I
Las calles se obstruyeron, no he perdido consciencia para traspasar
negativas. Cuando intente subir por un muro, evitando el itinerario que
dejaste, me resbalaba peligrosamente hacia la hojarasca surtida con hierba
silvestre, regada como una trampa sin escapatoria. Empero, al sobreponerme
hasta trepar a la cima, un santuario reaparecía como el calvario de las
procesiones reivindicadoras para la fe; me ofrecía el favoritismo de un camino
renovado, desde donde podía enfatizarle a Dios, que estábamos despiertos y no
queríamos dormir como los demás.
II
La memoria no me engañará en el auto, en esos viajes constantes para
protegernos. Que en tanto la velocidad se llevaba la vida de todos los
ocupantes, el inmenso valle te vencía de recuerdos mientras me los contabas.
En la noche se adormecía tu cabeza llena de ilusiones y yo seguía
concentrado en la sostenibilidad de la naturaleza, creyendo que mis ojos no se
cerraban por una intuición secretista dentro de la memoria de ese momento. Y
cuando en realidad parecía no tener fin ese viaje, te movías olvidando,
cediendo de mis brazos para dejarte al vacío de un tiempo que se repite y
resuena.
III
Hay en la estrecha oscuridad una causa corriente de sufrimiento. Vivir
en calamidad aquí o allá, lleva a pensar en lo mismo, a desear lo mismo, a
sentir en común las vibraciones del alma cuando nos acercamos a un mismo
destino, fingiendo ser esa persona esperada que ha venido a iluminarnos. Sin
embargo traer al recuerdo semejanzas coloquiales no sirve para nada en este
otro sentido transitorio que nos deja sin sensaciones angustiosas.
IV
Queriendo un mundo mejor deshojando el propio.
En la felicidad de muchas personas
las demostraciones sinceras se siguen truncando.
Es necesario simplificar la amistad para reencontrarse
con las intenciones que se dividieron en mil promesas.
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