La sociedad entera parece vivenciar con placer paranoico, el peligro, el genocidio cultural, el rechazo, la intolerancia, la alienación, como parte del orden moral de esa sociedad contaminada ya con ideas de racismo, sexismo y de odio, que predispone a cualquier forma de exclusión. En este contexto, las palabras de Nietzsche, escritas hace más de cien años, parecen cobrar especial importancia, y nos llevan a pensar si la cultura no es un artificio más del hombre para sentirse seguro en un mundo, en el que a pesar de la razón, se precipitan signos propios de la barbarie. ¿Acaso no es lo particular y específico del hombre vivir en la creación, en el otorgar sentido y en la actividad expresiva del lenguaje?
Friedrich Nietzsche, a través de “Sobre Verdad y Mentira en sentido Extramoral y la Gaya Ciencia”, intenta revelar cómo el edificio de la ciencia se alza sobre la arena movediza del origen ilógico del lenguaje que le sirve como vehículo para expresar sus “verdades”. Según este autor vivimos pensando bajo la influencia de los efectos de lo ilógico. Nos encontramos profundamente sumergidos en ilusiones y ensueños; nuestra mirada se desliza sobre la superficie de las cosas y percibimos “formas”, en ningún caso nos acercamos a la verdad. Entre dos esferas totalmente distintas como lo son el sujeto y el objeto no existe ninguna expresión adecuada, sino una conducta estética, un extrapolar referente, un traducir azorado a un lenguaje completamente extraño. La esencia de las cosas no se manifiesta en el mundo empírico. Es esa fuerza mediadora la que nos permite poetizar e inventar. “…conocer es simplemente trabajar con la metáfora favorita de uno… la construcción de metáforas es el instinto fundamental del hombre.”
Con la metáfora del edificio de la ciencia sobre la arena movediza de lo ilógico, Nietzsche intenta echar por tierra razones últimas, certezas, dogmas, valores, que constituían el fundamento de la realidad y del conocimiento. Aborda el problema de la verdad estableciendo una conexión con el lenguaje. Muestra su carácter metafórico y su enmascaramiento de la verdad; ésta surge del tratado de paz que los hombres consideran necesario para constituir una sociedad. En ese mismo momento se fija lo que ha de ser “verdad”; “…se ha inventado una designación de las cosas uniformemente válidas y obligatorias.” Se establecen los cánones de lo verdadero y de lo falso, pero lo cierto es que estos cánones también surgen en el seno de una convención: el lenguaje. Por lo tanto “el poder legislativo del lenguaje proporciona las primeras leyes de verdad, pues aquí se origina por primera vez el contraste entre verdad y mentira.”