lunes, noviembre 21, 2011

ADIVINACIÓN DEL MAL II


Reconozco la maldad
en las formas de cómo proviene,
y las muestras elocuentes cuando se aproximan
asfixiando mi espacio, disminuyéndome de libertad.
Me alejo, tomo distancia
procuro desaparecer sumiso
sin la finalidad conservadora de esconderme;
haciéndome discreto y apático.
Prefiero ser indiferente para no comprender
lo que puede parecerme una insinuación premeditada
consecuente a las relaciones de expresión
que se denominan por el compromiso de admitir,
ironías, mentiras, sarcasmos y prejuicios
en una dimensión influyente que circula alrededor.

Mi camino sigue adelante,
mis pasos no se detienen nunca
mis pensamientos tampoco;
quizá haya sentido que me afecta ignorar
porque requiero mirar por encima de cualquier multitudinario inconveniente,
a quien deseo centralizar en mis fijaciones,
y descubrir donde la conciencia se atenúa
las acciones indebidas que se están fortaleciendo en el anonimato
de los dominios de la oscuridad,
que contradicen  las reflexiones prodigiosas
escritas en el centro de cualquier superficie,
cuando aquellos exaltados de sed
necesitan aspirar al fuego vertiginoso de la autonomía
y el control fuera de sus límites.

Aún con las puertas cerradas de común acuerdo
me parece descansar incondicional,
percibiendo en el laberinto reconstruido
las ideas y propósitos
que la maldad ofrece en el estado sugestivo
por ceder a la extenuación
de la calidad protagonista;
y fascinarse por elucubraciones
que nos hacen poseídos de una sola consigna:
la adivinación del mal.

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