martes, febrero 14, 2012

FERNANDO PESSOA: RECUERDOS

De Charles Dickens — Pickwick papers

Mr. Pickwick pertenece, sin duda, a las figuras sagradas de la historia mundial. No se pretenda, por favor, que nunca existió: lo mismo le sucede a la mayoría de las figuras sagradas, y aún así, han sido vívidas presencias de consuelo para un número considerable de desgraciados. Digamos, si un místico puede afirmar su personal cercanía y clara visión de Cristo, cualquier hombre puede, entonces, afirmar su visión clara y cercanía personal con Mr. Pickwick.
Pickwick, Sam Weller, Dick Swiveller— han sido presencias personales y cercanas de nuestras mejores horas, irremediablemente perdidas a través de algún truco ilusionista que nada tiene que ver con el tiempo y el espacio. Han pasado de nosotros en una forma más divina que la muerte y los hemos conservado en la memoria de una manera más auténtica que el recuerdo. Las humanas ataduras del tiempo y el espacio no los unen a nosotros, ni deben lealtad a la lógica del tiempo ni a las leyes de la vida ni a las veleidades del azar. Nuestro jardín interior, donde ellos deambulan, está adornado con las flores de todas las cosas que hacen plena y placentera la existencia: la hora después de comer en la cual todos somos hermanos, la mañana de invierno en que juntos caminamos, los días festivos en que los desenfrenados gestos de nuestra imperfección— verdades biológicas, realidades políticas, sinceridad, deseos de aprender, el arte por el arte mismo— descansan en el inexistente más allá de las colinas cubiertas de nieve.
Leer a Dickens es obtener una visión mística— pero, a pesar de que él insista que se trata de una visión cristiana, no tiene nada que ver con una visión cristiana del mundo. Es una renovación del viejo festival pagano, la antigua alegría Báquica en el mundo que sigue siendo nuestro, aunque transitoriamente, por la coexistencia y plenitud del hombre en la comunión del bien como parte de la humanidad perenne.
Es el trabajo humano, y la mujer no tiene ninguna importancia en él, del mismo modo que en el mundo pagano ocurría y es verdad. Las mujeres en Dickens son de cartón y aserrín para empaquetarnos a sus hombres en el viaje desde el espacio del sueño. La alegría y el entusiasmo de la vida no incluye a la mujer y los antiguos griegos, quienes practicaron la pederastia como una institución de bienestar social, lo supieron desde el principio hasta el fin último.
Las mujeres de Dickens son muñecas, pero todas las mujeres, en realidad, son muñecas. Algunos pensadores en el Concilio de Nicea, afirmaron que la mujer no tiene alma. Su existencia es bi-dimensional frente al tri-dimensional psiquismo del hombre. Las mujeres son mero ornamento para la vida del hombre— de su vida como un animal, le sirve al hombre para satisfacer el instinto, de su vida como ser social, le sirve para dar continuidad a la sociedad en que el hombre  vive  y, para el trabajo, creando de nuevo como un ser intelectual, le sirve como parte decorativa del mundo exterior, con paisajes, porcelanas, fotografías, muebles antiguos…
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Su caricatura elevada al supremo arte hace de lo irreal un cierto modo de realidad. Mr. Pickwick tiene más sólida densidad que algunos de nuestros conocidos, existe mucho más que nuestro vecino y es una persona más viva que docenas de ellas, como la Trinidad…
En algún lugar seguramente, cuando una mano nos despierte al sacudirnos por los hombros o aún los mismos dioses adelgazados en la mentira, el Destino permitirá un Paraíso para aquellos que comulgaron en Pickwick, aunque no en Cristo, que creyeron en los dos Wellers, aunque no en la divina Trinidad. Vivirán recluidos en la gloria del Cielo y en los tormentos eclesiásticos del Infierno, sin olvidar del todo al viajante tuerto del saco, desdeñando apenas algunas cosas como la ausente camisa detrás de la sucia corbata de Mr. Bob Sawyer.
Ese es el destino de las alegres cosas que nunca existieron, de las tristes cosas que pasaron también. Pero las cosas que viven por el mero gesto de su creación— su Ática permanencia… su Báquica permanencia, el dinámico esplendor de la conciencia, la transubstanciación de la normalidad.

Fernando Pessoa
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(Los primero cuatro párrafos, tecleados a máquina de escribir por Pessoa, fueron publicados en Páginas sobre Literatura e Estética de Antonio Quadros, Europa-América, Lisboa, 1987. La continuación del texto, escrita a mano en el reverso del mecanoescrito, fue publicada por primera vez en The selected prose of Fernando Pessoa by Richard Zenith, Grove Press/New York, 2001, pp. 217-218.)

miércoles, febrero 01, 2012

Lector Cautivo : ERNESTO SABATO

HETERODOXIA
Masculinización y crisis (En Hombres y Engranajes)

Extracto: 
…La característica de la nueva sociedad es la cantidad. El mundo medieval era cualitativo: el tiempo no se medía, se vivía en términos de eternidad, y el tiempo era el natural de los pastores, del despertar y del descanso, del hambre y del comer, del amor y del crecimiento de los hijos; era un tiempo concreto y vital, hogareño, femenino. Tampoco se medía el espacio, y las dimensiones de las figuras en una ilustración no correspondían a las distancias ni a la perspectiva, sino a la jerarquía. Cuando irrumpe la mentalidad moderna todo se cuantifica: aparecen los relojes mecánicos y el tiempo se convierte en una entidad abstracta y objetiva, masculina; y aparece el espacio matemático, el espacio objetivo tal cual es, masculino, no tal como el pequeño realismo hogareño de la mujer lo imagina, a base de subjetividad y mito, sino el espacio sin límites, para la gran aventura por mar y tierra, el espacio de los cartógrafos y navegantes. Relojes, mapas, geometría, balística, proporción y perspectiva en el arte, letras de cambio: todo configura el nacimiento de un mundo varonil, un mundo de poder y abstracción…

Desde luego que puede leerse como la autobiografía espiritual de Ernesto Sábato, que iluminan los vacíos actuales e históricos, desde el cual muestra sus revelaciones por un espejo desgarrado, sobre temas como los abismos del alma, el dilema eterno del bien y el mal - ética- y las cuestiones que partiendo desde nuestro propio universo constituyen la formación de cada género y el orden existencial que corresponde a cada uno.