viernes, marzo 30, 2007

John Malkovich filma en Sudáfrica la novela “Desgracia” de Coetzee


Otra película que se rodará en los próximos meses en Ciudad del Cabo es “The Deal” (”El Trato”), protagonizada por las estrellas de Hollywwod Meg Ryan y Steven Schachter, bajo la dirección de éste último.
Johanesburgo.- El actor y productor estadounidense John Malkovich prepara en la metrópolis turística sudafricana de Ciudad del Cabo el rodaje de la adaptación cinematográfica de la novela “Desgracia”, del escritor sudafricano y Premio Nobel de Literatura John M. Coetzee.
El director Steve Jacobs acompañará a Malkovich en el rodaje de la película, que trata sobre el rechazo social que se vivió en Sudáfrica en la época posterior al apartheid, informa hoy el diario sudafricano “Sunday Times”.
Y no es la única película que se rodará en los próximos meses en Ciudad del Cabo: el 26 de marzo comenzarán también allí los trabajos de filmación de la película “The Deal” (”El Trato”), protagonizada por las estrellas de Hollywwod Meg Ryan y Steven Schachter bajo la dirección de éste último.

García Márquez, Coetzee y Squella.


Es evidente que las obras literarias pueden tener trascendencia social, y un escritor como Coetzee lo sabe, y juzgar sus contenidos como si fuesen reales tiene riesgos, más si le atribuimos supuestamente incidir en la sociedad en forma negativa.
Hace algún tiempo, J. M. Coetzee publicó un ensayo sobre la última obra de García Márquez, Memoria de mis putas tristes. El estudio del Premio Nóbel sudafricano concluye que, en esta breve novela, “García Márquez puede haber intentado otra versión de la historia, artística y moralmente insatisfactoria, de Florentino y América en El amor en los tiempos del cólera”. Pero va mas allá y propone que “Memoria..., sin embargo, tiene un objetivo audaz: hablar en defensa del deseo de hombres mayores por chicas menores de edad, vale decir, hablar en defensa de la paidofilia, o por lo menos mostrar que la paidofilia no tiene por qué ser un callejón sin salida para el amante o la amada”. Y termina su argumento sosteniendo que más que “realista mágico, García Márquez trabaja en la tradición del realismo psicológico, cuya premisa es que los actos de una mente individual tienen una lógica que puede seguirse”, pues se trata del “discípulo más devoto William Faulkner”.
A este ensayo respondió con una columna de opinión Agustín Squella criticando doblemente a Coetzee, primero calificándolo de “sobrevalorado” y después defendiendo el derecho García Márquez, como autor “otoñal”, a darse sus gustos, aunque sean de inferior calidad literaria. Como dice un refrán para gustos, colores, y si de Coetzee se trata coincido con los elogios de Squella a la novela “Desgracia”, pero encuentro muy superior “Esperando a los Bárbaros”, y en ningún caso puedo coincidir con aquello de su sobre valoración. Pero insisto, para gustos, colores.
El tema que motiva este texto es la afirmación de Squella respecto a los deleites “otoñales”. El problema tiene muchos matices y no me gusta la idea de tratar estos temas dejando cabos muy gruesos sueltos. El mismo Coetzee aborda el tema en “El maestro de Petersburgo”, y pone en boca de su personaje –escritor Dostoievski la siguiente afirmación: “Escribo perversiones de la verdad. Escojo los caminos más tortuosos, me llevo a los niños a los rincones oscuros. Sigo la danza de la pluma”. El problema me parece evidente; si bien, en las creaciones de un escritor de ficciones estas últimas operan dentro de una convención literaria que debemos respetar, en un artículo de opinión estamos sometidos a otra convención que nos dice que al afirmar el derecho a pecados de vejez debemos definir que queremos decir con esto.
Me parece legitimo y absolutamente correcto en un mundo preocupado de la infancia y de los abusos cometidos históricamente contra ésta que, aunque se trate de una obra de ficción, en un plano académico llamemos la atención sobre vacilaciones éticas de esta envergadura, más aun cuando se trata de una novela en el sentido de Faulkner, y de la pluma de un autor del prestigio del Premio Nóbel García Márquez.
Desde que surgió socialmente el tema de la paidofilia hemos pedido que sea tratado con rigor, y me parece que el sudafricano lo ha hecho así. El argumento de Coetzee se centra en las diferencias éticas de los textos de García Márquez, Cervantes y Kawabata. Tal como han hecho notar en sus columnas Carla Cordua y Gonzalo Contreras, Coetzee es un autor que tiene clara la compleja relación que se establece entre el universo literario, el mundo real, y la biografía de los autores. Más aun, forma parte de su constante preocupación la delgada línea que separa y relaciona los diversos universos que participan de la obra literaria. Un problema es lo que ocurre en el universo de ficción de una novela, y otra si a esta le damos una valoración social que escapa a la convención literaria. Es evidente que las obras literarias pueden tener trascendencia social, y un escritor como Coetzee bien lo sabe, y juzgar sus contenidos como si fuesen reales tiene sus riesgos, más aun si le atribuimos supuestamente incidir socialmente en forma negativa. Pero otra cosa muy diferente es si en escritos de no-ficción podemos justificar hechos reales o ficticios en desmedro de inocentes, que es lo que me parece ocurre con el texto de Agustín Squella.
