miércoles, abril 30, 2008

JORNADA UTÓPICA


Ir como ese hombre al peregrinaje
ir como si vendría hacia el extremo de…
perdido entre lo que no sabe
pensando lo que nunca había pensado,
con la mirada fija en eso 
¡eso!
eso que lo hace inmenso grandioso
fuerte
todopoderoso,
ese horizonte cercano
que siempre es cercano
pero realmente es inalcanzable
lejano
lejano
imposible
intocable.

Los ojos están dejando de ver
lo que viene acabando,
la materia está por encima de la superficie,
agonía, 
de repente la sed es culminante.
Una nueva jornada de utopías, 
decae,
los silencios se contrastan
hasta los límites,
está de vuelta
y nadie sabe porque lo hace.

lunes, abril 28, 2008

ERES UNA TORRE DE CONOCIMIENTOS


Éramos torres blancas sin tallado
sin laberintos que entrañar
sin el pintoresco conocimiento de la cultura,
éramos paginas blancas en conservación
como serenos e intangibles,
en el agua mansa inamovible
viviendo sobre nosotros,
dando vueltas por el paisaje redundante
prestándonos las mismas oraciones
del día anterior y de la próxima noche.
Sin embargo esa atalaya que parecemos
inquieta por la fluorescencia del pensamiento
levita ,se aleja, languidece ,se extiende
siguiendo al impulso de incógnitas
en el espacio foráneo que se abre camino.
Nuevas alturas del conocimiento
se despejan
sobre la naturaleza de la nada,
vamos dividiéndonos cualitativamente
con los fenómenos que nos confunden,
fiebre continua de alfabetos
nueva tierra, nuevo firmamento,
entes desconocidos sobrevolando la cavidad de nuestro juicio.
Con la conciencia de todo
y la ignorancia mermándose con el progreso
nos abrimos al cielo dorado
en que planean personajes diminutos
elaborados por la ficción del hombre,
aletean con el epítome de sus alas
elementos mágicos de la inteligencia,
los vuelcan en nosotros
que ahora somos una torre bibliotecaria
reestructurados en innumerable paginas escritas
por los mas grandiosos del pensamiento
y todo lo demás alrededor.

sábado, abril 26, 2008

OLVIDARÉ Y SUCEDERÁ


Sucede cuando menos se espera
sucede sin advenimiento
es un bucle sin alto
nadie tiene en cuenta, pocos lo pensarían ,
sucede
sucede como el son din son,
atrevimiento con menosprecio ,
ninguna ocasión es precisa,
por mi parte tomo en cuenta lo que no esta sucediendo
pero sucede
y vuelve a suceder.

Nunca estuvo dentro de los planes
porque andamos perdidos por ahí
ingenuos
adorando el desconocimiento
con el rostro avergonzado de gracia
ocultando las imperfecciones
y volviéndonos indefensos
como niños de casa,
a la deriva del transeúnte desprevenido de la multitud
completamente despistados,
buscando en el portafolio
documentos complejos del sentido social,
hurgando en la fantasía del aire
estremecimientos vanidosos,
holgando mas la civilidad
con el pañuelo impecable.

Retornan los sucesos
a suceder vuelve a suceder
simpatía actual del entretenimiento
relajándose en adulaciones, en cortometrajes sin causa
distracciones de corto plazo
en consolas
en memorias de soporte insostenible
baladís disgregados manoteando las ordenes
que neutralizan
la materia significante;
el trance del olvido sucesivo
altera la locura incontrolable
¿Qué debía hacer a las cinco?
¿A quien tuve que ver saliendo de aquí?
¿En qué estoy pensando?
Ocuparse en algo para no cometer una demencia
Encauzarme en el sentido estricto;
Sin embargo
Esto que esta dejándose en el olvido
disipándose con la ayuda indebida ,
afuera el peso de aires de pereza
ensueños de algodón que desaparecen al contacto,
caricaturas de imitación color diatriba,
las playeras del verano que se quedaron húmedas
agitando, agitando,
promoviendo ,desequilibrando
el lugar inestable de recuerdos
de lidiar antes ,ahora ,después
las prohibiciones, lo que debe de…
lo que está dejando de….

