sábado, septiembre 17, 2016

COMENZAMOS EN 10 y terminamos en 0

Me rio de todo y empiezo a contar. Es la decadencia de la usanza lo que me tiene retraído. No logro avanzar si antes no me fijo en muestras sucesivas de lo que muy probablemente será cuando el agrado haya pasado. Modos de charlar, variedad para convocarnos, expresiones en el puente, entusiasmo bajo el sol, las compañías superficiales por los laberintos de mall’s, por calles peatonales y senderos lejanos donde pisamos sobre piedras y también sobre adoquines de concreto, el elogio de que somos, seres revestidos de modernidad acomodando el patrimonio de años que pasan y pasan, que frecuentamos y frecuentamos con cada vez menos entusiasmo y asombro, sin reglas básicas, con olvido, eso sí, sombras transeúntes que apenas si se perciben, sin la tradicional imagen en medio del pasaje ni alrededor de las bancas que por ahora también han sido revestidas para actuar como ayer en la comodidad de hoy. 
No creo en todo esto, pero hago todo lo posible por ser ese que dejamos en la ciudad que amamos de los recuerdos. Lo que sucede es con incredulidad, de todos modos vamos a preferir no tocar lo que parece quebrantarse al experimentar un pasacalle imaginario, vamos en adyacente, por donde siempre, por lo que valemos ahora, escalones abajo, en la parte sectaria que ya se ha hecho popular, de ambulantes y vendedores de ingenio para subsistir, ya no nos asombra, es más la rebeldía se ha hecho amor sin punzada de objeto, lo hacemos por dar, en sentimientos excesivos sin nada abstracto de por medio, solo dar, levantarse del asiento y ceder cuando la calle sigue inundándose de asco y el estruendo parece allanar para el Apocalipsis, por eso resistencia, a dormir mientras llegamos y rescindir sensaciones hasta que se apague la luz y caiga nuevamente la cuenta de otro día menos en un espacio convertido en prisión, que es todo para mí como para cualquiera, pero que dedico menos cada hora que pasa.