miércoles, marzo 25, 2015

Interlude. BENDICIÓN ORIGINAL


No tuve necesidad de abocarme a una actividad en específico,
no tuve inquietud por creer en un dios,
no lloré por alguien puesto que no albergo recuerdos a mi alrededor, 
no sufro por ilusiones que al proyectarse resultan contraproducentes,
no espero nada a cambio porque jamás hice un favor.
Tengo varios nombres, no obstante me daría lo mismo no tenerlos,
no deseo amar o lo que es lo mismo no me interesa expresar;
la vida transcurre y yo transcurro en su misma trayectoria,
he aprendido que seguir el camino del día siguiente es relativo
porque nacer y morir se originan en la misma oscuridad.

lunes, marzo 23, 2015

MÚSICA [implícito]

La música inventa un paralelo,
los elementos sobresalen en cuestión de milésimas
me divido del núcleo ensordecedor que lo cuestiona todo.
Quiero ser una isla y seguir en una dimensión de perspectivas por encima del cero.
La hora no avanza,
mi rostro se resiste a expresar,
mi cuerpo es un constante trémulo de emociones, movimientos…
Quiero ser el mismo
con el tiempo en retroceso
recobrando el ritmo alternativo de Roots, del Dub, del Lounge, del Punk, del Trip Hop;
y por qué no,
del Cancionero de Sillar. 

sábado, marzo 07, 2015

DEVORAR EL MUNDO

Un cuarto para la medianoche y la neblina obstruye en cualquier dirección la visión de las calles que me vieron crecer, el sentido para huir y el camino de vuelta a la casa de los sueños.

Lo que deseo es liberarme, pasos fuera de mi hogar, olvidar la infancia, ignorar los objetos que nunca tuvieron valor, salir, escapar, desenvolverme. No sé porque lo hago, es un impulso —como caer— alguien me motivó, me lo decía al unísono y sin embargo lo desconozco. Tengo puesta una vestimenta corriente que no abriga pero me tiene ligero, es lo que menos importa cuando sigo avanzando y me abro paso en la espesura turbia de esta noche inusual. Necesito saldar cuentas con quienes se atraviesen en mi camino e intenten decirme un no. Sigo sin rumbo, quizá dando vueltas, girando en la incertidumbre, con una extraña iluminación a mí alrededor que me señala a cada instante; maldigo esa luz, maldigo el protagonismo persuasivo y la característica de mi percepción en un relieve agresivo de formas y trasgresiones abismales, con esta imposibilidad de ver a unos cuantos metros de distancia.

Grito:

¡Son unos cobardes de la intemperie, reflejos de otros que rehúyen al clima, destructores  del creador, indiferentes del hombre, egocéntricos de su insignificancia, críticos sin experiencias, prometedores abreviados en un impulso, pusilánimes del cambio, melancólicos en su laberinto cómodo, conformistas de la rutina, causantes de ocio, pesimistas por frustración propia, competitivos del sarcasmo e ironía, opositores del sinsentido, de la espontaneidad! Solo quieren sentirse bien con las puertas cerradas y la vida negada de aire, con su existencia agotada de quehaceres reiterados cada día y mediocridad de servirse en su refugio dúctil que conserve todas sus represiones.

No le tengo miedo a nada y esta neblina tampoco es un escenario anónimo para despotricar las vergüenzas personales de seres comunes acongojados en sus secretismos humanos, en sus vicios para seguir asumiendo y, acobardándose ante los tenues fenómenos naturales que trascurren de noche y se disipan de día, como las aspiraciones de ser ese alguien que nos perturba en la decadencia y nos alienta de ilusiones cuando el poder significa dinero.

Nuestras posibilidades son inmediatas, nuestro ímpetu es un destello en un mar negro y pesimista, la juventud es un cheque en blanco emitido por un desconocido, una figura retórica, una cuestión emocional de errores y cojudeces que nos gratifican expresarlas, alardear, presumir con la intención de alimentar nuestra propia creencia virtual de que seremos diferentes, eternos y grandiosos, más que cualquier otro y en condiciones diversas, tirados en la suavidad, bramando en el calor, imaginando ese fin de semana, la persona perfecta y el objeto complementario que nos haga felices por un momento, pero también míseros en los anhelos protectores, hasta encasillarnos en definitiva a este mundo apretujado, que quiero devorar a patadas y esparcir con desgarro a la intemperie, con ganas absurdas de sacudirme el calor corporal y enfermarme ante el temor de revelar descarnado todo lo que importa de esta sociedad que no debería importarme un carajo, porque finalmente es recíproca la indiferencia en la claridad bajo el sol todopoderoso y en medio de esta neblina que me velará hasta el amanecer, cuando por fin el sol de las 7 a.m., se lleve el total de inquietudes de cada rostro, en la destartalada movilidad de siempre, con destino al automatismo habitual de apenas existir en el vicio cíclico de espera a que todo suceda, sin preguntarse por qué y para qué.