La promesa de hacer justicia con los horarios
de romper el hielo con quien se tomó distancia,
amnistía al ser querido
abandonado por mi obsesiva predilección frívola
¿Qué hacer con la indiferencia fruncida?
Tomar nota, beber algo saludable
empezar a obedecer
cuando esta sucediendo lo peor
en el caso de…
cuando el momento está…

Reiteradamente olvidando
olvidando
olvidándonos
sintiendo
sintiendo en lo momentáneo
la capitulación de un manso salvaje,
de miradas traslúcidas sin resolución
desiguales en la medida del condicionamiento,
componentes que nada avisan
citas enumeradas en la cima de papel doblado
sucesos renovados porque están debajo,
salpica la cama en timbres
sucede en otra parte
suena dentro de nosotros
pasa volteando la página
cuando lamentablemente acaba de suceder.

martes, abril 22, 2008

EL ROSTRO ESCÉNICO


El dialogo que no deseo hacer
se desenvuelve entre monólogos escénicos;
mi voz solo quiere callar
mi voluntad únicamente es para mí ,
¿Qué hago entre quienes se prestan palabras de gratitud?

Estoy como si no estuviera
viendo las geometrías que me traducen espacios irreales,
oyendo mis propias voces interiores,
sublimando en mi cuidado
creaciones acústicas inhibidas;
como viviendo para adentro
como ignorando todo lo que no soy
como respirando de mi atmósfera pensativa.

Mi rostro grabado de desentendimientos
es el cuadro impreso de escrituras migratorias
que van deambulando mi piel
hilando mí traje social con demencia.
Mi rostro grabado
es sobrepuesto con mis manos tímidas
de máscaras gestudas de entretiempo
y adioses cada vez mas invisibles de percibir.

viernes, abril 18, 2008

EL ARTE DE LAS PALABRAS: POESÍA

El POETA, fusión de pintor y compositor, guía su pluma tanto con el espíritu como con la mente. Por ello, los excelentes versos comúnmente nos hacen inspirar o reflexionar, nos accionan a reír o a llorar. La teoría dice al respecto: “En muchos casos la poesía es un conjunto de palabras ordenadas de tal forma que producen una impresión profunda y repentina. Esta es una de las razones por las que grandes poemas […] resultan inolvidables en todo sentido”.
Los poemas bellos pocas veces brotan de una mente trivial, pues este arte expresivo es amigo inseparable de las cuestiones más trascendentes: las relaciones personales, el afecto, la espiritualidad, la naturaleza, el sentido de la vida, etc. No es de extrañar, por ende, constituya una de las mas antiguas expresiones del arte. Al compararla con la prosa (el lenguaje común escrito), así describan lo mismo y tuvieran la misma calidad de redacción, “el verso se leería cien veces, y la prosa solo una”.
No obstante, como ya es de conocimiento general, la poesía adopta variadas formas. Una puede que rime, otro puede que no, y en ocasiones, hasta parece semejarse a la prosa.
¿De que trata o de que se compone entonces la poesía?
Según definiciones mas exactas dice lo siguiente: “Arte de realizar composiciones rítmicas, escritas u orales, con la intención de deleitar mediante pensamientos hermosos, ingeniosos o elevados”, y “producción literaria que sigue una medida; poema”. Hay que notar dos elementos clave que distinguen a la poesía: ritmo y la medida. El ritmo forma parte del mundo que nos rodea: en los movimientos climáticos, en las estaciones, en los fenómenos del mar, etc. En los poemas, el ritmo es la cadencia del sonido que produce la expresión, esa repetición que se percibe en la lectura. La medida es el número y la distribución de las sílabas en cada verso, que varía de unos poemas a otros. La rima es también un recurso poético popular. Habitualmente riman los sonidos de la última palabra de cada verso, aunque, por supuesto, hay diferentes modalidades. Unas veces, la correspondencia de sonidos se encuentra en el verso siguiente; otras, más adelante.
El haiku, poema japonés que no se sujeta a la rima, es famoso porque expresa pensamientos grandiosos con sorprendente brevedad.
Leve es la primavera:
sólo un viento que va
de árbol en árbol.
------------------------------
Mientras lo corto
veo que el árbol tiene
serenidad.

