Visualmente cualquier producto tiene en su velocidad de referencia la extrema formación de la cualidad del prisma. En ese flujo que si tiene demostración instantánea, la energía procura cada comienzo en la única oportunidad para reinventarse.
Cuesta empezar cada día lo mismo, aceptar la
inmovilidad aparente como derroteros existenciales en el transcurso
insignificante de nuestro tiempo, por eso el esfuerzo es el impulso de un sólo
aire que nadie ha logrado mantener constantemente durante toda una vida, porque
la fragilidad del cuerpo es limitación y la ansiedad nos mantiene elaborando el
futuro que podría ser, en la ficción de probabilidades al unísono.
La inquietud nos hace querer la espontaneidad
como método de motivación continua, quien parece girar en las mismas
actividades, que por demás agobian, se alejara con menos consuelo cada día de
esa dispersión que rehúye al espíritu porque la esencia es como contemplar el
horizonte.
Mi fortaleza no es una expresión que sustente
una crítica, vale decir, puede ser inmutable y algo genérica, en relación
consecuente al carácter o al propósito de la identidad.
Es insomne cualquier auditorio presente en un
acto de aislamiento. Lo que sucede allí es una intromisión permitida para
descubrir la savia elemental no sólo de un individuo fraccionado en
percepciones, sino la elaboración perpetua de la conciencia.
Que el instinto vuelque todos sus intereses
en un estado de irreflexión, lo que aparecerá deslumbrante, podrá habernos
convencido que somos eminentemente subjetivos, padeciendo la misma ilógica,
como si lo nuestro no tuviera remedio a pesar de toda la grandiosa teoría.
Según la retórica, es necesario emular sobre
la esperanza un derecho conceptual que caracterice con experiencia
multitudinaria las razones equivalentes a una igualdad general de orden
popular.