Me parece claro que no podemos juzgar una obra artística con parámetros normativos. He extendido intencionalmente a todo el arte la discusión ya que recientemente se presento una dura acusación de “pornografía” e “indecencia” contra el director de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Paris por una exposición que el dirigió sobre el tema de la infancia, llamada “Presunto inocente”. Es delicado querer trazar la línea. La ficción responde a convenciones que no permiten extrapolaciones directas con la realidad. El argumento moral que da Coetzee contra García Márquez me parece académicamente muy bien elaborado, y el lo resume como “fábula de redención” respecto a lo obrado, entre el nonagenario y la doncella, en su anterior novela; “Memoria de mis putas tristes cobra sentido como una suerte de suplemento de El amor en los tiempos del cólera, en el que el violador de la confianza de la niña virgen se convierte en su fiel adorador”. Es decir, en “Memoria…” Garcia Marquez habría querido blanquear su “error” de una novela anterior para la posteridad, y Coetzee no se lo desea permitir por su riguroso concepto del compromiso social del escritor. Aunque este ultimo argumento debiéramos considerarlo parte de ese complejo tema ético de la “honestidad intelectual”, sobre el que el filosofo Ernst Tugendhat nos ha llamado la atención por sus motivaciones poco claras.
En todo caso, me parece indiscutiblemente importante reconocer el valor social de la preocupación por los niños. Tiempo atrás se llamo la atención sobre el “caso” Lewis Carrol, y las fotografías que guardaba de niñas, y vale la pena recordar que el boletín de los paidofilos de Nueva York, la década pasada, se llamó el “País de las Maravillas”. Otro filosofo, Ian Hacking, hace un par de años entro al debate y nos recordó los textos de Georges Bataille, que pasaban con creces el nivel de la pornografía, sin embargo la norma debe establecerse previamente y, tal como él mismo señala, cuando aparecieron sus ensayos “nuestra moderna clasificación aun no estaba disponible”. Este argumento me parece que también es valido para nuestro Eduardo Barrios y “El hermano Asno”, texto hasta hace poco recomendado para los colegios ¿y acaso nos olvidamos de las perversiones de Rufino y Lázaro? Al respecto vale la pena releer el texto de Kemy Oyarzún “Poética del Desengaño” (LAR Ediciones, 1989).
Me parece que expuestos los “cabos” la discusión queda abierta. Squella descalifica el argumento de Coetzee sin contraponer otro argumento de fondo, sino con su idea del derecho “otoñal” a escribir lo que se quiera ¿y acaso no tenemos ese derecho siempre? Por tanto, no me parece valido el argumento, pero además no me gusta porque deja abierta la posibilidad de ejercer en la vejez otro tipo de “derechos” socialmente destructivos. De todas maneras me parece correcto el que no podemos limitar el arte normativamente, mucho menos a priori. Pero la sociedad, a través de discusiones como ésta que ha motivado Coetzee, si puede y de hecho pone limites al incidir en el acto literario, pues no olvidemos que la fase de la lectura, más aun cuando es mediada por los críticos, forma parte de este. Esto me parece absolutamente legítimo cuando, como en este caso, se trata de los derechos de quienes no pueden defenderse, y más aun cuando se trata de un escritor de la talla de García Márquez, y de un discípulo de Faulkner. La sociedad genera límites y la crítica pública y fundada es parte de ella, ya que el arte tampoco es inocente. Al respecto Coetzee, en su análisis del universo literario del colombiano, asume las diferentes formas en que da “cuenta de un mismo hecho” y estas, dice, son establecidas como “verdades”, y no solo como interpretaciones como cree Agustín Squella, quien tiene otro concepto de la verdad, valido, por cierto, pero que no es el del sudafricano.
Este último comentario tampoco es antojadizo, Faulkner es discípulo de Melville y este del gran Hawthorne. Se trata de una larga tradición realista de la que, a mi entender, a su manera, trascendente dice el, forma parte el propio Coetzee. Vale la pena recordar que “La Letra Escarlata” no es solo una letra, es la primera letra que aprendimos de la novela actual, y nos la enseño Hester Prynne, la heroína adultera que arrastra la historia de los abusados, como lo recuerda Nora Catelli en “Testimonios tangibles” (Anagrama, 2001).
Un comentario final, sobre otro argumento no declarado de Agustín Squella. En referencia a “Memoria…” señala: “A mí, que no soy crítico, sino lector, esa novela me pareció un relato tan prescindible como delicioso acerca de la esperanzadora sexualidad que puede desplegar un varón ya nonagenario”. Me parece que no debemos olvidar que los textos son convenciones. Un artículo que se refiere a otro texto, publicado como columna de opinión, en un conocido suplemento literario, solo puedo leerlo como un texto critico. Pero este, así como el problema del realismo, merece un tratamiento más extenso. Finalmente, podemos compartir la extrañeza que le causa la defensa a ultranza de Coetzee de los derechos de los animales, sin embargo este concepto él lo fundamenta, y le corresponde un contra-argumento que no leí en ningún lado y creo que merece algo más que un cometario al pasar, ya que tampoco es un tema en blanco y negro.

