martes, mayo 08, 2012

CONDICIONALES EFÍMEROS



Las manos me quedan colgadas en un trémulo de aire viciado
sin alternativa para contrarrestar los temores insurrectos,
de la oportuna distorsión agresiva,
cuando mi espíritu comienza a decaer inerme y abatido
como si no tuviera voluntad y sentido común para resolverme en el instante.

He dejado de percibir hacia mí cualquier expresión,
porque siendo auténticamente frágil
empiezo a desorientarme en desgracias continuas
que no logro superar aunque parezca tan cotidiano aceptarlas;
imagino dispersándome en garabatos absorbentes
por el desconcierto acostumbrado que invalida mis emociones
y anula cualquier predisposición a contracorriente
que al poco tiempo se sustituye por la jerarquía de la crudeza realista
que también desmerece olvidando
cuales son los rostros y que experiencias permiten recordar gratamente.

Sin embargo son estas sensaciones inconsolables que me quiebran,
y me provocan confusiones morales
después de haber cumplido con absoluto desinterés
imponiendo lo esencialmente gratificante que se desprende hacia ellos;
no obstante, el mérito siempre resulta insuficiente,
actuar con decisión parece un resplandecer temporal
que ilumina brevemente esas reflexiones mutuas
de la valoración que unos y otros podemos anteponer
a cualquier otro requerimiento que no sea de calidad humana
con quienes nos esperan para existir.

Pero de nada sirve ir contra el tiempo y las obligaciones,
callar asumiendo un dolor ajeno que nos está debilitando,
una calma que parece forzada a aceptar
 las circunstancias injustas que a cada momento sopesan en el cuerpo y el alma,
como si cualquier razón tuviera que ser incorrecta
para seguir adelante insinuando apenas la comprensión coloquial
que oculta verdaderamente una apatía digna de ser insensible.

Quizá es esa forma densa
propiamente del silencio y la distancia,
con la cual es posible lograr el entendimiento y llegar a la fortaleza de carácter,
desapareciendo de pronto, ignorándose con crueldad
dejándose al desamparo obnubilados por un espacio sin salida,
acusando lo mínimo para encubrirse melancólicamente,
queriéndose a través de objetos y pasando la página casi de inmediato
para seguir iluminándose por conveniencia;
cuando desde el fondo caótico
sentimos ese apogeo cada vez más sombrío
de ser quien no debemos ser, haciendo lo contrario
mintiendo, negando, burlando las obligaciones, desconociendo el deber,
dejando de escuchar para engrandecerse en el bullicio desenfrenado
de esa vida que se irá ornamentando
por el dominio de todas las debilidades que no supimos enfrentar en su debido momento.

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