viernes, agosto 21, 2015

El MITO QUE SOMOS, DE ALBERTO VEGA HERRERA


Por: Abel Rubio Loayza

Nació en Arequipa en 1932. Ha publicado Tierra interna (1956), Palabra natal (1960), La arena del tiempo (1965), Poesía (1970, 2002) y El Mito que somos (2015). En cada poemario se entrega de lleno a sí mismo, con el verbo unificado que purifica su experiencia estética, la que se afianza en el libro que informamos de conformidad con la tradición literaria peruana.

El motivo que lleva el texto encierra una variedad de propósitos y experiencias que van desde El arte poética a Las hetairas de Safo en parangón con la ciencia literaria y el autoconocimiento crítico que posee la poética de Alberto Vega en correspondencia con la secuencia estética, donde el poeta circunscribe las características valorativas del significante; de esta manera asistimos a su Arte poética, que argumenta: «el borrador/ del poema/ viene dentro/ en los genes», «Los poemas perfectos no existen/ porque la Poesía/ es impredecible/ No se sabe el rumbo exacto/ de lo llamamos inspiración». En El mito que somos: «Pero más que este poema/ hijo del ocio/ creador del mundo/ y autor secreto/ del enigma que es el hombre», « de ti solo queda/ el altar/ y no precisamente/ para desposarte». En Museo: «No existen dioses/ que no bajan a la Tierra/ a enmendar su perfección/ con un poco / de flaqueza humana». De Epílogo: « ¿lo que eres/ no interesa/ sino/ lo que los demás/ creen que eres». Vocatio ad cenam: « Por azar llegamos/ a este mundo/ y solo por suerte/ existimos todavía». El mar/ la mar: « el poema que hago a diario / como mi vida y mi muerte/ me corroe a cada instante/ como tú desgastas los peñascos». Tour: « Todo el museo de Luvre/ no puede con la risa/ de la Mona Lisa». Elogio de Santa Catalina: «Si hay un sitio / en el universo / donde Dios se animara/ a existir/ ese sería Santa Catalina». El Beso: « Y sobre todo tener bien puestos/los cinco sentidos en esta serenata/ que suele ser la carne», « Una blusa blanca de punto/esculpiéndole el busto/ponía el cielo a sus pies», « Hasta tus prendas íntimas/ eran de hilo negro/bordándome sobre tu sexo/le pena más excitante». Las hetairas de Safo: «El amor/es nuestras patria/ de que fuimos expulsadas», « yo me embriago/de ti/ para olvidar/ que debo recordarte», « Mi olvido te añora/ y sobre él/ te escribo/ este poema/ que nunca leerás/ como jamás/nos volveremos a tocar», « una mano en la cadera/ la otra tocándote/ el cabello/ que el viento acaba de agitar/ sobre tu frente/ ceñida de guirnaldas».

Es, pues, el fenómeno del mito el que nos conduce a situaciones muy profundas de la naturaleza humana; se encuentra profusamente disperso en los peldaños de nuestros actos o creencias; sin embargo, se suele emplear esta voz con demasiada irreflexión, esto es, con un vago sentido de perfección, sin considerar que es lo opuesto a lo razón y a realidad segmentada. Al mito no pretendamos asirlo como algo definitivo a ultranza; su esencia es algo inefable e incomprensible desde luego, por consiguiente, su identidad es muy confusa; le permite adaptarse a cualquier terreno o circunstancia como el magnífico grafotexto de Alberto Vega, El Mito que somos, que testimonia con su verbo el traslado de una serie de circunstancias específicas de su yo poético, y profundiza toda una gama de posibilidades estéticas que impresionan desde la primera página.



Nos suscribimos a él, por ser Alberto Vega uno de los poetas más completos de su estirpe en el continente, lo que nos lleva a una identificación a través de la lectura del libro, cual es, saborear su magnífico quehacer in perpetuum, pues su palabra otorga dimensiones inauditas en el espíritu del hombre humano que, según Umberto Eco, sería específicamente la lectura de una persona modelo y no, por supuesto, la del lector netamente empírico.

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