Comprime las ideas en tan solo diecisiete silabas repartidas en tres líneas, de cinco la primera y la tercera, y de siete la segunda (en la traducción ese número se modifica). Para muchas personas, incluso niños pequeños, el haiku se ha convertido, por su belleza y sencillez, en una deleitable introducción a la poesía.
La poesía ostenta tradicionalmente la distinción de condensar multitud de ideas en pocas palabras. En algunas definiciones se señala que las composiciones poéticas “evocan mucho mas de lo que dicen. Despiertan la imaginación. El lenguaje poético es un envase a presión, en el que la fuerza de un solo vocablo logra que el cerebro se dispare y que todo el poema estalle en el pensamiento”. Desde luego, algunos poemas necesitan leerse varias veces antes de que “detonen” en la mente y sea posible captar su significado.
Para finalizar esta breve concepción, al fin de obtener el efecto deseado, el poeta selecciona las palabras, tal como el joyero elige las gemas. Una característica notable es la singularidad a la que se debe el ritmo intelectual, o de conceptos, empleando diversos recursos literarios. Las ideas de cada verso pueden ser sinónimas o contrastantes. Y el ritmo sirve espectralmente también como aglutinante para unir las metáforas, la sencillez y la lógica irrefutable.

domingo, abril 06, 2008

FICCIONES DE LA CIENCIA FICCIÓN

CIENCIA FICCIÓN
Precursores y visionarios
No es habitual destacar la profunda influencia que ha ejercido durante todo el siglo pasado una literatura que, sin dejar de ser despreciada por los teóricos, gozó de una envidiable difusión.
Lo primero que nos sugiere esta circunstancia es que la ciencia ficción ha sido una herramienta eficaz para la divulgación masiva de ideas científicas, capaz tanto de alentar ilusiones de progreso indefinido, como de sembrar temores sobre ese mismo progreso.
Sin embargo, el escritor de ciencia ficción suele aparecer ante la opinión pública como una suerte de profeta, capaz de anticipar en años, décadas o siglos los desarrollos que la tecnología, inexorablemente, habrá de producir. Hoy creemos que no existe un determinismo tan estricto en el progreso tecnológico, que aparece ligado a los factores políticos, económicos o sociales.
Tampoco es necesario atribuirles facultades paranormales a los escritores de ciencia ficción, que nunca pretendieron poseer la bola de cristal. De hecho, han tenido muchos más fracasos que aciertos. Cualquiera de las enciclopedias especializadas nos permite rescatar al ignoto escritor que previó cada invención, a veces con lujo de detalles. Pero sus fracasos caen en el olvido, como ocurre con las hipótesis científicas refutadas, que sólo interesan a epistemólogos e historiadores.
Mucho de lo que la ciencia ficción “anticipó” se volvió tecnología cuando alguien se puso a pensar que era algo posible de hacer y otros pensaron que les convenía. Es por ese camino que el género ha llegado a incorporar a nuestro lenguaje palabras como “televisión” (Gernsback) “astronáutica” (Rosny), “robot” (Capek) “robótica” (Asimov) y “ciberespacio” (Gibson). Pero los aciertos son sólo una parte de la cuestión, si tenemos en cuenta las predicciones fallidas. A veces ocurre que los autores con mejor base científica resultan ser los más conservadores, y sus anticipaciones envejecen en pocos años. En cambio, una creación poética como el Marte de Bradbury sigue resultando sugestiva a pesar de que no tiene nada que ver con lo que muestran las sondas espaciales.
La fórmula más acertada sigue siendo la de Stanislav Lem, quien alguna vez dijo que se alimentaba de bibliografía científica, pero sostuvo que del mismo modo que la vaca come pasto y es imposible encontrar partículas verdes en la leche, en la buena ciencia ficción la información está metabolizada.
Los profetas fallidos
Hoy sabemos que aquella bala espacial con la que Julio Verne pretendía alcanzar la Luna hubiera matado a sus tripulantes al despegar y la antigravedad de Wells sigue siendo un sueño, pero es notable la rapidez con que han envejecido textos mucho más recientes.
