jueves, diciembre 29, 2016

MELANCOLÍA DEL VIOLONCHELO Y MALDICIÓN EN EL PIANO

Una pieza musical se abre paso, da inicio el drama, ella agoniza por la enfermedad, le han dicho que no tiene remedio, se lamenta más y sigue hundiéndose en la cama siniestra, ¿hasta cuándo?
El violonchelo prosigue, dos damas asisten a la pobre mujer, el violonchelo no da tregua, siguen los lamentos, la Luna entra por la ventana, parece la salvación, el piano interrumpe con la buena nueva, y ella se levanta, ha sido de súbito, es como un milagro en las sombras. Ella relata a sus cuidadoras sus tribulaciones hasta llegar a la cama, donde parecía morir sin siquiera aliento de extraños, solo destellos mortuorios de mala hierba sobrevolando la estancia en soledad donde ella contaba las horas para partir. Ahora que se siente bien, no quiere dejar de expresar todo lo que ha tenido reprimido, lo dice a cualquiera y sus ojos brillan, el piano vuelve a armonizar el júbilo de su bienestar, el violonchelo narra lo que sucedió, fue aterrador vivir al borde de la vida y la muerte, ella llora pero lo hace mirando por su ventana, el amanecer se desarrolla ante tu presencia, todo es fiel al encanto, las piezas dúctiles, el cordón de las cortinas, la suavidad de las telas, sin embargo percibe un eco estridente; ya nadie hay en la habitación, solo ella y sus reflejos, la antología de vivir plenamente la hace percibir cualquier movimiento y ruido, piensa que viene de ella y el piano expone estremecimiento, no quiere llegar a las dudas, pero es inevitable, avanza y retrocede, el piano ahora parece alterar, es temerario, el sonido se hace cada vez más agudo, mas punzante, aturde, el miedo a no tener certeza, aturde, y ella se siente desbaratarse. Las notas del piano parecen gotas de lodo cayendo a su alrededor, su belleza ahora es locura, cae de rodillas y antes de todo desea pronunciar, pero se siente impedida, está muy pálida, mueve las manos, quiere liberar poesía y el arte de explicar la sutileza de sentirlo todo al mismo tiempo, el violonchelo da tono al instante, no es más que drama que ahonda en la oscuridad, la vida es un latido, ella se resiste pero la Luna ahora se posiciona distante y eso explica la melancolía del violonchelo y la maldición en el piano. Cierra una pieza musical, vivir es breve, entenderlo dilata las interrogantes, simplemente es así y a correr los riesgos en el momento y lugar inesperados.

martes, diciembre 13, 2016

Interlude: PODRÍA SEGUIR CON LOS OJOS VENDADOS

Otra vez una Luna llena en pleno tiempo de incredulidad. Ya pasó la más gigante que deslumbró y fue un completo acontecimiento de unos cuantos minutos. Luego de tal fenómeno volvimos a ser los mismos, a mirar entre manos y descubrir que tenemos poco o casi nada de cierto, nos disolvemos al pensar, servimos como títeres que centellean y luego se apagan para adentrarse en sí mismos, en la cubierta de ego, de yo y más yo, sin creer en nada, sin pensar por qué, sin equivocarse con juicios porque no merece la pena. Podría seguir con los ojos vendados, despertarme, cumplir con los deberes y dormir placentero días, semanas, meses y hasta años, no existe nada más que lo mío abriéndose paso, mientras el polvo se disipa, la incertidumbre se reduce a un punto, los seres queridos se petrifican y el temor se traduce en risas.

sábado, septiembre 17, 2016

COMENZAMOS EN 10 y terminamos en 0

Me rio de todo y empiezo a contar. Es la decadencia de la usanza lo que me tiene retraído. No logro avanzar si antes no me fijo en muestras sucesivas de lo que muy probablemente será cuando el agrado haya pasado. Modos de charlar, variedad para convocarnos, expresiones en el puente, entusiasmo bajo el sol, las compañías superficiales por los laberintos de mall’s, por calles peatonales y senderos lejanos donde pisamos sobre piedras y también sobre adoquines de concreto, el elogio de que somos, seres revestidos de modernidad acomodando el patrimonio de años que pasan y pasan, que frecuentamos y frecuentamos con cada vez menos entusiasmo y asombro, sin reglas básicas, con olvido, eso sí, sombras transeúntes que apenas si se perciben, sin la tradicional imagen en medio del pasaje ni alrededor de las bancas que por ahora también han sido revestidas para actuar como ayer en la comodidad de hoy. 
No creo en todo esto, pero hago todo lo posible por ser ese que dejamos en la ciudad que amamos de los recuerdos. Lo que sucede es con incredulidad, de todos modos vamos a preferir no tocar lo que parece quebrantarse al experimentar un pasacalle imaginario, vamos en adyacente, por donde siempre, por lo que valemos ahora, escalones abajo, en la parte sectaria que ya se ha hecho popular, de ambulantes y vendedores de ingenio para subsistir, ya no nos asombra, es más la rebeldía se ha hecho amor sin punzada de objeto, lo hacemos por dar, en sentimientos excesivos sin nada abstracto de por medio, solo dar, levantarse del asiento y ceder cuando la calle sigue inundándose de asco y el estruendo parece allanar para el Apocalipsis, por eso resistencia, a dormir mientras llegamos y rescindir sensaciones hasta que se apague la luz y caiga nuevamente la cuenta de otro día menos en un espacio convertido en prisión, que es todo para mí como para cualquiera, pero que dedico menos cada hora que pasa.

