Borrare todo lo que me hace recordarte, lo arrancaré de mi pecho como si extirpara mi propio corazón a pleno latir, y lo arrojaré al afluente de aguacero hecho con lágrimas de mi intenso dolor, de mi rabia contenida que salpica babas, flemas, saliva y balbucea tu nombre en un momento tan sombrío como la recalcitrante agonía de no poder volver atrás en el tiempo, voltear la página, cambiar de camino, levantarse en medio de la pesadilla y revertir lo hecho mal, el error fatídico, la demolición del vientre, la voladura de la cabeza en la perturbación de recuerdos habidos, voces nocivas, ilusiones muertas con el devenir de un futuro que me dejará caer al abismo, sin remordimientos, un precipicio sin retorno, caída libre hacía el fin, para fallecer en el trasfondo, ser parte de la penumbra un tiempo indeterminado, diseccionar en retrospectiva todo lo hecho hasta este momento y quizá, muy probablemente, si alguna motivación de súbito me sacude, volver a empezar otra vez, como las primeras notas de un instrumento al viento, algo alegórico, sublime instrumental, la acústica de saber que la oscuridad ha terminado y puedo avizorar tras lo incipiente, un destello por el cual ilusionarme y me de la fuerza necesaria para salir, arrastrándome encima de lo que sea, hacia lo que todavía me permito soñar aun cuando estoy hecho trizas, demolido en cuerpo y alma.
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