sábado, julio 23, 2011

LA EDUCACIÓN ÍNTIMA


Mi educación no expresa nada, es como la sencillez de la austeridad en un camino abierto. No podría decir que soy indiferente al respeto de las formas que se prestan graciosas y cálidas cuando me llega el alago o en el lastre de las relaciones domésticas provocadas por el privilegio de ser ciudadano; simplemente no me importa la elocuencia extraña que se debe asumir y todo lo demás que está por encima de mi tolerancia como la agresividad que provoca la figura de su condición, el escalofrío del populismo, los decálogos románticos, las caricaturas familiares, ni el drama físico para compadecer, entre otros que son intimidad. Prefiero evitar que los sobresaltos de emociones ásperas no me demuestren al primer intento su efímero y vergonzoso compromiso, ya no quiero explicar lo que no dije por ensombrecer abruptos, ni agradar bondadosamente levantando la mano con el objeto de enmascararme de cualidades.
Mi dedicación es asentir, negar  y comprender con acciones lúcidas las intenciones que sus ideas monótonas desean conseguir. Leer lo que les inquieta y sentir lo que les aflige  no me parece un tedio de intuiciones que luego me irá generando juicios y juicios groseros e irónicos pocas veces constructivos; y es que someterse irreflexivamente para encajar en cualquier  situación por la gracia vanguardista de extender los vínculos valorativos que recrean los escenarios de la importancia me parece poco atractivo y falto de todo sentido. 
En cualquiera de sus dimensiones la complejidad por ascender  a  la cima de esa aceptación será tácita cuando su aventura los lleve demasiado lejos para nunca más retornar libres al inicio que muy bien pudo ser el encargo de su final. Esa armonía educada que estará en un clima de desolación se habrá deformado en un abandono insufrible lleno de apetitos  insuficientes.

Aquella videncia me motiva a conmover con brevedad puntual y con unas cuantas indicaciones prudentes la variedad práctica de soluciones que pueden oxigenar momentáneamente la represión que siente cada cual distinto del otro en un paralelo que podría representar la educación singular que gradúe las relaciones bajo los códigos discretos que la reserva del silencio esclarece con el significado cauto de la medialuz como si se cayera en una correspondencia monocromática en ausencia de las combinaciones inútiles por parecer un abanico colorido que altera con su palabreo ondulante la sintonía natural que da el entendimiento.