martes, agosto 23, 2016

LIBRO DEL DESASOSIEGO (Pessoa, Fernando)

Nací en un tiempo en el que la mayoría de los jóvenes habían dejado de creer en Dios, por la misma razón que sus mayores habían creído en Él, sin saber por qué. Siendo así, y dado que el espíritu humano tiende naturalmente a criticar porque siente y no porque piensa, la mayoría de estos jóvenes eligió la Humanidad como sucedáneo de Dios. Pertenezco, sin embargo, a esa especie de hombres que están siempre al margen de aquello a lo que pertenecen y no ven sólo la multitud de la que forman parte, sino también los grandes espacios que hay a sus costados. Por eso, ni abandoné a Dios tan ampliamente como ellos, ni acepté nunca la Humanidad. Consideré que Dios, si bien improbable, podría ser y en consecuencia, también ser adorado; pero que la Humanidad, siendo una mera idea biológica cuyo significado se limita a la especie animal humana, no era más digna de adoración que cualquier otra especie animal. Este culto de la Humanidad, con sus ritos de Libertad e Igualdad, me pareció siempre una resurrección de los cultos antiguos, en que los animales eran como dioses, o los dioses tenían cabezas de animales.

De tal manera, no sabiendo creer en Dios, y no pudiendo creer en una suma de animales, me ubiqué, como alguna otra gente marginal, a esa distancia de todo a la que vulgarmente se llama Decadencia. La Decadencia es la pérdida total de inconsciencia; porque la inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón si pudiese pensar, se detendría.A quien como yo no sabe, viviendo, tener vida, ¿Qué le resta sino, como mis pocos pares, la renuncia como actitud y la contemplación como destino? No sabiendo que es la vida religiosa, incapaces de saberlo, porque no se tiene fe con la razón; no pudiendo tampoco tener fe en esa abstracción llamada Hombre, ni sabiendo qué hacer con ella ante nosotros, nos quedaba, como motivo para tener alma, la contemplación estética de la vida.

Fernando Pessoa

miércoles, enero 20, 2016

CAZANOVEL

CALOR COMO FUEGO; SUDOR COMO SANGRE Y MI PATRIMONIO DE HIELO

Cuanto tiempo sin nada que decir, todo lo contrario, quizá tenía mucho que decir y simplemente estuve reprimiendo todo mi sentir, impidiendo en mi cabeza el elaborar pensamientos y deducciones prolongadas de ese inacabable mundo imaginario que solía desembocar en este blog.
La literatura es una corriente constante en mi vida, jamás dejaré de leer, es algo que defiendo a costa de cualquier otra responsabilidad doméstica que sinceramente no me importa. Jamás dejaré de pensar una crítica o crear algún prototipo de combinación emocional y ocurrente que se vaya entrelazando mientras realizó una actividad y comparto la compañía de alguien. Jamás dejaré de conocer más y más, de buscar historias, culturas, horizontes muy lejanos donde la literatura se esconde en callecitas y rincones urbanos tan semejantes como los que encuentro cuando voy completamente solo, emulando los pasos y reflexiones de hombres como yo, que se expresan en otros idiomas, creen en alguien distinto, visten extravagantes pero que sienten lo mismo al ver y tocar, al escuchar y percibir ese universo traslucido en otro tan patético y en otro tan superficial como el actual.
Me guiaré otra vez de las pinturas, me inspiraré al atender y guardaré tranquilo las ganas inmensas por declararle mis opiniones ya sea a alguien reconocido u otro completamente anónimo.

