Voy a disfrazar mi triste historia
con personajes de ternura.
Iniciaré en un hogar muy humilde
en plena quebrada colindante al valle de alfalfa,
y al gran desierto que nos separa de quienes viven con material noble,
bajo techo, con educación pagada y sus tres comidas.
Los padres serán como cactus
y los hijos aves sin nido aventurándose a reír.
En esa desdicha de ser marginados
sentiremos más afecto que cualquiera,
con el abrigo parental de abrazos
y manos que consuelan hasta el descanso oscuro
y manos que consuelan hasta el descanso oscuro
de la última vela extinguida por los soplidos del viento gélido
y del terror
infiltrado
como espectros
por grietas del sillar deforme
por grietas del sillar deforme
y a través del acero calamitoso del techo perforado
por tanto aguacero torrencial
que nos marcó para siempre el alma
y el instante
en una fotografía blanco y negro donde todo érase enjuto.
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