viernes, abril 05, 2024

VeNGANZA & DíSTOPíA


El domingo muy temprano mientras el sol se asomaba deslumbrante por el este arequipeño, decidí retomar unas lecturas que dejé pendientes desde unas semanas atrás. Mis lugares para leer suelen variar, en ese momento me vino a la mente el techo de mi tercer piso, lugar ideal de noches gélidas y penumbra que estimula en mí un buen nivel de lucidez, donde suelo repasar ávidamente lo libros electrónicos que tengo descargado en la Tablet. Entonces, con todo listo, me apresuro a subir; la luz natural del día lo deja ver todo, el amancer es fenomenal, esta vez no llevo ningún dispositivo pero sí libros de papel, como es el caso del II tomo de la Edad de Oro de la Ciencia Ficción por Isaac Asimov y Moby Dick de Herman Melville, textos que ya los tengo muy avanzados. 
Después de colocar estas obras encima de una mesita de madera y acomodarme en su silla, retiro el separador y comienzo con Moby Dick, una obra universal reconocida que tiene además de una historia, informaciones, detalles y aspectos de no ficción referentes a la vida en el océano, puertos, pescadores, navegación, etc. Cuando inicio una jornada de lectura lo hago con algo no tan exigente para pensar e hilar, de hecho pragmático, con descansos y entre capítulos que no necesariamente tengan una secuencia para retener en la mente y tomar nota. 
Ya teniendo avanzada esta lectura unas 28 páginas y en postrimerías de un nuevo capítulo al parecer muy distinto por la alternancia que el escritor da a entender, cojo su separador, lo ubico allí y cierro el libro, ahora su contextura me sirve como soporte de inclinación para el libro de Asimov, entonces lo abro y de igual manera continúo. Indudablemente con el ritmo logrado y lo mucho que disfruto de la ciencia ficción, más si se trata del Pulp americano seleccionado por éste mismo escritor ruso-americano, sus páginas son un placer para mí, el mejor estímulo intelectual para imaginar y por qué no, también para intentar un relato en borrador y luego corregirlo. Cuando ya tengo 15 páginas leídas, oigo las primeras voces de la mañana, el ruido vespertino de autos, canes, proveedores y en fin gente que sale muy temprano y su inevitable estridencia al caminar. Sin embargo, eso no es inconveniente para mí, estoy entrenado para soportar unos grados de decibeles por encima de lo normal. En esta ciudad uno tiene que asumir un montón de cosas, sobrellevarlas y hasta aceptar la normalización de actos y hechos desagradables y sórdidos  para mantener una convivencia condescendiente. Ante esta situación, mi ritmo de lectura ya no es el mismo, ha disminuido, tengo que concentrarme más y ya no solo es cuestión de leer, sino de deletrear y vocalizar párrafos enteros que me parecen importantes, los pasajes de lectura ligera los trato de resolver con un trámite visual algo más dinámico de lo acostumbrado, no quiero perderme nada pero tampoco quiero demorar mucho en mi objetivo de acabar este relato antes que sol gigantesco me alcance, me invada el calor corporal, los hastíos por cualquier cosa y finalmente esa temible llamada a desayunar. Unos minutos después, cuando creo haber alcanzado un equilibrio entre mi concentración y el margen cotidiano de los ruidos molestos, dos eventos me sorprenden de súbito, mi pareja que ha subido de puntillas la escalera y sin darme cuenta se encuentra cerca a mis hombros y un grupo de personas que está abajo, en la calle, en frente de mi casa, es un vecino y algunos más que sé muy bien quienes son. Y aunque estoy a un paso de resignarme para concluir por hoy mi lectura, algo me dice que esta vez debo persistir y, mantenerme firme en mi noble objetivo de acabar lo que tenía planteado. Mi pareja se sienta en la otra silla de madera que está en frente mío, coge su celular y hace lo que todos, yo mientras tanto intento a cualquier precio de mantenerme concentrado y no perderme ningún detalle de las historias que voy descubriendo, la ciencia ficción es muy complicada si no se entiende cada de uno de los elementos que el autor va insertando en cada párrafo, cómo éstos no son convencionales, procesar todo esto con la información que se tiene de diversas ciencias y cultura general, su entendimiento se haría una tarea altamente tediosa, más aún si se deja inconclusa por algún motivo. No quiero que sea así, no quiero irme de este lugar pero me es imposible retomar y razonar lo que voy leyendo, esa gente que está en la calle ha sacado sillas, una caja de cervezas y ha subido el volumen de su equipo de sonido. En muchas oportunidades he podido sobrellevar esta situación, no obstante, ahora es imposible, son