Es una demencia
alborotar el mismo fenómeno que hemos causado.
¿Acaso un evento
fortuito que nos incide espontáneamente nos impide mantener la sensatez?
¿Somos
conscientes del gran error que hemos inducido, por sortear lo que no deseamos
en el inevitable curso del destino?
¿Acaso podemos
esperar de un solo individuo la personificación de todas las buenas
intenciones?
Los prototipos nos lo
inventamos periódicamente, creemos haberlo producido sólo con el deseo, con la
insistencia que se promueve desde el reducto de la esperanza; aceptando entre
otros romanticismos que nos llevarán sin duda al lamento. Será el transitar
todo el tiempo al margen del camino, en un riesgo eminente que aun siendo así, continuaremos
enceguecidos hacia la fatalidad de una trayectoria condicionada e irreflexiva,
siempre en el interior de un túnel.
- Cuando la
muchedumbre avanza haciéndose uniforme, las consecuencias esporádicas de
nuestros actos se ignoran sofocándose en la arremetida -
Nuestra decisión es ceder en
manos de alguien ficticio, porque nos hemos negado a verlo a los ojos, para no
aceptar su realidad. Hemos imaginado por encima de cualquiera, otorgando cualidades
eximias y el oportuno acierto para corregirse y lograr lo que siempre se anhela;
pero los canales han sido los equivocados, la comunicación entrecruzada, unos
diálogos abiertos y otros cerrados. Nadie puede entender a nadie, cuando la
claridad pareciera abrirse hacia un periodo lúcido, de pronto carecemos de
firmeza para ceder ante la distorsión de un juicio obnubilado.
Nos cuesta aceptar los actos precipitados
que venimos originando, porque culpar y dramatizar en la crítica siempre será
el guión adecuado para continuar en el sentido social de un flujo que conviene
a causantes y afectados.
Jamás se logrará un punto
final sobre el entendimiento de un discernir contundente. No existe la
posibilidad que nos satisfaga la conducta más correcta, ni las palabras más
precisas; por defecto intencionalmente dejamos un margen especulativo sobre lo
que podría ser, si el orden sería distinto. El futuro es perfectamente
modificable.
Sabemos que es la sensatez,
pero preferimos la demencia, porque es un punto seguido que nos hace concurrir.
¿Quién desea acabar aquí?, cuando tenemos un infinito por seguir dificultándonos.
Sea lo que fuere, sencillo o complejo, esplendido y sombrío, nos agrada este
modo, porque de ello depende nuestro único protagonismo perceptible, ¿En que
otro plano podemos desplegar esa libertad que anidamos expresar, que
verdaderamente está fragmentado y es muy breve?
No puede abrirse un tiempo
especial para cada uno, un mundo adecuado a nuestras cualidades, intereses y
capacidades, el cual sea como un individualismo antinatural sin espectadores;
por eso nos queda participar apasionadamente de cualquier evento que reúna a
las multitudes, con la intención permanente de seguir alborotándonos en busca
de cualquier sentido que pueda conformar las convicciones momentáneas que nos
sirven para contribuir a un flujo incomprensible.
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