Quería alejarme de cuanto me era permitido
pensar en mucho tiempo después
dejar de abrazar recuerdos, nostalgias de ayer
y olvidarme de mirar siempre atrás,
despertar del ensueño en los confines
del cual me sentía cautivo
ilusionado en absurdos a plenitud de felicidad,
sin embargo, cualquiera de estos intentos
para proscribir nuestra historia
y olvidarte definitivamente
como si arrancara una raíz a punta de fuerza y desesperación
no han hecho más que fortalecer cada momento en mi memoria
implantarme de ti, tal cual medida contraproducente.
Lo quería con todo mi ser, alejarme, negarme a escucharte,
abrir un abismo, una grieta sin fin,
inocularme amnesia voluntaria de ese lugar perpetuo
donde tú gobiernas, sin siquiera saberlo,
y en el cual aún estoy yo
sentado a tu regreso, taciturno, infinitamente sombrío
sintiendo la soledad nocturna
mirando a través de ventanas
como trasluce luz de luna
por el hemisferio oscuro de mi rostro
hacia un lugar vacío, deshabitado como éste,
del cual solo transcurrieron algunos días que parecen años.
Hablar de tu ausencia
obligarme a nunca más imaginarte
pensar que te podía olvidar ocupándome en mil cosas
y desconocer quién eres para mí a pesar de todo lo hecho
fue sin duda una consigna inútil,
una tarea sinsentido que no ha valido la pena
porque es simple, jamás dejé de amarte,
solo me rehusaba a abrir los ojos
a verte ahí, en medio de ninguna parte,
a reconocer un retazo tuyo en cada lugar,
y aunque puse empeño en no querer saber de ti
todo alrededor me decía lo contrario
como el inevitable camino al andar
como fórmula reiterada de sanación,
porque tú eres mi mundo entero
y no se puede huir del mundo en el que se vive,
en el cual uno se siente vivo y amado.
Volver a tu habitación
fue como romper cualquier barrera del tiempo.
Hacerte el amor otra vez
recorrer a besos sedientos tu piel,
dejar que mis manos, traviesas, pululando
te examinen sin prohibiciones
colmen tu cuerpo de satisfacción
en tanto yacía enredado en tus sábanas
para jugar a perdernos y encontrarnos en esa penumbra
en donde descubrimos un susurro antiguo
el unísono de risas que no eran nuestras
¿o lo eran quizá como un espectro permanente aquí?
el que se cuela por las rendijas de la ventana,
tal cual tiempos lejanos,
vigente aún en estas paredes,
y testigo silente de nuestro reencuentro en esta habitación.
Tomarte con dulzura y deseo
dedicarme en cuerpo y alma a todo cuanto quisieras,
despertar abrazados cobijándonos con nuestra desnudes,
fue alejar un temporal sombrío alrededor de mí
para empaparme de sol y claridad
volver a respirar de tu oxígeno,
cuando las horas me hacían agonizar
creyendo en verdad que no te vería nunca más;
volver a esa habitación
pisar ese suelo,
hallar intactos los recuerdos
tenderme en esa cama
estar en medio de tantos momentos juntos,
abrazarte en cuanto cedías a dormir,
tomarte como mía
y tenerte desnuda como antes
fue un sueño hecho realidad;
volver a tu habitación
fue nacer de nuevo
como el amanecer al filtrarse por tus cortinas
o al contemplar tu silueta cubierta por esa mantita suave,
ese suéter pequeño,
esas prendas que siempre desaparecían de nuestra vista
nos hacían reír,
el reloj despiadado no cesaba de acelerar
el hechizo se desvanecía
y tocaba, con dolor,
decir adiós.