gente que ya no le importa nada, es la escoria de la sociedad actual, beben en la calle a la hora que desean, un día cualquiera, emiten diatribas totalmente soeces y altisonantes, y ahora hay un sujeto en especial que pregona en su manifestación irritante todos los actos delictivos y vulgares que un hombre está dispuesto a hacer sin la mínima vergüenza al qué dirán o las sanciones que en teoría le debe imponer la justicia; en este país al día de hoy y tal como ocurre en la extensión latinoamericana de nuestros países, la delincuencia, el crimen, la violencia y el sin fin de delitos que por norma general terminan siendo impunes, son un cáncer agudo que avanza y se acrecienta conforme los gobiernos populistas pasan, prometen, la economía de mercado corre a la velocidad de los fuertes y las diferencias se ahondan, los vacíos se hacen resentimientos y la educación es solo un negocio más, una oportunidad perdida, una generación negada y obligada a resarcirse para mal desde la oscuridad del delito y el libre albedrío, sabiendo que el sistema esta roto, las autoridades podridas, las leyes le son benevolentes y las penas un saludo a la bandera de un par de meses o un par de años para entonces operar desde la clandestinidad de la prisión, que al mismo tiempo es su cuartel general, la disposición de más delitos y crimenes como si todo simplemente fuera un juego de apariencias y actos que nadie está dispuesto a comprometerse para resolver porque las mafias y la delincuencia en todos los niveles, se han convertido en el orden democratico actual que debe mantenerse tal y como está, sin intentar mano dura o sentencias realmente severas y hasta inhumanas para quienes son inhumanos, no solo quieren una sociedad en la oscuridad sino hostilizar y mantener en vilo y enrejados en su casa a quienes si quieren un país prospero y apacible, en confianza entre sus ciudadanos, sin el temor de andar o expresar algo que a uno lo haga sentir bien. 
Me muerdo los labios porque nada va a cambiar, así llame a quien llame para que intervenga a esa gente, no lograrán más que se escondan otra vez y vuelvan a salir jocosos para continuar su celebración acostumbrada, esa gente ensombrece la tranquilidad de todos los vecinos, también hemos sido sus víctimas, cada uno de nosotros, vivimos al tanto de lo que puedan hacer y soportando a diario el disfrute de sus delitos, las vivas de su statu quo inquebrantable, ni el Serenazgo, ni la Policía, ni el Ministerio Público, ni con pruebas de las cámaras de seguridad y la interminable lista de denuncias y sus múltiples antecedentes delictivos, los han hecho ocultarse y menos retroceder en sus acciones, todo lo contrario, a estas alturas ya son una organización criminal, la justicia la tienen comprada y la manipulan a su placer, todos los sabemos pero nadie, ni civiles, ni uniformados de la ley pueden siquiera intervenirlos con severidad y de un solo golpe. Aquí cada uno ve de alguna manera su seguridad y se defiende como puede. 
Hay momentos como éste, harto de vivir así y asumir este rol pasivo de espectador atemorizado, impotente de hacer lo mínimo siquiera, es que por el bien de todos me siento decidido a inmolarme por una causa más que justa, su muerte inmediata, como si se tratara de un enemigo de guerra que se debe eliminar, tal como le digo a mi pareja, ‘quisiera tener un dispositivo entre mis manos que al primer contacto con la superficie emita un flash intenso y oscuresca en se mismo instante todo cuanto lo rodea en ese nido de ratas, como si fuera un acto fantástico de combustión que apenas deje en ese lugar una extraña sombra por lo que pudo haber existido alguna vez’, negarles la vida en un instante y desbaratar por completo esa maldita casa que mucho oculta y desde donde se planea todo acto perverso y delictivo, no obstante, estoy conciente que no puedo hacerlo, soy un ciudadano apacible de buenas intenciones, creo yo, de comportamiento respetuoso y que desea lo mejor para su familia como para el país donde vive, mi ímpetu de venganza que son similares a los que siente el hombre frente a la ballena en Moby Dick y la forma distópica y genuina muy propia de la ciencia ficción, de cómo llegar a realizar semejante proeza, significan un arrebatado comprensible por hacer justicia con propia iniciativa, forman parte de esa imaginación quizá estimulada por el cotidiano de una dura realidad y la literatura de noches y madrugadas, donde me socavo en un lector oculto entre las sombras de un barrio cualquiera, de una inmensa ciudad que duerme e ignora que se convierte con el paso de las horas, en el refugio perfecto para la delincuencia urbana.