martes, septiembre 04, 2018

EL EFECTO MAELSTRÖM

Pensé tanto en volver
y soñé también que volvía; 
parecía ser tan real,
fue el único deseo que me mantuvo vivo 
como hombre de bien. 
No obstante, 
largos años exiliado 
siempre dispuesto, 
bajo órdenes y métodos crueles 
a la merced de incertidumbre, 
con los dientes apretados, 
doblegado en la intemperie, 
sin tregua 
sin sentimentalismos, 
sumiso y 
deforme en las sombras, 
elucubrando carácter 
pero también maldad, 
sobreviviendo cuanto podía 
con promesas 
simulando aliento, 
dolor por la distancia 
y anónimo en los rincones, 
respirando como el moribundo 
que se resiste a expirar. 

Nada cambió, 
mis convicciones aún palpitaban, 
sin embargo mi rostro era otro; 
con hechos punibles 
desencadené una extraña fuerza bestial 
aún desconocida para mí; 
torturé hasta asfixiar el alma de inocentes…, 
por lo cual me convertí en un maniático, 
el horror de figuras fantasmales me persuadía 
mis acciones eran imperdonables, 
y a pesar de ello no sentía el mínimo remordimiento. 
soporté como hombre dispuesto a cualquier cosa, 
quería ir más allá; 
no rendía cuenta de mis actos a nadie, 
no volví a obedecer, 
a mirar el piso, apacible, 
o hacer la voluntad de otro, 
no lo hice más, 
nunca más, 
mi autonomía fue aún más violenta 
y por eso me maldijeron al unísono. 
Así empezó mi nuevo camino 
con pleno albedrío para obrar, 
mis acciones eran evidentes, 
mi satisfacción momentánea 
era el dolor inducido a otros, 
y por lo tanto, me dejaron ir. 

Cuando retorné a la ciudad 
de la última despedida tierna 
y ridículas promesas emotivas, 
el tiempo se mostraba grisáceo, atareado, 
todo la remembranza pasó al olvido, 
nada me parecía familiar 
me desagradaba el ser humano 
y su próspera sociedad; 
me sentía como un extraño peligroso 
siempre resguardado por un revolver, 
con una firme idea: 
Gente despreciable, 
basurero de ciudad, 
enemigos, todos, 
a quienes estoy dispuesto a demoler 
si se cruzasen en mi camino. 

Sabía en ese momento 
mi única intención sensata, 
andar un poco hasta alquilar el taxi, 
meditar en el trayecto, 
recomponer las piezas de los años perdidos 
y calibrar mi corazón -alguna vez dúctil y básico-, 
mi razón sombría, 
ocultar mis verdaderas intenciones 
a través del bochorno del meridiano. 

Estaciones de distancia 
y ahora a un paso de su domicilio, 
estropeando la hojarasca por el sendero empedrado, 
atravesando la vista al mar, 
la banca de madera corroída 
por inscripciones pasionales y el tiempo, 
los escalones blanco humo 
que los pinté un día de verano, 
crujiendo y anunciando a la vez. 

Por un momento asumí 
que el reloj se había detenido, 
caminar por donde lo hice muchas veces 
no fue cosa sencilla, 
las emociones permanecen alrededor, 
es como abrir la puerta del sótano 
y descender al centro de la Tierra, 
donde todo sigue intacto. 
Ahora, espero impaciente 
mientras aliso el pasamanos, 
indago con minuciosa pericia 
olores 
imágenes 
escenas felices 
y espectros solariegos, 
quizá noctámbulos también, 
hasta ceder a los escalofríos emotivos, 
cuando la puerta por fin se abre 
y una voz femenina apelmazada, pregunta: 
— ¿Quién es?, 
la cual reconozco casi de inmediato, 
no respondo, 
ella, al verme se muestra absorta por un instante, 
su visión parece desorbitada 
hace un esfuerzo para prolongar el silabeo: 
— ¡Eres tú! ¿Cuánto tiempo?, 
si tu inesperada presencia se debe a V*, 
-yo asiento para aseverar- 
—pues ella no está, 
hace más de dos años que contrajo matrimonio 
y a los pocos días partió al norte del país. 
Ella, su madre, 
quien siempre me miró con desprecio 
me dice también, 
que si es urgente mi propósito de verla o hablar con ella, 
le deje una nota escrita, 
que ella misma se encargará de enviarla por correo, 
apenas tenga respuesta, me lo hará saber. 
Con esto, ha encontrado la forma para burlarse de mí. 
aún no pronuncio palabra, 
pero mi cabeza ya redactó suficiente; 
me rehúso a cualquier servicio, 
mientras sigo expresándole no y no en tanto la miro. 
Mi semblante se desfigura 
mi integridad se descompensa, 
tiento el arma bajo mi saco 
-no pierdo nada recreando situaciones-, 
sigo negando sin vocalizar, 
me contemplo a través de sus ojos 
como un ente que viaja por el tiempo. 
Esa mujer está a la espera de mis palabras 
y yo persisto en no hacerlo, 
anudado, 
sin sentir el cuerpo; 
logro dar un paso atrás 
sorteando el mundo que se me viene encima; 
empieza el conteo regresivo, 
me alejo sin dar explicaciones, 
(Como el agónico inexpresivo, con los ojos abiertos), 
me niego a más posibilidades, 
me niego a entregar más pensamientos, 
a vivir por quien se encargó de hacer de mí un ser estúpido. 
Me siento extenuado, 
quiero postrarme con toda la juventud que aún conservo, 
perder la noción del lugar y las fechas, 
alejarme donde nadie más me señale, 
donde nadie más se burle de mí 
y me vea como alguien torpe, 
ingenuo, 
y obsoleto…, 
sin mérito alguno para existir. 

Mi rebeldía se transforma en padecimiento, 
ahora soy un ser inerme, 
expuesto, 
y sin embargo un idiota ecuánime. 
Pierdo consciencia de lo sucedido, 
contengo las lágrimas, 
cualquier sentimiento ahora me vulnera, 
el dolor me consume como un agujero negro. 

Mis horas parecen dilucidar un fin, 
me disperso como la arena 
me dejo llevar, 
soy un hazmerreir, lo sé, 
un mendigo a punto de inanición, 
un don nadie haciendo de fantasma. 
He perdido mi vocación a la soberbia 
mi destreza para ser libre y no servir a nadie. 
Me quebranto en una butaca miserable 
rodeado de silencio, penumbras 
aislamiento crónico hasta desquiciarme, 
con la única proyección posible: 
la turbulencia del mar 
y los rezagos dramáticos del último día. 

Más tarde, en el eterno recorrido, 
el más lamentable, 
una mísera habitación espera por mí, 
para confinarme al olvido 
y fracasar agotado. 

Trajinando por años en un mundo sin compasión, 
de enfrentar causas ajenas 
y desperdiciar el temperamento de mi mejor edad, 
maldiciendo cada paso 
hasta acabar tendido en una pocilga, 
quizá saludable y autónomo 
pero muerto en vida, 
cuando nadie más espera tras la puerta, 
nadie al despertar de un nuevo amanecer, 
cuando el sol se consuma en el horizonte, 
muerto en vida para lo que me resta.

1 comentario:

andreaa_rhoda dijo...

Paolo, Paolo como han crecido tus escritos. Años sin entrar al blog y saber que ahi estas escribiendo como solo tu sabes hacerlo. Un enorme abrazo