Durante dos horas, el autor portugués participó en una charla con la también afamada escritora colombiana Laura Restrepo. En una velada profunda ambos autores hablaron de novela, paz, democracia y hasta se dieron tiempo para tocar temas como el calentamiento global. La visita de Saramago a Bogotá obedeció a una invitación organizada por
Saramago y Restrepo acordaron no hablar en un inicio de política. En horas de la mañana, durante una rueda de prensa concedida en la sede de la Editorial Santillana , el escritor portugués había sugerido a la sociedad civil colombiana asumir un papel más activo en el cese de un conflicto armado al cual calificó de rutinario e irracional.
Su frase lapidaria fue que “la tierra colombiana debe parir a sus muertos”.
En el acto de la noche, Saramago optó por hablar de sus personajes. La forma en que ellos cobran vida, actúan y sienten por su cuenta. “Yo los voy conociendo con cada palabra que escribo”.
Dentro de su narrativa a él no le interesa caer en descripciones minuciosas de lugares o personas. Su contacto con los seres que cobran vida dentro de sus libros es más sentimental, más profundo. “Es el lector quien tiene que imaginarse desde sus adentros cómo es ese hombre o esa mujer”.
Muchas de las reflexiones que Saramago hizo en el Eliécer Gaitán se canalizaron como una denuncia a la forma en que el mundo globalizado ha maltratado el uso de las palabras. “Las palabras son lo peor y lo mejor que se ha inventado”. Por eso lamentó que García Márquez diga que la ortografía no es importante y que la palabra democracia haya sido tan manoseada por los poderosos.
Ya en ese plano, el Nobel de Literatura dijo sentirse muy preocupado por el futuro del mundo y la globalización que, a su juicio, está arrasando con los derechos humanos. “Resulta enternecedor ver cómo la gente acude a tanta elección popular creyendo que construimos democracia”. “Nos siguen utilizando porque la primera carencia que tenemos en esta época son las ideas. Ya quisiera yo quela Europa de este momento sea el volcán de pensamiento de los siglos XVII y XVIII”.
Su frase lapidaria fue que “la tierra colombiana debe parir a sus muertos”.
En el acto de la noche, Saramago optó por hablar de sus personajes. La forma en que ellos cobran vida, actúan y sienten por su cuenta. “Yo los voy conociendo con cada palabra que escribo”.
Dentro de su narrativa a él no le interesa caer en descripciones minuciosas de lugares o personas. Su contacto con los seres que cobran vida dentro de sus libros es más sentimental, más profundo. “Es el lector quien tiene que imaginarse desde sus adentros cómo es ese hombre o esa mujer”.
Muchas de las reflexiones que Saramago hizo en el Eliécer Gaitán se canalizaron como una denuncia a la forma en que el mundo globalizado ha maltratado el uso de las palabras. “Las palabras son lo peor y lo mejor que se ha inventado”. Por eso lamentó que García Márquez diga que la ortografía no es importante y que la palabra democracia haya sido tan manoseada por los poderosos.
Ya en ese plano, el Nobel de Literatura dijo sentirse muy preocupado por el futuro del mundo y la globalización que, a su juicio, está arrasando con los derechos humanos. “Resulta enternecedor ver cómo la gente acude a tanta elección popular creyendo que construimos democracia”. “Nos siguen utilizando porque la primera carencia que tenemos en esta época son las ideas. Ya quisiera yo que
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