Las
mentiras que debo sostener y los seres a quien no puedo dirigir las miradas que
significan tanto, las palabras que no debo mencionar, ni los gestos que debo
expresar. Debo seguir fingiendo en contra de mí, fingir, fingir, asegurarme de la avenencia,
de la tranquilidad neutralizada, de esas alteraciones en cada desesperación, en
cada riesgo cuando la velocidad aumenta.
No
dejaré de ser místico, de esconderme dentro de mí, de huir hacia dentro, de
ocuparme del silencio y las artes inexplicables, de los secretos y de los
espacios interpersonales por los cuales los sentidos se manifiestan y me
alarman, me mantienen despierto hasta altas horas de la noche, con los libros
encima y alrededor del reino del insomnio. Ocuparse de las lecturas, estar
entre las líneas, olvidar los rostros deslumbrantes que dejó el día, fingir indiscutiblemente con los
miedos (los terrores absurdos), atribuir mensajes en código cuando las palabras
del cuaderno de los apuntes se recrean, me ilusionan, todas en cuestiones
giratorias colisionan:
No
será mañana lo imposible, será imposible sin descansar llegar hasta mañana.
He
visto mi propio invento, las características de la realidad son muy expuestas.
Sigo
mintiendo a pierna suelta y erguido mostrando las buenas maneras.
Andan
ciegos, camuflándose en el fracaso, continuando los escritos de anteriores ilusionistas.
La
vida siempre es más dinámica que sus propias negligencias.
He
conocido más mentiras, las que siempre les conquistan, las que siempre les
atormentan, las que siempre les acogen cuando nadie más les acoge. Oportunistas
de campo, milagros miserables, consecuencia pútrida, es toda esta aldea a la
que me refiero.
Mi
artista favorito, es aquel antinacionalista, aquel que ya no soporta la formación
patriótica sin neuronas y el fervor de las mentiras acercándonos al retraso por
complacer sin sentirlo.
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