sábado, marzo 24, 2007

El Nobel Gao Xingjian reivindica una "literatura sin fronteras"


El escritor chino, afincado en París, participa en Barcelona en los actos del Día Mundial del Teatro "Cuando leo un texto, no distingo la nacionalidad del autor. Me interesan los seres humanos", dice:
El escritor Gao Xingjian, premio Nobel de literatura en el año 2000, se presentó ayer en Barcelona con estas palabras: "La primera vez que vine fue para hablar de mis novelas. Ahora he vuelto para hablar de teatro y de mis obras. Soy un hombre de teatro". La Fundación Teatre Romea le ha invitado a protagonizar diversos actos alrededor del Día Mundial del Teatro, que se celebrará el próximo lunes y continuará el martes, entre ellos la conferencia Hacia una nueva dramaturgia y la presentación de su libro de textos teatrales Contra los ismos (El Cobre Ediciones).
Además de novelista, Gao Xingjian --que reivindicó una "literatura sin fronteras"--, es poeta, pintor y autor teatral. Tímido y casi encogido, vestido de negro, habla en un francés susurrado: "La novela es un trabajo solitario, un monólogo interior. El autor no encuentra a sus lectores fácilmente, mientras que el teatro es todo lo contrario. Se trata sobre todo de encontrar al público. El teatro de verdad empieza en los ensayos". El padre de Gao Xingjian trabajaba en la banca nacional. Venía de una familia acomodada que lo perdió todo en la guerra contra Japón. Su madre era actriz de teatro moderno. "Con ella", recuerda de repente, "subí a un escenario por primera vez, a los cinco años, en una obra en que ella interpretaba escenas de su elección".
El escritor vive en París desde hace 20 años. No ha vuelto a China, ni piensa volver, y cuenta que la literatura de su país de nacimiento no le interesa mucho. Su carrera literaria, que se vio truncada durante la "llamada revolución cultural de Mao", renació en Francia. Allí es donde ha desarrollado su actividad como autor teatral y ocasionalmente como director escénico.
CENSURADO EN CHINA
Ha escrito 18 obras, una de ellas --La huida-- se publica ahora en traducción castellana. "Mi teatro en general es apolítico, aunque precisamente La huida es un texto político y al mismo tiempo filosófico. Cuando se estrenó en China, la prohibieron inmediatamente1". Su nombre y sus obras todavía están censuradas en China.
Entre sus autores de cabecera está Federico García Lorca, al que leía en chino en los cincuenta. "Sí, en aquella época se traducía todo en China. Leí su poesía y su teatro. En mi casa había muchos clásicos. Mi escuela era un instituto norteamericano. Desde mi infancia leí a Stendhal, Dickens, Shakespeare... Entonces en China la vida era muy dura. La vida auténtica estaba en los libros".
La revolución de Mao le puso a trabajar en el campo. De noche leía los clásicos y escribía sin parar, esos manuscritos ardieron cuando la policía registró su casa. "A los 13 o 14 años leí el Quijote. Sus aventuras me permitían entender una vida lejana. Hacía dibujos sobre esas historias, pero todo ese trabajo ya no existe, también lo quemaron".
El primer acto de Gao Xingjian en Barcelona tuvo lugar el pasado jueves en Casa Asia. El título de su charla fue Nacer en Oriente y renacer en Occidente. El autor habló de sus orígenes literarios y se declaró "escritor sin fronteras". ¿Qué quería decir exactamente? "Pues que la cultura no tiene fronteras. Cuando leo algún texto, no distingo la nacionalidad del autor. No sé de qué país es. Me interesan los seres humanos, nada más". El Nobel acentuó esta vocación universal y ahora se pasa la vida viajando. ¿Nunca siente nostalgia de su pasado? "¿De qué pasado?", pregunta, "¿de la infancia? Detrás de mí tengo varias vidas. Y la nostalgia se ha quedado en mis novelas".