sábado, enero 16, 2016

ZOILA VEGA SALVATIERRA Y LA NOVELA: LAS SAUCEDO

Por: Abel Rubio Loayza

Después de María Nieves y Bustamante, autora de Jorge el hijo del pueblo, se encuentra Zoila Vega Salvatierra (Arequipa, 1973); autora de Cápac Cocha, primer Premio de novela corta «Julio Ramón Ribeyro» en Lima (2006), Acuarelas (2009); actualmente es profesora de violín e investigación musical en la Escuela de Artes de la Universidad San Agustín; es digna representante de la mujer arequipeña por la escritura estética que conlleva la tradición de la novela en el siglo XXI.
Los Saucedo, familia de abolengo arequipeña; don Ignacio padre, estaba ahorcado por las deudas y desea fervientemente casar a su hija Josefa con el licenciado Antonio Jiménez de Higuereta, para liberarse, en parte, por el engaño que había creado en desmedro de su hija.
Un día se hace presente en la casa de los Sauceda, la chola Rosario, para increparle una deuda a don Ignacio. Ella, recia mujer, dueña de un tambo en las afueras de la ciudad, llamado « El cántaro de Huacaycholo». Don Ignacio le arroja un puñado de monedas y le pide que se retire.
La segunda hija de Saucedo, María del Socorro, chiquilla, quien se había enamorado de Pablo Preciado, poeta que le daba clases de música, oratoria, caligrafía, etcétera.
Doña Francisca Canta, tuvo relaciones años ha con don Ignacio Saucedo y en la cual tuvo una hija (natural) llamada Rosario; él, mujeriego, asiduo cliente del «El cántaro», lugar poco alejado de la ciudad, cercano al poblado de Chiguata.
El Visitador Real, don José Antonio de Areche; el recaudador de la alcabala, Juan Bautista Pando, quien haría respetar el Quinto Real que significaba « pagar la quinta parte de las exiguas mineras».
Enrique Ibáñez de la Fuente, hombre de poderosas relaciones, se había codeado con la sociedad de Madrid, Londres, París. Por ser hombre de honor fue invitado a la mansión de los Sucedo. Este personaje jugaría un papel importante frente a los abusos de Pando; llegaría de Lima después de la Navidad, para cobrar los impuestos en nombre de la ley. Empezó su labor en el pueblo aledaño de Tiabaya.
Faltaba tres días para terminar el año de 1779, don Baltazar de Semahnat, se alistó para ir a Tiabaya a censar a indios, zambos y mestizos del lugar. El corregidor se hospedó frente a la plaza central. Parafón, su secretario, le avisó que habían puesto un pasquín en la iglesia. En esa época los pasquines se enviaban para lanzar advertencias ridiculizantes a los rivales. Vio que hombres armados lo esperaban en la plaza para hacerse justicia. Tuvo que refugiarse en Arequipa. Con tan motivo aparecieron papeles similares en la Catedral y en varios lugares; se habían extendido los pasquines por Cayma, la Chimba y Characato.
María del Socorro preguntó a Pablo Preciado ¿que era un pasquín?, le respondió que era « la voz de la libertad». En 1789 solía hablar el pueblo con firmeza mediante ellos, que era el único instrumento válido para manifestarse. Debemos añadir a propósito, que los arequipeños: « Son tozudos y difíciles de contentar. Cuando quiere hacer algo, lo hace antes que se le pida, pero cuando no quieren, se movilizan como mulas, no son obedientes sino arrogantes y tienen la maldita costumbre de protestar por todo».
Una tarde en el Golpe de Agua don Francisco de Alcántara de Sigüenza y su hermana doña Eufrasia, le advertían a Josefa que don Saucedo había transgredido su herencia, por eso quería casarla con el licenciado Higuereta.
Un día de tantos llegó Rosario a la casa Saucedo llevando consigo un pasquín. Lo había arrancado de la capilla de San Antonio, quien lo puso era nada menos que Matías Corrales, marido de Rosario. La revolución había comenzado con ellas: Rosario, Josefa y Matías Corrales; pero el poeta Preciado era el autor de los pasquines.
La asonada no se dejó esperar; empezó cerca de las diez de la noche, Josefa dormía; se levantó, sintió en la calle una llamarada de voces extrañas que decían «iViva el rey, muera el mal gobierno!». Don Ignacio dijo a su familia, voy a terminar esto de una buena vez, y salió; después de dar una vuelta, doña Juana le siguió cautelosamente y al ver a su marido envuelto en un manto de sangre; Josefa reconoció a su padre por las espuelas y el traje de milicia, quien fue hallado con el cráneo aplastado por un sillar.
En el pasaje Santa Rosa, Matías y sus hombres tenían algunos mosquetes, pero el arsenal eran picos y palas de faena. Rosario con las otras mujeres, se encontraban repartiendo chicha para asir la moral de los alzados. El resultado fue diecisiete arrestados y treinta y siete muertos. Al amanecer Arequipa fumaba la paz, había desistido de seguir en la brega. A la salida del sol, los cadáveres fueron colgados en la plaza para escarmiento de la chusma.
Llegaron a saber que Matías y su mujer se hallaban en Brasil trabajando en alguna mina de diamantes, y no se supo más de ellos.

Pablo Preciado, encontrándose aislado en una celda, fue enviado a la mazmorra del Real Felipe en el Callao, por ser intelectual de los pasquines. Enrique Ibáñez se perdió por dos años. Estuvo en Lima pagando a abogados, valiéndose de gente influyente para sacarlo de la cárcel a su amigo Preciado. Josefa se encontraba enamorada de Ibáñez. Se tomaron de las manos y fueron a saborear el famoso chocolate que maese Carbajo preparaba. Es el final de la novela de 457 páginas.