Borges captó la emoción en un plano trivial.
Conocido es el Aleph, El Informe de Brodie...; una destreza gótica cuando en su
discreción susurraba teología entre los pasillos de la biblioteca. Esa
atmósfera comenzaba en la última página, y no terminaba nunca, las cualidades magníficas en la dedicación creadora se traslucían de la historia sucesiva de cada epílogo.
Borges no necesitaba afrontar el relieve perturbador que
sobresalía exaltando la armonía. ÉL captó la emoción en la desproporción de
lo apacible, cuando se echaba a recordar el universo y predecir en una compleja
exposición de los elementos redundantes, un esquema poco situacional. Vivía
afuera, siempre estaba ausente, residía sintiendo inquietudes a través de
espejos. Borges sin ser habitual y sin intenciones populares, era muy bien conocido.
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