martes, abril 01, 2008

HISTORIA DE ESPEJISMOS (relato)


Estaba caminando como un vagabundo por la orilla de una cequia, cuando de pronto me detuve frente a un campo abierto de alfalfa con césped de los que había en aquel lugar, de pastos verdes para el alimento del ganado. Llevaba una fatiga de enumerar mis pensamientos y todo lo que mis ojos iban viendo en el camino, estaba además extasiado de absorber el viento fresco de la hierva, tal ves por eso y también por un juego de fútbol que se realizaba en ese campo es que hice un alto y tomé posición con cautela cerca a un arbusto para observar con comodidad y reserva esa distracción. Había alrededor de ocho sujetos dándole con mucha vehemencia al juego, sin embargo mi atención se enfoco en las acciones que llevaba a cabo uno de ellos que era un niño de doce años aproximadamente. A primera impresión me parecía un buen jugador, formidable en ese menester, pero era obsesiva mi curiosidad hacia él, algo desconocido que ignoraba por completo me hacía seguirle con toda mi percepción, y no era necesariamente su buena disposición para el mencionado deporte -actividad la cual yo también la practicaba con excelente aptitud y era una de mis favoritas- era la extrañeza que me causaba cuando intentaba relacionarlo con algún recuerdo de mi mente y no podía, parecía que no solo lo contemplaba como la típica forma en que se hace, lo que estaba haciendo sin percatarme de aquella forma ,era que estaba pensando dentro de él, algo que resultaba totalmente imposible y que me causo un gran asombro. Pero sostuve que podría ser el sentido poco ortodoxo de sus movimientos con mi eventual ensoñación, o un absurdo que me recordaba a algo o alguien. Después de varios minutos de experimentar ese fenómeno, empecé a sentir un desorden depresivo en mi cabeza, sin embargo esto no fue obstáculo para acercarme mas hacia él, observarlo mejor y encontrarle un no se qué, pero de un instante a otro me sucedía algo nocivo que me perturbaba con desconcierto, fruncía mi frente y se cegaba por instantes mi vista hacia el estado de la absoluta invidencia. De inmediato me alejé con mucho cuidado de no llamar la atención y me di vuelta para regresar por donde había venido, hasta llegar a la más próxima avenida donde un autobús me llevaría a casa… 
En una de esas tardes con el sol desgarrado en las alturas de paisajes imperfectos del lugar mas remoto, se me terminaba el aliento por el arduo trabajo del día, una jornada mas de labor había llegado a su final y me apresure en llegar al paradero de buses que a la vez era un cruce de trenes, lugar popular donde se aglomeran peones esperando a que algún hacendado les tome para la carga y cosecha en el campo. Aborde una ruta que me llevaría al centro de la ciudad, el vehículo lucia envejecido con poca gente en su interior, lo cual al menos era un alivio. Tome asiento cerca del conductor, cerré la ventanilla que traía un viento gélido cortante y saqué un pequeño libro para leerlo mientras durase el viaje. En frente de mí había un niño sentado con una gorra que le ensombrecía el semblante hacia el anonimato, cabizbajo de yerbas en los pies y un costalillo de zanahorias que eventualmente lo encubría entre sus piernas. Al desnudar mejor su rostro con mi vista me fije claramente que era el mismo niño del juego de pelota, busque entonces sus ojos y como por intuición humana el se percato de mi observación aunque no se mostró claramente hacia mí, porque el blanco de las miradas se vio imprevistamente interrumpido por un desorden mental que me contrajo y después sucedía otra vez, fruncía mi frente y se cegaba por instantes mi vista hacia el estado de la absoluta invidencia. Padecido de estos síntomas, de súbito hice parar el bus y baje deprisa en busca del primer centro de salud que hubiera, minutos después me vi perdido entre el transito, entre la multitud…
Días después en el andar sin sentido de una noche serena y espontanea de sin razón aparente, como si fuera una tregua para desmemoriar la existencia del todo, alimente mi sendero pausado, con la sedada imaginación de mi fantasía, con la nostalgia perdida en alguna aventura o recuento no habido. En ese andar con los bolsillos holgados de tanto sostener mi letargo, me di cuenta que estaba caminando en medio de un pasaje muy breve algo sombrío de casas parecidas y jardines sin protección, entre ellas había una pequeña casa de sillar, con puerta de calamina entreabierta, me detuve, una profunda atracción espontánea me dispuso a entrar por esa tranquera, pronto lo hacia con esmerado cuidado, para no causar ladridos de los perros en las azoteas contiguas. Penetre sigiloso en el interior, como si fuera una sombra cruce el patio, y ya en el umbral de aquel inmueble empobrecido pude conocer que estaba compuesto de un solo ambiente con una pequeña división en el medio de muebles antiguos que a la vez impedían ver la otra parte, la cual seguramente sería el dormitorio. Dentro había una luz tenue que venia del lado no visible, mi curiosidad ya era insostenible y seguí el rastro de esa luz, asome la cabeza por uno de los objetos de la división y descubrí un cuadro melancólico, la luz era nada más que una vela encendida que daba claridad a tres niños en una cama endeble, los niños mas pequeños dormían a ambos brazos del mas grande, lo hacían como en un sueño eterno. El niño que los cuidaba y que era el único despierto fue recogiendo su semblante, como instantes de suspenso, lo hacia con dificultad con el rostro ungido en esa desgracia; de inmediato lo vi todo mas diáfano y estremecido, aquel pequeño, personaje extraño de mis anteriores historias de espejismos ¡era yo mismo!

En ese desequilibrio de emociones, fui descubierto en mi espionaje, él me examino hasta las profundidades de mi asombro, no se alarmo ni se sorprendió con mi intrusa presencia ¿o quizá su propia presencia? solo me dijo en una entonación trémula: ten cuidado con los roedores son una plaga, están en todas partes, pueden terminar comiendo tu carne, será mejor que los acabes sin temor, pero no los contemples llorando, si no paralizarás tu mente, tu cuerpo, y tu vida para siempre...

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