jueves, febrero 24, 2011

PREFACIO A LAS REBELIONES


Los libros de mis lecturas son el idealismo perfecto que se hace imposible realizar en cualquier realidad de mi entorno, quizá por eso mi confusión crece día a día, mi decepción frente a los hechos me consume profundamente y esto hace que mis emociones que parecían insustituibles comiencen a eclipsarse inevitablemente, que las correcciones ahora rebatibles me alteren en el tormento renegado sin el remedio que me puede dar a veces la rebelión dinámica de ese radicalismo hiperactivo naturalmente originado desde mi eterna identidad.
El resultado al cual he llegado es la amargura que me está matando, el resentimiento que segrego en la intimidad, la ira que estoy revelando. Hay muy pocas cosas que me sosiegan y alegran mi espíritu, ya no soporto los días que se duplican en sus complejos tugurizados, ya no respiro bien, es conflictiva la arquitectura de la ciudad, las complicaciones de los idiomas que se han hecho ecos por todas partes, y la calidez de un saludo es solamente el cinismo que no puedo tolerar más. Son estos días los más duros en mi existencia abatida, nada es más sincero y eficaz que el pragmatismo atrevido de mis acciones frente al contacto. Cualquiera si es débil o altivo puede ser antagónico a mi idealismo inestable, esa vulnerabilidad que puede ser el contraste con los diseños y las formas que no son de mi preferencia me están derrotando dejándome absolutamente inerme, con la consciencia dispersa en el clima turbio de los grupos sociales, en la composición nociva de este arte tercermundista donde la estética es la carencia habitual y la negación tradicional, y el capitalismo de ese mercado occidental ajeno es la función de las luces que me está cegando las prioridades del corazón y el sentido de la ética.
Dentro de mí se refleja el boceto acumulativo de productos asombrosos pero estériles, de inteligencias modernas dedicadas al aislamiento crónico que me está dejando sin lucidez para definir las intenciones del aire o el fenómeno del dialogo entre dos universos, quizá por eso mis brazos han llegado a caer y me he dejado dormir para olvidar el tiempo y su autoridad, censurar mi dolor y frustración con ese descanso moribundo casi en fracciones junto a los párrafos inexpresivos que son la causa nauseabunda de dramas y olores que nadie tomará en cuenta cuando todo esto acabe una vez más en el camino hacia la melancolía que es vivir sin voces de aliento y la valoración al humano hasta la noche madura cuando nuevamente se posterguen las promesas, y las cosas sigan allí orientándose al sinsentido como si fuera yo mismo cuando me enfrento al efecto de incertidumbre y decaigo en esa oscuridad más densa.

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