
Pero tuve siempre confianza en el hombre. No perdí jamás la esperanza.
Por eso tal vez he llegado hasta aquí con mi poesía, y también con mi bandera.
En conclusión, debo decir a los hombres de buena voluntad, a los trabajadores, a los poetas, que el entero porvenir fue expresado en esa frase de Rimbaud: sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia y dignidad a todos los hombres.
Así la poesía no habrá cantado en vano”.

viernes, diciembre 14, 2007

UNA VEREDA PUEDE MODIFICAR LA IDEA DE VIVIR


Los seres humanos están reunidos en Europa, Estados Unidos y parte de Asia. ¿Qué hay en África del Oeste? ¿Quién esta en el archipiélago de Oceanía? ¿Cómo viven en el Medio Oriente? ¿Cuantos seres humanos viven en Groenlandia? ¿Y los países de las Antillas con el Caribe están en la OEA? ¿América del Sur tiene todavía colonias en sus territorios? 

Las grandes urbes de Europa están saturándose de gente que huye del campo, que migra porque la agricultura ya es solo y exclusivo trabajo de los árabes, latinoamericanos o africanos, ya no es más para ellos.

Los hijos y los hijos de los hijos ahora solo quieren realizar el trabajo intelectual ,han dejado el ganado libre en los prados exuberantes de vegetación sin asistencia , lo han dejado reproducirse sin control de natalidad ,en condiciones silvestres para el peligro de las carreteras como sucede en Australia con los canguros.

¿Por qué vamos hacia el mismo lugar? ¿Por qué nos alojamos en el mismo edificio? ¿Por qué caminamos por el mismo boulevard? ¿Por qué frecuentamos la misma cafetería? ¿Por qué usamos la misma marca? ¿Por qué vemos el mismo programa de televisión? ¿Por qué hacemos las mismas etapas de un profesional con familia que es presumido y cómodo? ¿Por qué adoptamos los mismos errores, los mismos vicios? ¿Por qué nos realizamos mecánicamente sobre las reglas de unos cuantos? ¿Por qué nos levantamos a las 7 a.m y nos acostamos a las 10 p.m? ¿Por qué comemos en simultáneo y vamos al mismo supermercado? ¿Por qué vamos en la misma dirección? ¿Por qué dejamos el campo y nos vamos hacia la ciudad? ¿Por qué buscamos la respuesta de nuestra solución fuera cuando puede estar dentro o alrededor de nosotros mismos? ¿Por qué nos aglutinamos como sardinas en el tránsito de una Shanghái contaminada cuando podemos caminar libres y pensantes por las calles remotas de un Surinam? ¿Por qué nos juntamos como insectos cuando podemos distribuirnos y distribuir de una mejor manera el planeta que nos ha tocado vivir? ¿Por qué seguimos respirando un aire que ya esta toxico y nocivo en las ciudades industriales y gubernamentales, cuando hay uno limpio y saludable en las zonas rurales?

Los seres humanos están dejando sus haciendas de leña al fuego, desgarbadas de historias, de amaneceres cálidos, de comunidad solidaria, de laberintos en el maíz… para irse a la ciudad apenas se cumpla la mayoría de edad, a un departamento de aire acondicionado, a estudiar o trabajar en una oficina complementado de una computadora y adormecido en el silicio.

Debo preguntarme porque lo hacemos, cuando debo preguntarme que es lo mejor para nosotros y para el lugar donde estamos, debo preguntarme si simplemente puedo elegir ir por la vereda que nadie transita y oxigenar mis pensamientos con el aire que nadie utiliza, para sentirme distinto y lúcido en una mejor decisión, en un nuevo ser humano.

miércoles, diciembre 12, 2007

GABINETE DE ADVIENTO



Aquí completamente disminuido
colmado de afonía,
con los manteles impregnados de penumbra
aguardo sin sano juicio la tónica perturbadora
De los elementos electrónicos.
Cuento indefinidamente el cero
Con las manos torcidas
De tanto simular una brujería de sombras,
De tanto pecar sin haber conocido el preciso motivo,
De sellar con significativos gestos
La casa metida entre la bendición y el infierno.

¿A que le temo?
Como si algo se moviera
En un radio en torno a mí
¿A que le temo?
Si el lóbrego es la paranoia de mi cerebro
La glacial atmósfera los escalofríos de mi enfermedad crónica
¿A que le temo?
Si esta es la negación de la luz y nada más.

martes, diciembre 11, 2007

PREMONICIÓN SUB LUCTUOSA


En un lugar cualquiera y prohibido,
una morada en ruinas
los temores constantes -también parte elemental-
como lo son las físicas,
para edificar:

[ L A C A S A D E L OS S U E Ñ O S ]

[ L O S R I T U A L E S D E C O M P E T E N C I A ]

TRAFICANTE INTELECTUAL


El escritor es un traficante de ideas e historias, quizá sea al que se debe tributarle cualquier aporte de los simples humanos que no entienden nada de eso.
El escritor, es el recopilar asignado para administrar este negocio intelectual.

