lunes, mayo 25, 2020

EL ÚLTIMO RETRATO


***Tributo a Rosita

Marzo otra vez en el calendario como algo imprescindible por esperar. 
Mi horario de trabajo por fin me deja libre, hace mucho frio a pesar de que aún no asoma la noche, me apresuro en caminar, es algo instintivo, lo sé, solo tengo una idea en mi cabeza, huir del centro de la ciudad, llegar pronto a la casa de mi abuela, eso hago, no lo medito, solo lo hago, camino inspirado en el afecto que tendré, dejando atrás la monotonía gris. Miro cosas, desafío fijamente el caos acostumbrado de las diligencias, del comercio, de la dinámica caótica aprisionándote la existencia, pretendo fumar para tragarme la frustración de este todo desbordado sin remedio, pero recuerdo que tendré dos o tres días de estreñimiento, la gastritis me tiene jodido y no necesito agudizar más mi salud. Mis manos siguen inquietas, mis pensamientos están en otro lugar, todavía siento una presencia tras mis pasos, aún tengo en mente la duda de saber quién pronunció las últimas palabras antes de… Todavía sueño una vida mejor, sigo esperando paciente la última puesta de sol y que alguien sin rostro pueda alcanzarme y me toque el hombro.

No puedo calmar el movimiento de mis ojos, se alertan por cualquier acto de vida, necesito café pero no lo encuentro, aun así no puedo sentarme en una mesa sin compañía, por eso camino, trato de despejarme y pensar en esa anciana tan querida viviendo en el barrio de los recuerdos, delicada de salud en esa cama desordenada, con algún niño jugando a su alrededor, durmiendo quizá a sus pies o en su cabecera donde custodia Cristo y su legión de santos y santas inamovibles. Pensar que en el patio de su casa el día se hacía interminable y las visitas nunca faltaban, como los pensionistas de las empresas de venta de automóviles, del parque industrial, ellos, familiares, extraños, gente de paso todos por su carisma y su magia en la cocina, sombras permanentes alrededor de la higuera del jardín, saliendo y entrando por el zaguán de los saltos y las escondidas, levantando la mano para saludar o decir hasta luego porque al final todos volvemos, retomamos el camino perdido y nos encontramos en una jarana, jalando ollas de ponche o comida, decorando con faroles las viviendas en la fiesta de las cruces mientras los pirotécnicos anuncian que las tradiciones siguen vivas y a la mañana siguiente te espera un plato de comida, en tanto la música suena y tu abuela sigue allí, nunca de mal humor, siempre contenta por tener presencias con ese abrigo que lo componía todo para brillar y sonreír a pesar de los rincones de angustia y las deudas anunciadas como los pasos de un gigante.

Caminar sostenido a un árbol que tiene una nube en lugar de hojas, floto en las pruebas atemporales para fingir y temer, tengo los pies sobre la tierra pero marzo se hace irreal, salgo a merodear por un puente, tiento la superficie para no pisar en falso, tomo entre mis manos el acero de una baranda que da vista a un precipicio y me fijo en la Luna como un gran ente difuminado, tras la espesura de una atmósfera mística, siempre glacial, un ojo empañado me acompaña para sentir sonambulismo, una entidad autómata atraviesa mi oído, el sonido es más perturbador con el retrato de un vecindario suspendido en el tiempo. Es una gran visión para besar el rostro de esa gran madre, esconderme en su habitación, donde no está más, e imaginar que también descansé profundamente después de sentir el afecto de sus manos...

Interlude: OMNISCIENTE I


Es sueño o realidad
pasar de un lugar a otro,
a otro bien
a otro mal
a otro distinto
deficiente, irreal, consumado de conceptos fríos
rasgos en miniaturas,
de otro a diversos
de un símbolo a un ángulo discreto.

Aguardo más,
necesito una rueda gigante acelerando mi sentido defectuoso
mientras mi respiración resuelve sensaciones encontradas.
Dormir demasiado es presentir un esbozo del día siguiente,
ver que las cosas nunca anduvieron bien,
percibir a gente indeseable hablando sin parar de cosas triviales,
palabras y palabras fáciles, 
simples, 
redondas,
elocuentes,
salpicadas de ocio,
que nada significan,
temas comunes que hierven en mi organismo
indigestión.

domingo, mayo 24, 2020

FIEBRE MARGINAL


Rememorar lo que pasó por mis ojos,
creer en lo insignificante y su efecto dantesco.
Tuve la sensación de una pequeña charla 
cuando el libro consumía mi vitalidad.
Un par de palabras para decirme esto o aquello
sin tener plena conciencia de escucharlas al unísono.