Bryce ya no publicará en El Comercio


DIARIO EL COMERCIO-PERU
Fue colaborador de nuestra página de Opinión en la plana de Grandes Firmas
En explícito desacuerdo con el recuadro publicado ayer por El Comercio en su página A5 de Opinión, el escritor Alfredo Bryce Echenique ha decidido ya no publicar sus colaboraciones en nuestro Diario. Publicamos seguidamente el texto completo de su carta que hace inevitable su partida.
Lima 23 de marzo del 2007
Señor Director:
El recuadro publicado el día de hoy por el diario El Comercio es para mí simplemente inaceptable, ya que anteriormente yo había enviado un buen ejemplo de la manipulación a que están siendo sometidos mis artículos, de un tiempo a esta parte. Adjunté como prueba de ello, incluso, un artículo mío publicado con otro nombre en una publicación mexicana. Por otra parte, en las disculpas que he presentado al embajador Oswaldo de Rivero y a mis lectores, asumo con gran pena el error cometido en el envío de mis textos por mi secretaria y en mi falta de control al hacerse esos envíos, pero no asumo absolutamente nada más.
Sin embargo, el recuadro publicado ayer por el diario El Comercio me ha hecho cambiar cien por ciento de opinión: abandono mis colaboraciones con el diario El Comercio, entre otras cosas, porque como decía Orson Welles, el periodismo es un oficio en el que "hay muchas ostras, pero muy pocas perlas". Y en cuanto a las disculpas que les debería a mis lectores, prefiero utilizar solo unas palabras de León Tolstói y prometerles que "la próxima vez fracasaré mucho mejor".
Alfredo Bryce Echenique
DNI 10840749