Brevedad

ENTENDIMIENTO: ALEJO CARPENTIER


082## Aquí dentro ,en mi secreto conservo un misterio que se va ventilando conforme el tiempo apremia mas adversidad...

647## Las especificaciones ,los fragmentos,los detalles, las minucias,las lineas ,el párrafo,toda minúscula declaración cae en el vació de la amnesia inconsciente,aquí en el nuevo mundo ,en el nuevo tiempo acelerado y de juicios instantáneos ,hay una sola definición aceptable ,las conclusiones ,los grandes rasgos, la inmensa biografía,lo total en sentido mas exacto...

077## Cultura es el acopio de conocimientos que permiten a un hombre establecer relaciones, por encima del tiempo y del espacio, entre dos realidades semejantes o análogas, explicando una en función de sus similitudes con otra que puede haberse producido muchos siglos atrás. 

985## El hombre nunca sabe para quién padece y espera. Padece y espera y trabaja para gente que nunca conocerá, y que a su vez padecerán y esperarán y trabajarán para otros que tampoco serán felices, pues el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada. Pero la grandeza del hombre está precisamente en querer mejorar lo que es. En imponerse tareas. En el reino de los cielos no hay grandezas que conquistar, puesto que allá todo es jerarquía establecida, incógnita despejada, existir sin término, imposibilidad de sacrificio, reposo y deleite. Por eso agobiado de penas y de tareas, hermoso dentro de su miseria, capaz de amar en medio de las plagas, el hombre sólo puede hallar su grandeza, su máxima medida, en el Reino de este Mundo....

domingo, diciembre 09, 2007

DESMATERIALIZACIÓN CONSCIENTE


En la habitación todo se mueve
los eventos metafísicos retroceden en un pacto adversario,
me desmiento,
ahogo los dolores en el agua tibia,
y me salpico de materia hervida
los pantalones húmedos del último pánico.

No puedo salir caminando
tropiezo con las agujetas desajustadas que rotan en el suelo como yo lo hago,
no puedo pensar en divergencias,
cosas que me hacen daño,
trabalenguas de episodios emocionales:
calendarios inconsecuentes, meses amnésicos
octubre, junio, febrero, años bisiestos.

Volúmenes de historia interceden,
me causo lastima,
es otra parálisis del sueño que ya invadió mi realidad,
no tengo palabras dóciles, no tengo filosofía viviente que argumentar,
tengo un vocabulario inédito,
con la pronunciación petrificada
el ácido de la desgracia disuelto entre mis piernas que se arrastran
mi físico que no obedece a nada,
sintiendo que ya soy inerte
inerte sin saber que ya soy de barro.

viernes, diciembre 07, 2007

PREDILECCIÓN: JORGE LUIS BORGES en ESCENA


Borges entre su palabra oral y su palabra escrita, expuesto como casi nunca, porque la biblioteca era su contenedor y su confesatorio.
En esta retrospectiva al Borges originario, a su parentesco y sus raíces nos muestra con su humildad ,modestia y timidez cálida, el conocimiento ilimitado de su procedencia, de su simbolismo ,de todo lo demás que se sabe y lo que no se sabe de él.

Borges el maestro , muestra la diferencia de su capacidad intelectual, sin tomar en cuenta que lo hace casi siempre.

J.M. COETZEE LECTOR

Una mirada a Los mecanismos internos (Inner Workings), reciente libro de ensayos del Nobel J.M. Coetzee.

Los mecanismos internos (Inner Workings), del Premio Nobel sudafricano J.M. Coetzee, reúne los ensayos sobre obras y autores que durante la primera mitad de esta década publicó -sobre todo en las páginas de la New York Review of Books-, el novelista de El maestro de Petersburgo y Foe, esos dos libros que prolongan y modifican a través de la imaginación verbal las creaciones y las biografías de Fedor Dostoievsky y Daniel Defoe, respectivamente.

Jorge Luis Borges -a quien dedica Coetzee un ensayo minucioso y lúcido en un volumen anterior, Costas extrañas- escribió, en el prólogo a su Historia universal de la infamia: "A veces creo que los buenos lectores son cisnes aún más tenebrosos y singulares que los buenos autores". Todavía más excepcional, se diría, es la especie de quienes, como Borges y Coetzee, saben conjugar la creación artística con el ejercicio de la crítica: "críticos practicantes" llamaba el poeta T.S. Eliot (que fue, sin duda, uno de ellos) a escritores de ese orden.

