sábado, noviembre 17, 2007

LA "OBSCENIDAD"

Seducción y poesía en el salón de clases

Entre las muchas preguntas que aun no puedo contestar, hay una que atañe con la literatura en las distintas escuelas, el cómo la poesía como materia de enseñanza en el salón de clases. ¿Se puede enseñar algo tan personal y a la vez tan reacio a dejarse definir?
Muchos piensan que la enseñanza de la poesía, riñe frontalmente con la práctica de quienes la enseñan y, muy probablemente, de quienes son enseñados. Tal vez por esa razón han preferido convertir al poema en un objeto de estudio al que conviene acercarse del modo mas positivista posible -genio y figura del autor, corrientes literarias, figuras retóricas, metricas, etc.- o, mas contemporáneamente, como ilustración de una doctrina teórica. No estoy en desacuerdo con ninguno de los dos acercamientos, pero en ambos queda la incomoda sensación de estar imponiendo un placer creado en soledad y que busca la soledad de quien quiera libremente disfrutarlo. Por supuesto que ese placer compromete una compleja red de saberes necesarios para el disfrute, pero hay un punto muerto donde no llegan ni la información ni las propuestas teóricas. Este punto es la soledad creativa que se recoge celosamente en sí misma y se instala como una grieta en el tejido social. Pero incluso si reconocemos que esa grieta funciona como un síntoma definitorio del tejido social, la incomodidad persiste: ¿cómo se habla en el salón de clases de la obscenidad del acto creativo sin imponerlo, es decir, sin que pierda su necesaria condición obscena?
En un libro divertido y a la vez agudo Andrés Barba y Javier Montes recuerdan que la palabra obsceno viene del griego obs-caena, que significa situarse fuera de la escena, y discuten la la consideración tradicional del porno como "obsceno", es decir como algo que debe hallarse lejos de las miradas. Esta discusión me ahorra algunas consideraciones, pues la "ceremonia del porno" (tal es el titulo del libro) puede llevarse a cabo en espacios tan públicos como el cine y las salas de Internet. Pero incluso en esos casos la atención que reclaman las poses eróticas van dirigidas a una persona que se aísla voluntariamente de su entorno, como cualquier persona que lee poemas en un ómnibus o una plaza publica. Para esta situación del espectador que disfruta su placer particular en la escena publica, Barba y montes han rescatado el neologismo On/scenity propuesto por Linda Williams. La onscenidad alude "al gesto mediante el cual una cultura atrae
hacia la escena publica los órganos, los actos, los cuerpos y los placeres que hasta ese momento han sido considerados obscenos, esto es, forzosamente vedados a la visión". Esta definición conduce a pensar en la onscenidad como el pasaje de la intimidad privada a la escena publica sin que se pierda la condición de privacidad que define lo obsceno. Sin forzar demasiado el neologismo, podemos comprobar que esta negociación no siempre armónica entre lo publico y lo privado se produce en los grandes festivales de poesía, donde los poetas leen sus poemas a un publico masivo; pero también en aquel lector que, desde la mas absoluta soledad, se sabe objeto de una mirada que lo convierte en un actor que representa y planea cuidadosamente su papel.
Representar y planear. Palabras claves para definir la onscenidad de la enseñanza de poesía, donde se hace necesario introducir entonces a los alumnos como voyeurs en la escena del proceso creativo y dejarse llevar por el placer de reproducir dicho proceso sirviéndose de las distintas disciplinas según vayan apareciendo. ¿Es necesario contar con una sólida formación cultural previa? Por supuesto que no. En todo caso, no más que la que necesita cualquier muchacho o muchacha para experimentar libremente su propio placer sexual. El placer forma parte de nuestra tradición biológica, y en eso también se asemeja a la poesía. Ricardo Reis, el heterónimo mas clásico de Fernando Pessoa, decía que en todo poema, por pequeño que sea, debe notarse que existió Homero. Pessoa no nos dice que debemos conocer toda la tradición literaria para disfrutar un poema, sino que todo poema debe ser capaza de activar la tradición que nos lleve de la mano hasta Homero: como la sexualidad, el poema es siempre el punto de partida de una tradición, no su punto de llegada. Tener clara esta idea es esencial para abrir las puertas a la reflexión crítica, y dejar que entren libremente las otras disciplinas y los saberes teóricos. Las experiencias en el salón de clases dicen que un poema conduce a los alumnos a especular sobre una posible relación entre metonimia y fetichismo, entre palabra y deseo, entre silencio y erotismo, y sugerirles después confrontar sus ideas con las propuestas por Agamben, Lacan y Barthes. Lo mismo ocurre cuando el alumno descubre que las áridas informaciones sobre lo que tradicionalmente se ha llamado "forma" es, en realidad, el modo mas eficaz en que se expresa el "contenido", y que esa larga lista de figuras con nombres tan exóticos y hermosos como oxímoron, quiasmo o hipálage, mas que un ejercicio de memoria, forman parte de lo que Pascal Quignard llama "retórica especulativa".
Como el placer sexual, el placer literario es un constante y solitario ejercicio de seducción.

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