En simultáneo,
atisbar cautelosamente por encima del edredón,
no molestar el estado de conciencia,
los espectros del amanecer son las cuatro paredes,
solo se puede oír una explicación tibia
 ver el mundo es visibilidad
acumular deseos es ensombrecerse, 
excusas como ordenes habituales
para contraer pan,
las advertencias en la bolsa,
ahora que ser libres confronta una causa común,
alterar la vista desdeñada
por el persistente síntoma del párpado perplejo,
y el acoso secundario del cultivo social.

Muchos frutos ceden podridos,
no marionetas
no sonámbulos por doquier;
tenía mi propio régimen altruista,
era menester salir al frente
desencajar la retórica disconforme 
y ceder a una narrativa imparcial;
no hay modo de seguir un propósito
si sabemos por urdimbre popular 
un proceso igualitario en marcha,
un reconocimiento básico si tomas el micrófono
y dices tu nombre.


Esclavo digital

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miércoles, mayo 20, 2020

CÁMARA SIN ECO


Tendré que callar,
me sinceraré conmigo mismo,
no dejaré rastro para dudar,
asumiré el devenir bajo cualquier precio,
no diré nada a nadie,
será como viajar en el tiempo:
Un hombre como cualquiera 
de los que van y vienen,
siendo testigo de una historia conocida,
aunque con los ojos del que ve siempre
y del que habla cuanto es necesario.

Retomar el ciclo invisible
siempre será la iniciativa,
voy a consumirme en un cartucho rojo de inteligencia,
iré pensando
con el paso del buen clima a mi favor
y la literatura experimental estallando dentro de mí.
Voy a dejar en libertad mi naturaleza contenida,
una vorágine sombría me cercena en uno, en dos…
Si pierdo concentración un mínimo instante
la vuelta atrás me diluirá en un charco lastimero,
conmigo arrastraré algunos objetos mágicos
olvidados en una remota historia de utopías;
estímulo, desahogo para transitar por línea peligrosa,
en dirección absurda subiendo la tangente
aprendiendo a empuñar muy firme,
temple para condensar silencio y resistir despierto
oleajes de medianoche, 
violencia entre cuerdas,
con muros imaginarios puestos delante de mis sentidos
a pura fuerza de negarme a aceptar
un maldito vaivén innecesario tradicionalmente ruin,
que me dispone involuntario a la deriva,
sin mencionar reflejos vocales
sin emitir juicios o comprender lo que sucede en la vida real.
Asimilar, nada porque alterarse,
nada del otro mundo como dirían, 
contar los minutos con los dedos
tragar saliva y dominar el arte de fingir o dormir 
mientras la crónica no se detiene,
permutando con el pasado y las sensaciones inestables
que me reflejan inmortalidad en fotografías a prueba de todo,
frente al polvo que desaparece
y el olvido que es cubierto por un gran desmonte de posesiones 
y cargos miserables.
No necesito más que una presencia,
agua diáfana vertiéndose a mi rostro,
reinventar los recuerdos con más caminatas,
asumir soluciones en orden consecutivo
con mis intenciones bajo control,
todo correrá sin flujo porque preocuparse,
nada surgirá mientras sea yo quien lo permita.