A Italo Svevo, cuya novela La conciencia de Zeno ganó nombradía y lectores gracias al solidario entusiasmo de James Joyce, se consagra el primer artículo de Los mecanismos internos. El modo de operación del ensayista se revela, ejemplarmente, en ese texto inaugural: el bosquejo biográfico de un autor se engarza con la exposición de sus obras. ¿Es que los hechos de la vida explican el sentido de la escritura? Coetzee -que, en Infancia y Juventud, ha usado la tercera persona para contar su autobiografía- cree más bien lo contrario. En su visión, el autor existe en (y por) sus textos, pero esa existencia sería imposible e impensable sin la realidad biológica e histórica. Así, el escritor convive con su ser de carne y hueso: es él mismo y es su doble. La literatura, por otra parte, no refleja a la época, sino que la revela. Vale la pena notar que Italo Svevo -es decir, "Italo el suavo"- fue el seudónimo tras el cual se encubrió Aron Hector Schmitz. Zeno, el neurótico e irónico narrador de la obra maestra de Svevo, desmenuza su vida en busca del secreto de su carácter y, en ese proceso, sugiere que la enfermedad que lo aqueja es intelectual y moral: "La dolencia de la que Zeno quiere y no quiere curarse es a la larga nada menos que el 'mal del siglo' de la propia Europa; tanto La conciencia de Zeno como la teoría freudiana son respuestas a esa crisis de la civilización".

EUROPA CENTRAL: EL MALESTAR EN LA CULTURA

El malestar en la cultura tomaría una forma apocalíptica con los horrores de la primera y la segunda guerras mundiales. En ninguna parte se sintió tan agudamente ese malestar como en la Europa central, que hasta 1918 estuvo bajo el dominio del decrépito imperio Austro-Húngaro. La ciudad en la que se formó Svevo fue parte de ese imperio, como lo fueron también la Praga de Kafka, la Budapest de Sándor Márai, la Drohobycz de Bruno Schulz, la Czernowitz de Paul Celan y, por supuesto, la Viena de Robert Musil y Joseph Roth.

De la nómina anterior, solo Kafka no figura entre los autores a los que Coetzee dedica ensayos íntegros en Los mecanismos internos, aunque a él se refiere en un pasaje del artículo sobre Robert Walser, el autor de Jakob von Gunten. Apunta Coetzee que "Barnabás y Jeremías, los asistentes que demoníacamente estorban al agrimensor K. en El castillo , tienen en Jakob a su prototipo". En todo caso, sobre Kafka trata uno de los ensayos de Costas extrañas y la presencia del autor de "La colonia penitenciaria" se insinúa al trasluz en una de las mejores novelas de Coetzee, Esperando a los bárbaros, esa perturbadora alegoría distópica en la que un sensato magistrado es sometido, en los confines de un fantasmagórico Imperio, a los extremos de la humillación y el dolor por los esbirros de un poder paranoico.

A las ficciones de Coetzee las distingue el examen -a la vez clínico y lírico- de la barbarie que el orden civilizado alberga. Algo similar puede decirse de Las tribulaciones del estudiante Törless(1906), de Musil, que Coetzee reseña con excepcional agudeza y en la cual ve "la figura del artista en los tiempos modernos, que visita las costas más remotas de la experiencia y trae, al retornar, su crónica". Otra visión de la responsabilidad ética del escritor se presenta en el ensayo sobre W.G. Sebald. Ahí, en el análisis de Austerlitz (2001), que juzga la novela más ambiciosa de su autor, señala que " tras el héroe erudito de Sebald, tan fuera de lugar a fines del siglo XX, rondan varios maestros difuntos de los últimos años de la Austria de los Habsburgo: Rilke, el Hugo von Hoffsmanthal de la 'Carta de Lord Chandlos', Kafka, Wittgenstein". A Austerlitz -como a Sebald y a Günter Grass, también presente en el libro de Coetzee a través de un ensayo sobre A paso de cangrejo- le importa y le preocupa que el artista cumpla con la obligación de mantener vigente la memoria cultural en un mundo donde el exterminio amenaza hasta al pasado mismo. Al peligro de esa amnesia se refirió Walter Benjamin cuando, en la sexta de sus "Tesis sobre la filosofía de la historia", advirtió a fines de la década de 1930 que "ni los muertos estarían seguros" si triunfaba la reacción. Coetzee, que no alude directamente a ese texto, consagra en cambio un artículo preciso e inteligente al pensamiento de Benjamin y, sobre todo, al llamado Libro de los pasajes, la inconclusa obra que Georges Bataille salvó del olvido después de que su autor, desesperado porque creyó que nada lo salvaría ya de caer en las manos de los nazis, se suicidara en la frontera franco-española a mediados de 1940.