Basta tratar de releer un gran éxito de hace medio siglo, Ciudades en vuelo (1954) del microbiólogo James Blish. Fue una de las primeras de esas trilogías que años después invadirían el mercado. Blish explicaba la idea central de su libro (la antigravedad) con un copioso formuleo matemático, bastante convincente para el lector no experto, pero su edificio tenía insospechadas fallas estructurales. En los primeros capítulos, se preocupaba por aclarar que en el planeta Júpiter era imposible usar dispositivos electrónicos “porque las válvulas no resistirían la presión ni la gravedad”.
Ya se conocían los transistores, pero Blish creía que para el siglo XXII seguirían existiendo tanto las válvulas como la Unión Soviética. Reservaba a los transistores para el futuro lejano, pero caía en el ridículo al imaginar que en el futuro los cristales de germanio serían tan valiosos como para convertirse en el patrón económico y que la galaxia sería colonizada por buscadores de germanio y uranio. Hacia el año 4000, sus astronautas seguían usando reglas de cálculo y copiaban sus planos en un mimeógrafo, algo que ya comenzaba a ser reemplazado por la fotocopia.
A la hora de ponerse audaz, Blish vaticinaba para nuestro tiempo la derrota de todas las enfermedades infecciosas y hasta un “antibiótico” que eliminaría las degenerativas, haciéndonos a todos inmortales, con más optimismo que rigor.
Parecería que los aciertos de los escritores de ciencia ficción han sido el resultado de una suerte de bombardeo de saturación. La enorme cantidad de hipótesis (a veces lanzadas por científicos de profesión) que se dispararon en los tiempos más felices del género, hacía probable que alguna diera en el blanco.
Los padres fundadores
“Ciencia ficción” es un rótulo impuesto por los editores de revistas estadounidenses en las primeras décadas del siglo XX. Tratándose de una calificación comercial, es tan práctica como insuficiente para dar cuenta de la variedad de autores y temáticas que abarca.
Si queremos rastrear las vinculaciones del género con la ciencia y la tecnología convendría distinguir entre “ciencia ficción” (un campo en el cual hay que incluir las ciencias sociales) y “tecnoficción”, que abarcaría las llamadas “anticipaciones”.
Históricamente, se diría que el género estuvo a la zaga de la ciencia, aunque en tiempos más recientes parece haberse producido algún tipo de interacción, desde el momento que hay muchos científicos entre sus lectores. La ciencia ficción especulaba en las fronteras de la ciencia desu tiempo. Los autores de tecnoficción, en cambio, hacían una suerte de “ciencia aplicada” imaginaria, y arriesgaban ideas que a veces resultaban realizables.
Entre los antepasados del género estuvo Kepler, uno de los padres de la ciencia moderna, cuyo Sueño astronómico (1616) fue uno de los primeros viajes imaginarios a la Luna.
Cuando la electricidad irrumpió en los salones cultos del siglo XVIII todavía era una suerte de “fuerza vital”. No bien Galvani logró contraer las patas de una rana muerta con una carga eléctrica, Mary Shelley imaginó su Frankenstein, un Golem que ya no estaba animado por la Cábala sino por el poder de la electricidad.
Luego vino el auge de la ciencia aplicada, con Pasteur, Liebig y los Politécnicos. Junto con ellos nació el positivismo. Su primer fruto fue la obra de Jules Verne, tan pesimista en lo político como rendido admirador de los inventores, capaces de viajar a la Luna y al centro de la Tierra, de volar y andar bajo las olas. Fue la primera tecnoficción, pero sus “telefonoscopios” y “ornitópteros” envejecieron rápidamente sin que la pobreza literaria de Verne permitiera rescatarlos.
El otro padre fundador, H.G. Wells, fue mucho más especulativo que Verne en cuanto a la física. Pero había sido discípulo de T. H. Huxley y fue capaz de introducir en el género temas como la evolución, la entropía y la crítica del darwinismo social, con su Máquina del Tiempo de 1895.
La ciencia en la ficción