domingo, mayo 03, 2020

ENCUENTRO EN EL ESPEJO


Al parecer todo anda bien, de eso no hay duda. Sin querer he dado por hecho el agua potable que utilizamos, la luz eléctrica para cualquier propósito, la nevera siempre abastecida, una tienda a la vuelta de la casa, el transporte particular o masivo en cualquier horario, toda la ropa que tengo en el armario y en fin decenas de cosas que utilizamos cotidianamente y que son y no son indispensables según como cada uno vea si le es útil, sin embargo, hay algo que no está claro, hay algo extraño en toda esta comodidad, estando todo a nuestro alcance y siendo nosotros el fin supremo, como veo que lo es, aunque no sea lo que yo piense necesariamente. Este ideal de prosperidad desde luego es mejor que el de otras épocas, el ciudadano de a pie lo siente así, no obstante, siento indignación por el precio de estar y pertenecer al lado visible de esta historia, no nos hemos percatado por el modelo de vida que tenemos como objetivo final. Todo bienestar obtenido por el hombre es un perjuicio para el planeta a corto o largo plazo, de consecuencias mínimas si el raciocinio es el individuo, de proporciones ingentes si la felicidad popular son las grandes demandas cumplidas, por un anhelo errado de industrialización para exportar e importar en competencia constante. El intercambio a gran escala no se detiene nunca, solo una pandemia como la actual ha permitido un respiro, un alto obligatorio en la demanda mundial de una persona, de millones que solo vemos por la ventana el gran caos ahora refundado en una tierra nueva, en una esperanza quizá renovada. La consigna es no esperar otro golpe, por el contrario, se requiere actuar de inmediato, hacer hasta lo imposible por encontrarnos en el espejo y asumir, sensatos, lúcidos, reflexivos, que nuestra forma actual de vivir tiene un costo a cada minuto, sentirse bien no es una burbuja renovable ansiosa de más aplausos, de cifras económicas en positivo, prosperidad, orgullo estúpido… 
Algunos sentimos una inquietud desmedida, acumulada por mucho tiempo atrás. Esta situación debe cambiar, es urgente tomar el control, pasar del individualismo al colectivo, de la acumulación a la austeridad férrea y analizar punto por punto qué hace posible este ciclo perverso y, abolirlo en un plazo inmediato, como se resolvieron en su momento las injusticias históricas hacia la mujer, las páginas oscuras de la esclavitud, el sentimiento exacerbado del racismo, la hambruna de los pobres, la crueldad hacia los menores, los derechos del trabajador, el voto universal, las guerras sin derechos civiles y en fin tantas batallas en todo el mundo que aún siguen pendientes, no obstante, lo que toca ahora es capitular ante los hechos que no son razonables, que siempre conllevan al estatus vacío de la apariencia, a la exquisitez del gusto que está devorando hombres, tierras, recursos y crea esa gran ficción del orden social, del primer, segundo y tercer mundo, encubierto y concentrando grandes decisiones que construyen y destruyen por el poder del dinero, algunas veces bien utilizado por unos cuantos bienintencionados pero despilfarrado por la gran mayoría, el cual goza de poder adquisitivo como nunca lo tuvo y no considera reparo en alcanzar el nivel de vida que tanto anheló y hacer de sí un rey deslumbrado en su propio laberinto de lujos, vicios y pretensiones ostentosas, simplemente porque cree merecerlo después de años de trabajo, estudio, ahorro, sufrimiento, por el entorno, por los amigos, por la familia, por las exigencias que plantea el sistema; cree ser merecedor porque en la vida que llevamos siempre necesitamos un trofeo, algo qué alcanzar, algo en qué gastarlo como se debe y claro sin detenernos a pensar en los excesos, nada porque sentirnos arrepentidos ya que el ahora jamás te cuestiona. La gente no vive pendiente en cuánto se mueve la estadística de todo lo que hace o deja de hacer, cuánto impacta esto en su medio social o en las cifras macroeconómicas, asumiendo que como él, muchos en un tiempo distinto también actúan de la misma forma. El instante íntimo de una persona perdura en el reducido espacio en que nos movemos y existimos, sin pretender ir más allá, donde desemboca el agua, donde se pone el sol o donde se cierne un fenómeno extraño sin interés para la forma de ver o pensar acostumbrada, solo lo hacemos como nos demanda la circunstancia, por encima de muchos, a expensas de un interminable proceso de hombres, trabajo y producción en distantes puntos del planeta, lo cual hace notar los nexos de manipulación para mantener el engranaje operativo del gran sistema global que ha creado interdependencia por unos cuantos urgidos en solventar su nivel civilizado y otros millones puedan solventar su pequeña felicidad monótona alienada, venida a menos.
Es urgente, reitero, por las ideas insertadas, por la acumulación de vicios, por las excusas de esta globalización para dar a los mismos y quitar a los de siempre con métodos renovados de ciencia y entretenimiento, retomar el estado de sensatez, girar el reloj de nuestro destino y sentarnos cara a cara a resolver el por qué coincidimos siempre en la misma catástrofe y nos contradecimos a final de cuentas. 
Las circunstancias reales obligan por otro lado a afrontar a nombre propio un acto deliberado por el bien común, sin ayuda de extraños, sin apoyo superficial, el aislamiento es una excelente situación aleccionadora para entender cuáles son las condiciones selectivas de vida, cuáles son sin quererlo mis condiciones tras un mea culpa, sin solicitar opiniones, sin elevar el asombro que puedo expresar o sentirme victima en desgracia para quejarme o denunciar, haciendo el llamado al líder que no existe, al castigo que no será severo, al sarcasmo para la vergüenza, a un cínico que ya ha perdido toda dignidad y hace burla de lo que pienso, mi manera de ver la vida, de lo que asumía correcto y sano. Es por eso que yo mismo lo haré, canalizando mis deberes y también mis derechos, sometiendo el sistema a la culpa de todos los males, a que no existe un hecho desprendido sin un sacrificio de por medio. El dinero no lo cura todo y las heridas se agudizan más. La distancia debería sentirse de un modo cambiante. Los mejores momentos son definitivamente en presencia, una reunión al mediodía, una tertulia en la noche, caminar, vivir intensamente la actividad, sin medir consecuencias psíquicas teorizadas para que las asumas como tal, sin los deseos desquiciados por estrés al leer el comunicado de tu propia vida en un dispositivo inteligente, con tu rostro ya de por sí agotado, con la presión del cuerpo sometido al rigor de la competencia y el direccionamiento laboral de occidente, quien impone las reglas, te destroza el cuerpo, te consume hasta el mínimo intento de imaginación por convertirte en un títere, un operador dinámico que no debe pensar en ilusiones del tiempo y la charla del microbio y la contemplación después del horario exhaustivo.