LA ASAMBLEA DE LOS LIBROS

En la asamblea imaginaria de Los mecanismos internos, los idiomas mayoritarios son el alemán y el inglés: entre los dos, congregan a dieciséis de los veintiún autores. El italiano, el polaco, el húngaro, el holandés, el francés (por Samuel Beckett, que fue extraterritorial y bilingüe) y el castellano completan el censo de las lenguas. Coetzee lee los libros en el idioma original, salvo en los casos del polaco (en el cual escribió Bruno Schulz los admirables cuentos de Las tiendas de color de canela y Sanatorio a la hora de la clepsidra) y el húngaro (la lengua del prolífico Sándor Márai, cuya fama póstuma se debe sobre todo a El último encuentro).

Es recién luego de la primera mitad del volumen que aparecen los escritores de la comarca lingüística de Coetzee: Graham Greene, Samuel Beckett, Walt Whitman, William Faulkner, Saul Bellow, Arthur Miller, Nadine Gordimer, V. S. Naipaul y Philip Roth. Los textos tienden en esta parte a ser más breves y puntuales, sin que por eso sean desdeñables. Por ejemplo, son brillantes las reseñas de Brighton Rock, de Graham Greene, y de El hombre en suspenso y La víctima, las dos novelas tempranas de Saul Bellow. El artículo más polémico, sin duda, es el que dedica a La conjura contra América, la novela distópica y contrafáctica de Philip Roth.

Coetzee no deja de reconocer los méritos de Roth -que es, acaso, el más importante y creativo de los novelistas americanos en actividad-, pero le reprocha no haber sacado las consecuencias de la premisa de su ficción, en la que el narrador-personaje Philip Roth recuerda las vicisitudes que él y su familia vivieron, entre 1941 y 1942, bajo el régimen antisemita y pronazi de Charles Lindbergh.

Obviamente, en la vida real no hubo tal gobierno, pero ¿no tendría Roth que haber considerado, en el orbe paralelo de la trama, cómo esos dos años fantasmales dejan su trazo traumático en la siquis de los personajes? La pregunta es válida, como es también válida e interesante la hipótesis según la cual Gabriel García Márquez no sólo evoca al Kawabata de La casa de las bellas durmientes en su Memoria de mis putas tristes, sino que en su nouvelle de 2004 revisita -y, en buena cuenta, rectifica- el episodio de la desdichada relación entre el anciano Florentino Ariza y la púber América Vicuña en El amor en los tiempos del cólera.

Eruditas y sagaces, las inquisiciones de J.M. Coetzee demuestran que, en su expresión más alta, la crítica es un modo de interrogación, esclarecimiento y diálogo. Ni menores ni efímeros, los ensayos de Los mecanismos internos confirman que Coetzee es un interlocutor imprescindible.

diciembre 2 de 2007(Comercio/Perú)

martes, diciembre 04, 2007

SERES DE UNA PARADOJA


Dejamos de existir en una paradoja,
perdidos en esa incongruencia están nuestras protestas
nuestras revoluciones ideales, encubadas en nuestra memoria ,
la causa cualquiera
se ha extirpado con el toxico tiempo presente. 

Somos pocos, fuimos muchos,
decaídos en un rango de invidencia
estamos obligados a enmudecer
apenas cuando somos visibles ante el mundo.

Estamos seducidos y endulzados
en contenedores de entretenimientos e innovación
en los confines de las necesidades frívolas, visiones vulgares,
estamos siendo engañados por el facilismo de la disposición mas próxima,
estamos dejando de existir en una paradoja mas
en un día sin fecha mitológico
a la hora indefinida del antihorario,
estamos alimentado las barrigas industriales de los magnates
estamos uniéndonos al circuito maldito del sacrificio-compra-fidelidad-y cláusula sin recesión.

Estamos marchando en contra nuestra,
estamos partiendo de la paradoja ,del punto perdido en el tiempo de nuestras memorias
para pisotearnos las miserias
para odiarnos con los ojos canibalescos,
para creernos esclavos eternos,
para morir sabiendo nuestro infortunio...

Estamos dando vueltas,
desde nuestra paradoja,
estamos haciendo la antihistoria de nuestra juventud lucida,
ya no estamos cambiando el mundo,
se inhalan aires sin alivio,
lentamente decaemos fatigados en la vereda de sus pasos
y parece que nos resignamos
perdemos conciencia
y nos ensombrece la parábola de su fin.