domingo, julio 06, 2014

EL DOBLE SENTIDO

(corrección 0.04)

Es un lugar que se deshoja desde todas las sangres,
la naturaleza se siente —no así la decencia—
y se opaca con diversas coreografías innombrables.
En el progreso,
la vergüenza se esconde en el patio trasero
debajo del folclórico colorido que traerá resaca
entre risas desfiguradas
—amañado de dolor histórico—
adquiriendo tendencia por agentes perpetuos del contrabando,
y en comparsa del servicio
con los desequilibrios de la cultura rica en sabores
sus combinaciones de picardía
 y otros sentidos criollos que nos asienta muy bien a todos.

Las demostraciones de habilidad empírica
 que da el ocio del abatido
son para revalorar y sufrir de emociones
aún más en un estado-nación sin ciencia;
revalorar a ese pobre mísero tercermundista
frente a la alta civilidad que le es esquiva,
carente total de esa reputación
 que la hipocresía en billetes desbordantes de economía en bruto
 no ha podido remediar para su noble bien,
ni con el lavado de dinero negro,
ni con la falsificación,
ni con la manipulación de cifras.

La felicidad de asumir bienestar
en el descaro ingente de la corrupción
cuando todo es fiesta de la ignorancia
con compañías que se hacen de doble filo
porque la confianza escasea,
las juntas se hacen coyunturales
se agudizan procesos para endulzar y prometer
se altera la psicosis moralista,
la locura de resguardarse entre barrotes
la inmolación al individualismo crónico
como envuelto en varias maneras y de distintas indiferencias
hasta la cobertura de uno mismo.

Los engaños reiterados
como síntomas temperamentales del instinto colectivo,
la carga de miedo por el origen de clandestinidad;
el perjuicio de sumisión 
interiorizado en núcleos de parentesco,
la cara opuesta con el rostro encajado en la misma patraña,
el recibimiento cálido dispuesto a todo para sobrevivir
 mientras una vida de simplicidades no apura
 pero el desespero apremia,
y los manuales del “exitoso empresario”
siguen renovándose en la avaricia obscena
del progreso al caballazo
a costa del decoro,
humillando la opinión opuesta
degenerando, corrompiendo a virtuosos
 a esos que suelen dignificarse con el índice y calidad austera,
en esta malparida aventura republicana perpetua de repugnancia.

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