sábado, julio 13, 2019

LA MUERTE PASIVA

En otoño hay más nostalgia
y por lo tanto, olvido;
hay tristeza
por eso lo dejamos todo al devenir
y tomamos lo que nos venga en gana.
A veces, de impulso, corriendo bajo la lluvia
reviviendo idiosincrasia de noches anteriores
vulnerable a retornar y sentir días frenéticos
abrigo para el desahogo melancólico,
dolor inmemorial reiterativo,
reincidente,
jamás oportuno,
pasivo en cuanto pasivo,
recóndito en sucesivos escalones,
muy conocido por mí
me tienta al oído,
relatos ausentes en blanco y negro
simplismo, escalofríos,
polvo brotando de mis manos,
desquicio infiltrándose en plena calamidad
y las horas consumando el cultivo de un suicidio.

Tararear estupideces
despistarme,
hacer maniquíes humanos de restos oníricos,
estropajos, retratando
señales de ahogado;
desvestirme en una paradoja de intenciones frívolas
en tanto extraños preguntan hechos triviales
nauseabundo, siento abstracción de rostros,
voces pidiéndome,
rogándome,
sintiéndose sin mí,
sin alegorías de vida compatible
que me tienen harto,
ciempiés de letrina por causa occipital
reptando hacia esa luz
de seres vivos difuminados
con cualidades desentendidas,
con el vacío más gélido y distractor,
recuerdos moribundos como gotera en mi cabeza,
sombras aleatorias insinuando el camino infeliz,
memoria en proyección frontal
imágenes mutiladas, desasosiego sórdido,
grandes promesas incumplidas.