Recuerdas cuando quería hacer de este mundo
un lugar dramático que sea partidario de enlazar las
historias distantes.
Recuerdas cuando dramatizaba con el deseo de cualquier
extraño,
fingiendo querer al mundo entero
con el fin de provocar un reencuentro, que bien podía ser el
bienestar de un destino.
Alguien lo recordará.
Recordarán ese abrigo largo, obtenido en un tiempo de
carencia
que ahora trata de envolverme a donde vaya.
Aunque sean insistencias temporales que sustentan una
doctrina que debería olvidar,
la necesidad de ser escuchado desde el lado opuesto
me significa la impaciencia de quedarme quieto y esperar
a que las circunstancias nos desvíen de los recuerdos.
Nadie traerá a la ocasión que escapamos de un destino
devorador de decencia,
nadie recordará las estrellas que brillaban antes de la cita
y las fotos incólumes,
los homenajes al idilio debajo de los tejados que ahora no
estarán para el silbido.
me desorienta en culpabilidad por todos los errores cautivos
subyacentes e imperecederos
que me hacen retroceder cuando alcanzo la libertad y me
decido por el anonimato.
Reconocer en el trajín aventurado la veracidad de historias
lejanas
extendiéndose por sentimientos crepusculares de postreros
alientos,
es querer dilatar escenarios espectrales
por caminos que oscurecen pronto y están transitados por
fantasmas.
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