Rescindir con todas las sensaciones
y
simplemente no poder hacer lo más imperceptible.
Las
miserias me tienen aislado en un extremo mortecino.
Pienso,
imagino, me impulso al primer intento sin importarme nada,
quiero
existir bajo cualquier condición
sin
embargo, mis extremidades se entrelazan como un espiral,
y
ahí está nuevamente el revés,
la
razón invertida a cada paso mío
un
aliento más para el desaliento frecuente.
Me
cuesta tanto seguir en la misma dirección,
ordenar
el desorden acumulado
estructurar
el desastre súbito de mis emociones dispares.
Querer
a ciegas,
sentir
que nada en nada parece asentarse para finalizar;
¡Cuánto
dolor!
la
oscuridad vuelve a convocarme
y
ya siento su composición siniestra en mi entorno.
Sencillamente
en mis manos
ya
sea sueño o realidad
todo
se desvanece,
es
tan vacío caer en los poderes neutralizados
del
impedimento,
porque
las demostraciones
y
todo lo que se pueda entregar con el alma grande
no
alcanza,
las
sensaciones insisten en melancolía,
los
momentos felices no son siquiera intermitentes.
¿Qué
hacer?
mientras
la reclusión alberga un desánimo casi suicida;
no
poder, aceptar y a la espera,
siempre
en ese estado nocivo tan frustrante,
me
tiene del cuello,
quiero
salir de aquí
y
vivir emociones a diario,
intensificar
el absurdo a cada momento
revolucionar
el instante con impulsos neuróticos
y
electricidad continua a través de las células,
que
se precipiten
en
una cadena transitoria de espontaneidades,
de
acciones inolvidables [para la memoria básica]
y
vivir a costa de todo,
en
simultáneo
y
a gran escala del desenfreno ocurrente,
a
pesar de la fatiga,
de
la hora veinticinco
del
frío,
de
la desidia
de
la madurez enviciada
del
orden crónico exasperante
de
los digmas
y
reglamentos de apariencias para idiotas.
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