La teoría atómica también atrajo a los escritores de ciencia ficción desde sus comienzos y el modelo atómico “planetario” de Rutherford les sirvió a muchos de excusa para imaginar aventuras de capa y espada en mundos de tamaño subatómico. A partir de las geometrías no euclidianas y la relatividad algunos se sintieron autorizados a concebir mundos “paralelos” que se desplegaban en otras dimensiones.
El positivismo verniano renació en los Estados Unidos con Hugo Gernsback, un inventor y editor de revistas de radio y electricidad. El fue quien impregnó al género del espíritu de Edison y Tesla, de cuya mano llegaba la segunda revolución industrial.
En esos tiempos Edison encarnaba el “sueño americano” y Lenin definía su programa como “los soviets más la energía eléctrica”. Ford ponía a los Estados Unidos sobre ruedas y Marinetti, inspirador del fascismo, alababa la velocidad y el vértigo. Todos parecían compartir ese futuro imaginario que proponía la ciencia ficción, aunque obviamente diferían en cuanto a los medios.
Durante la Depresión, la ciencia ficción orientada por Gernsback se hizo eco de las ideas de la Tecnocracia, un movimiento político autoritario que proponía establecer una dictadura de ingenieros en los Estados Unidos. Para ese tiempo, un tercio de los lectores de ciencia ficción eran científicos o ingenieros, y algunos la leían porque “en los cuentos, los experimentos nunca fallan”.
La Edad de Oro
A fines de los treinta, John W. Campbell (1910-1971), un ingeniero que había sido alumno de Norbert Wiener en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachussets, Estados Unidos), le dio un viraje decisivo al género, poniendo un gran énfasis en la coherencia lógica, la seriedad científica y la credibilidad de las tramas, y fue el primero en darle espacio a las ciencias sociales. A su sombra, crecieron Asimov, Heinlein, Blish, Weinbaum, Anderson, Miller, Pohl, Sturgeon, Simak y otros clásicos.
La llamada Edad de Oro del género duró desde la bomba atómica (1945) hasta el Sputnik (1957). Campbell le impuso sus obsesiones personales (la guerra nuclear y la parapsicología), la hizo más crítica respecto de la tecnología, y la abrió a las nuevas “modas” de la divulgación científica, como sería la antimateria en los años sesenta.
Luego vinieron las nuevas cosmologías, los agujeros negros, los “túneles de gusano” y las naves “taquiónicas”. Pero cuando los temas eran tan ambiciosos, a menudo los recursos literarios resultaban insuficientes. En una novela del veterano físico Poul Anderson (Tau Zero, 1970) unos privilegiados astronautas lograban presenciar el colapso final del universo, sin reparar en que en ese caso no sólo ellos sino también el espacio mismo colapsaría.
En los ochenta, la corriente cyberpunk introdujo el tema de la realidad virtual, exitosamente combinado con elementos de policial negro. Para entonces, el avance de la tecnología de efectos especiales ya permitía incursionar exitosamente en el cine, y acabaría por darle el triunfo el espíritu circense de Hollywood. La última novedad parece ser las Teorías del Todo, como ocurre en El instante Aleph, de Greg Egan (2000).
La corriente que actualmente se erige en baluarte del rigor científico suele contar en sus filas a investigadores y divulgadores, pero sus productos dejan bastante que desear frente a los buenos libros de divulgación. Cuando uno lee la serie Marte rojo, Marte verde y Marte azul, de Kim Stanley Robinson, sabiendo que el autor trabajó durante años para la NASA, comienza a dudar si no estará leyendo un proyecto de ingeniería.
La tecnoficción y el imaginario
La crítica universitaria, que comenzó a ocuparse tardíamente de la ciencia ficción y acostumbra explicar la literatura a partir de la literatura, no suele investigar la influencia que el género pudo haber ejercido en procesos tan importantes como el poder nuclear y la carrera espacial.
En lugar de considerar a los escritores de ciencia ficción como visionarias capaces de anticipar el futuro, habría que verlos como sembradores de ideas y promotores de proyectos que la tecnología asumirá en cuanto el poder se interese en ellas.
