jueves, enero 17, 2013

EN LA AZOTEA CONTIGUA



Un día no quedaba más reparo que regresar a la azotea de los claustros, después de dar mil vueltas entre calles añejas como son Mercaderes, Santo Domingo, San Juan de Dios y, Álvarez Thomas. Necesitaba ese espacio de reposo que pueda brindarme perspectivas de algo que venía perdiendo con el paso de los años. Desde allí sabía que podría encontrar muchas de las respuestas necesarias, a pie sabía que resultaría imposible reencontrarme con la armonía porque uno termina dedicándose a buscar lo irrelevante de la modernidad, a mirar a quien no significa nada, ilusionando objetos o servicios que los considero tan transitorios e inútiles como los propios negocios al paso que ofrecen finalmente perjudicar tu salud a cambio de un plan de reciprocidad que debe fluir entre todos. Me resisto a esas estupideces, mi rutina no va a significar de algún modo la economía de mercado, en mí las estadísticas tienden a fracasar.

Por otro lado, no quiero esconder más detalles, ni posponer ideas advenedizas que siempre se retraen en el paso transeúnte. No quiero que mis preocupaciones se perjudiquen con la inmediatez, estando en los claustros puede ser fructífero dar vueltas y encontrar el sentido adecuado para completar la razón de lo perdido y los recursos por conseguir en el futuro adyacente. Partir de aquí o de allá no esconderá la incertidumbre en que me envuelvo.

Quería saber porque, si intento continuar procesos atropellados hacia la madurez, me vuelven a reflejar los sentimientos de arrepentimiento en casi todo. Mis intenciones no habrán sido lo más cálidas, pero fueron intenciones que partieron de la nada, de iniciativas propias para contrarrestar el rumbo del destino. Lamentable fue que por inclinarme en contra de la corriente, mi vida se haya transformado en una sucesión de olvidos y desafortunados senderos por donde se tugurizaban promesas y todo lo que había quedado inconcluso. Ahora vuelvo hacia la misma fatalidad, y me resisto a desvariar en ansiedades y viejos designios que me dejaron extraviado en diferentes situaciones.


Sin lugar al cual poder acogerme, recorro pasos anteriores que cesaron por fin en la pasividad. El albor se desprende pero no aparecen más que insignificantes gestos diurnos ensombrecidos por tristezas que provoca la ciudad. No deseo culpar a nadie, ni alimentarme de pronósticos negativos al seguir mi rumbo después de haber dejado los claustros. En ese lugar he podido recobrar fragmentos silenciosos cuando el sufrimiento me agotaba. He aprendido nuevamente como la soledad deja de perturbar con la cultura guarnecida de recuerdos y sangre. Mis miedos se han afirmado en la pulcritud de una logia elemental. Mirando mi sombra enjuta puedo reconocerme en el sillar de los delirios. Toda cúpula me ha hecho recordar el entusiasmo por lo fantástico, las horas misteriosas imaginando que podía escapar de las multitudes brincando de azotea en azotea, cuando no era cierto, cuando todos los circuitos del patrimonio me hacían volver al descenso de otro ambiente dominado por todos los deseos pasajeros impuestos en el atrio, y las corrientes de aire viciado degenerando cada historia secreta recreada detrás de uno de los portales que la gente extranjera suele apreciar con admiración y mucha inquietud por los misterios tallados.

No hay comentarios.: