martes, enero 25, 2011

TRÁNSITOS INÚTILES DE SABIDURÍA


Después de un momento reaccioné ante el significado de ese hombre que había dejado aquel lugar en el más insignificante anonimato. Cualquier tipo de menor edad con la frescura conocida de sus acciones y la torpeza en el error que tienen sus movimientos, al menos dejaría el recuerdo de su desenvolvimiento cómico, de su gracia tierna, pero ese hombre de aspecto decadente con características de invalidez y cuidado meticuloso frente al atropello premuroso de la sociedad técnica se tornaba disuelto, en la forma de un estorbo aborrecible que se hacía invisible y lúgubre como la muerte.
Como pieza incapaz para corresponder con esta situación, olvide pensar en los recursos del habla, en el arte del trato, en la habilidad de la improvisación con motivo de gestionar la confianza suficiente que tanto anhelan este tipo de hombres cuando se trata de corresponder en algún servicio. 
Posiblemente creen en el área respetable de su ambiente, en que las cosas no se han movido lo suficiente hacia la miseria vacía del instante, no entienden que las cosas se han dejado de meditar, que la vida es un objeto, y quien trasciende ya no son ellos en medio del universo ni la plática en la tertulia estelar que auspicia la lucidez, ya nada tiene extensión porque la cordialidad ha sido ridiculizada, la sensatez enternecida; hay facilidad por todas partes, abunda la comedia porque es un comodín de paz, no pueden entender la razón introvertida, la timidez gótica, el sufragio con iniciales, la presencia desconocida, sórdidas distorsiones conjugando con melodías de rebelión entre la electrónica y la vulgaridad.
Es que siguen presentes, su recuerdos todavía son el centro del alma, la idiosincrasia de la melancolía, no podrían creer en otra cosa. Ahora que lo entiendo bien, se sujetan a ser sombríos en plena incandescencia, a criticar el ritmo, y detestar el pragmatismo de su compromiso porque se deben a esos trámites, que hasta cierto momento de la civilidad fueron el sentido del intercambio y el punto de partida de la plena sociedad; estos señores desconocen que toda su vida ahora puede estar en unos cuantos ceros y unos, y pasar inadvertidos en menos de un minuto por un dispositivo que procesa millones de esos mismos. 
Entre los elementos de este tiempo su discurso es un asentir habitual, un encogimiento resignado cuando el oficio procede sistemáticamente a agotarlos en su añoranza, a intoxicarlos de impotencia, porque ha acabado la travesía y todo lo demás que mantiene su memoria importante, cuando se conoce del desenfreno y la acogida de lo irrelevante en simultaneo con labores que bien pueden ser de creación mecánica. Esta compatibilidad que los exalta les cristaliza los años en fragilidad pura, quizá por eso desvalorar su sabiduría es causa doméstica, desprestigiar su carácter se acomoda al ritmo de la chismografía que entretiene a la demolición del conocimiento práctico. Ignorar su indicación, engañarlos sin cordura, rebajarlos a la espera como si fueran un actor meditabundo que está dando vueltas a la reunión de todos lo que si encajan en la tolerancia e utilidad del presente.

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