Ocurre que el satélite artificial fue ideado por Arthur Clarke y John Peirce. La radioastronomía (E.E. Smith), la televisión, el radar y el corazón artificial (Gernsback), la ingeniería genética (Williamson), las resinas epoxi, los plásticos y los semiconductores aparecieron en las páginas de las revistas de ciencia ficción mucho antes que en las científicas. También la robótica, que hoy estudian los ingenieros, fue una ciencia imaginada por Isaac Asimov hace medio siglo.
Puede que la ciencia ficción haya sido la menos perceptible y la más persistente de las ideologías, que alentó el deseo de innovación tecnológica indefinida y puso en circulación objetivos que en su momento parecían inalcanzables, hasta generar la voluntad de alcanzarlos. Hoy podría ser el último soporte de la ideología del progreso indefinido, y no es casual que en las últimas décadas se haya vuelto tan tímida en cuanto a imaginar un futuro mejor.
Treinta años antes de Hiroshima, la energía atómica ya desempeñaba un papel protagónico en los relatos de H.G. Wells, Alexander Bogdanov o Karel Capek. Los físicos que hicieron la Bomba leían (y hasta escribían) ciencia ficción, y sus anticipaciones estaban en muchos relatos de la época, a punto de despertar la desconfianza del FBI. Leo Szilard, autor de aquella carta que persuadió a Roosevelt de la necesidad de construir la Bomba, escribía ciencia ficción, y entre los lectores estaban Edward Teller, el físico que impulsaría la bomba de hidrógeno norteamericana, y el propio presidente Truman. Hasta el movimiento antinuclear posterior le debió mucho a las obsesiones de Campbell, quien hizo cuanto estuvo a su alcance para despertar la conciencia del peligro. Luego, vino la carrera espacial, el proyecto kennedyano de distensión política que realizaba todas las fantasías de la ciencia ficción: Hannah Arendt fue una de las primeras intelectuales en darse cuenta, en el prólogo de La condición humana. La “conquista del espacio” era el metarrelato de la ciencia ficción y la NASA fue su instrumento.
Campbell estaba en lo cierto cuando reunió a sus colaboradores para festejar la llegada de Armstrong a la Luna y les dijo: “Nosotros lo hicimos, por pocos centavos la página”. También los rusos rescataban entonces a Konstantin Tsiolkovski, que había escrito ciencia ficción, y el astronauta Yuri Gagarin confesaría ser un lector adicto.
Hacia los años ochenta, comenzaron a confluir los proyectos espaciales y los bélicos con la Iniciativa de Defensa Estratégica de Reagan, conocida como Star Wars. Detrás de ella estuvo un lobby civil de la ciencia ficción, liderado por Jerry Pournelle, Larry Niven y el veterano Robert Heinlein.
Con algunas contadas excepciones, la ciencia ficción no previó la computadora personal e Internet, la gran revolución tecnológica de las últimas décadas. Pero fue William Gibson, un escritor del género sin otra formación que una Licenciatura en Letras, quien acuñó el concepto de realidad virtual y puso en circulación una exitosa palabra, “ciberespacio”. En cuanto a los robots, circulaban en la ciencia ficción cincuenta años antes de que Toyota comenzara a fabricarlos.
Los sueños de la razón
La ciencia ficción ha sobrevivido al colapso del progresismo moderno, aunque ha dejado de generar ideas inquietantes, para reflejar las tendencias del mercado o convertirse en expresión del desencanto.
En cuanto comenzaron a hacerse realidad sus fantasías tecnológicas, los medios parecieron darle vía libre a sus expectativas mesiánicas y a sus extravagancias que han dado origen a varias pseudociencias.
Algunos de los mitos que seducen al hombre de hoy provienen de un imaginario de ciencia ficción que ha comenzado a invadir la realidad. La consumación de la ciencia ficción como industria ha venido a adjudicarle el papel de una ideología: todavía somos capaces de imaginar la tecnología del futuro, pero parece que hubiéramos renunciado a pensar un futuro más justo.