DE EL COMERCIO
Lamentamos que el escritor Alfredo Bryce Echenique, a quien El Comercio invitó a colaborar en su plana de Grandes Firmas, y con quien hemos mantenido hasta hoy una fraterna relación, no haya comprendido nuestra preocupación por sus declaraciones a "Perú.21" en el sentido de que no sabía cómo habían llegado a El Comercio algunos artículos suyos que eran copia fiel de otros autores publicados en el exterior. Nos correspondió entonces aclarar que habían llegado de la misma manera como llegaron todas sus colaboraciones, sin manipulaciones de nuestra parte y sin dudas de que se trataba de contenidos fieles al autor, es decir a Bryce.
Igualmente ha considerado inaceptable que usáramos la palabra plagio en relación al artículo del embajador Oswaldo de Rivero cuando ello en efecto sucedió, a causa, según el propio Bryce, del envío equivocado de su secretaria, argumento que nosotros recogimos y publicamos en su momento. No podrá negar nuestro ex colaborador que en este incidente de plagio (que aunque se deba a su secretaria no deja de ser lo que es) estaba en juego su responsabilidad y también la nuestra frente a nuestros lectores. ¿Por qué no tendríamos derecho a reclamársela? En carta anterior publicada en El Comercio él ha sido crudo consigo mismo al juzgar el procedimiento de envío de sus artículos. Precisamente a propósito de ello habíamos llegado al entendimiento de que después de su próxima colaboración, que anunció sería sobre las elecciones en Francia (que ya no publicaremos), él iba a tomarse algunos meses en Barcelona para hacer un control riguroso de dicho procedimiento, y evitar las manipulaciones futuras de sus artículos, a las que nosotros hemos sido absolutamente ajenos.
Sentimos que se hayan dado tales circunstancias y que finalmente la suma de ellas nos lleve a este desenlace infeliz.

viernes, marzo 23, 2007

Documentan aparente tendencia al plagio de Bryce Echenique

El nuevo escándalo estalló esta semana, cuando el diplomático peruano Oswaldo de Rivero protestó públicamente porque el artículo “Potencias sin poder”, y publicado en el diario El Comercio apareció con la firma de Echenique.El galadornado novelista peruano Alfredo Bryce Echenique tiene una aparente tendencia a plagiar artículos periodísticos, según documentan hoy dos diarios de Lima en medio de la nueva controversia que rodea al autor de “Un mundo para Julius”.Los diarios “Perú 21″ y “Correo” demuestran en sendos artículos que Bryce Echenique, contra quien hay un proceso por plagio en los tribunales peruanos, incurrió en por lo menos cuatro casos más en que publicó como suyos escritos que en realidad pertenecían a otra persona.El nuevo escándalo estalló esta semana, cuando el diplomático peruano Oswaldo de Rivero protestó públicamente porque el artículo “Potencias sin poder”, publicado con la firma de Bryce Echenique el domingo en el diario decano del Perú, “El Comercio”, era en realidad la copia casi literal de un ensayo suyo que bajo el mismo título fue publicado por una revista de Lima en 2005.El novelista culpó de inmediato a su secretaria, de quien aseguró que por error no envió a “El Comercio” el artículo escrito por él sino el material de De Rivero que guardaba en su computadora como bibliografía, y se disculpó ante el diplomático.Los antecedentes del escritor, sin embargo, sembraron dudas.El ensayista peruano Herbert Morote lo denunció penalmente el año pasado por publicar como suyo un artículo inédito que él le había enviado para que lo revisara y le diera su opinión, pues entonces los unía una estrecha amistad.

El novelista asegura que sólo usó el material como sustento documental, pero Morote afirma que se trata de una copia literal.

“Perú 21″ añade hoy que el artículo “La decadencia del imperio americano”, publicado en marzo en “El Comercio” como de Bryce Echenique, había sido publicado tres meses antes con el mismo título y con muy pequeñas diferencias en el diario español “La Vanguardia” y su verdadero autor es el ex funcionario de Inteligencia estadounidense Graham Fuller.

“Correo” añade que el artículo “Los muertos más rentables del mundo”, publicado por Bryce Echenique en diciembre, tiene un texto casi idéntico al aparecido un año antes en “El Periódico de Extremadura” de España con la firma de Nacho Para, y que otras dos notas firmadas por el novelista fueron tomadas de la publicación virtual Galipress y de nuevo de “La Vanguardia”.
En cada caso, los diarios presentan extractos que demuestran la extrema similitud entre los textos.Incluso, se dan casos en que el autor original escribe en primera persona -”hace unos años visité la casa museo de Sherlock Holmes”- y Bryce Echenique lo retoma literalmente.

El autor de “La vida exagerada de Martín Romaña”, “Tantas veces Pedro” y “No me esperes en abril”, entre otras varias novelas que se sitúan mayoritariamente en el ambiente de las clases medias y altas peruanas, es reconocido como uno de los mayores escritores vivos del Perú y América Latina.