martes, abril 01, 2008

HISTORIA DE ESPEJISMOS (relato)


Estaba caminando como un vagabundo por la orilla de una cequia, cuando de pronto me detuve frente a un campo abierto de alfalfa con césped de los que había en aquel lugar, de pastos verdes para el alimento del ganado. Llevaba una fatiga de enumerar mis pensamientos y todo lo que mis ojos iban viendo en el camino, estaba además extasiado de absorber el viento fresco de la hierva, tal ves por eso y también por un juego de fútbol que se realizaba en ese campo es que hice un alto y tomé posición con cautela cerca a un arbusto para observar con comodidad y reserva esa distracción. Había alrededor de ocho sujetos dándole con mucha vehemencia al juego, sin embargo mi atención se enfoco en las acciones que llevaba a cabo uno de ellos que era un niño de doce años aproximadamente. A primera impresión me parecía un buen jugador, formidable en ese menester, pero era obsesiva mi curiosidad hacia él, algo desconocido que ignoraba por completo me hacía seguirle con toda mi percepción, y no era necesariamente su buena disposición para el mencionado deporte -actividad la cual yo también la practicaba con excelente aptitud y era una de mis favoritas- era la extrañeza que me causaba cuando intentaba relacionarlo con algún recuerdo de mi mente y no podía, parecía que no solo lo contemplaba como la típica forma en que se hace, lo que estaba haciendo sin percatarme de aquella forma ,era que estaba pensando dentro de él, algo que resultaba totalmente imposible y que me causo un gran asombro. Pero sostuve que podría ser el sentido poco ortodoxo de sus movimientos con mi eventual ensoñación, o un absurdo que me recordaba a algo o alguien. Después de varios minutos de experimentar ese fenómeno, empecé a sentir un desorden depresivo en mi cabeza, sin embargo esto no fue obstáculo para acercarme mas hacia él, observarlo mejor y encontrarle un no se qué, pero de un instante a otro me sucedía algo nocivo que me perturbaba con desconcierto, fruncía mi frente y se cegaba por instantes mi vista hacia el estado de la absoluta invidencia. De inmediato me alejé con mucho cuidado de no llamar la atención y me di vuelta para regresar por donde había venido, hasta llegar a la más próxima avenida donde un autobús me llevaría a casa… 
En una de esas tardes con el sol desgarrado en las alturas de paisajes imperfectos del lugar mas remoto, se me terminaba el aliento por el arduo trabajo del día, una jornada mas de labor había llegado a su final y me apresure en llegar al paradero de buses que a la vez era un cruce de trenes, lugar popular donde se aglomeran peones esperando a que algún hacendado les tome para la carga y cosecha en el campo. Aborde una ruta que me llevaría al centro de la ciudad, el vehículo lucia envejecido con poca gente en su interior, lo cual al menos era un alivio. Tome asiento cerca del conductor, cerré la ventanilla que traía un viento gélido cortante y saqué un pequeño libro para leerlo mientras durase el viaje. En frente de mí había un niño sentado con una gorra que le ensombrecía el semblante hacia el anonimato, cabizbajo de yerbas en los pies y un costalillo de zanahorias que eventualmente lo encubría entre sus piernas. Al desnudar mejor su rostro con mi vista me fije claramente que era el mismo niño del juego de pelota, busque entonces sus ojos y como por intuición humana el se percato de mi observación aunque no se mostró claramente hacia mí, porque el blanco de las miradas se vio imprevistamente interrumpido por un desorden mental que me contrajo y después sucedía otra vez, fruncía mi frente y se cegaba por instantes mi vista hacia el estado de la absoluta invidencia. Padecido de estos síntomas, de súbito hice parar el bus y baje deprisa en busca del primer centro de salud que hubiera, minutos después me vi perdido entre el transito, entre la multitud…
Días después en el andar sin sentido de una noche serena y espontanea de sin razón aparente, como si fuera una tregua para desmemoriar la existencia del todo, alimente mi sendero pausado, con la sedada imaginación de mi fantasía, con la nostalgia perdida en alguna aventura o recuento no habido. En ese andar con los bolsillos holgados de tanto sostener mi letargo, me di cuenta que estaba caminando en medio de un pasaje muy breve algo sombrío de casas parecidas y jardines sin protección, entre ellas había una pequeña casa de sillar, con puerta de calamina entreabierta, me detuve, una profunda atracción espontánea me dispuso a entrar por esa tranquera, pronto lo hacia con esmerado cuidado, para no causar ladridos de los perros en las azoteas contiguas. Penetre sigiloso en el interior, como si fuera una sombra cruce el patio, y ya en el umbral de aquel inmueble empobrecido pude conocer que estaba compuesto de un solo ambiente con una pequeña división en el medio de muebles antiguos que a la vez impedían ver la otra parte, la cual seguramente sería el dormitorio. Dentro había una luz tenue que venia del lado no visible, mi curiosidad ya era insostenible y seguí el rastro de esa luz, asome la cabeza por uno de los objetos de la división y descubrí un cuadro melancólico, la luz era nada más que una vela encendida que daba claridad a tres niños en una cama endeble, los niños mas pequeños dormían a ambos brazos del mas grande, lo hacían como en un sueño eterno. El niño que los cuidaba y que era el único despierto fue recogiendo su semblante, como instantes de suspenso, lo hacia con dificultad con el rostro ungido en esa desgracia; de inmediato lo vi todo mas diáfano y estremecido, aquel pequeño, personaje extraño de mis anteriores historias de espejismos ¡era yo mismo!

En ese desequilibrio de emociones, fui descubierto en mi espionaje, él me examino hasta las profundidades de mi asombro, no se alarmo ni se sorprendió con mi intrusa presencia ¿o quizá su propia presencia? solo me dijo en una entonación trémula: ten cuidado con los roedores son una plaga, están en todas partes, pueden terminar comiendo tu carne, será mejor que los acabes sin temor, pero no los contemples llorando, si no paralizarás tu mente, tu cuerpo, y tu vida para siempre...