Temo descomponerme ante el
público.
Mi cabeza está por estallar
porque el oficio me invade y las ganas de vivir se han convertido en una
monotonía de dinero y ocio.
Un día completo para acumular
más estrés. Al finalizar me tomo una gaseosa, salgo del recinto laboral, que al
día de hoy se ha convertido en una maldita prisión donde cumplo mi condena de
subsistir. A veces no quiero seguir caminando hacia el paradero, quiero desviarme
y desaparecer, y en ese desaparecer fumar lo que sea, fumar para disuadir y
filtrarme resignación seca hasta el inframundo de las entrañas, y quebrar de
salud mis pulmones. Volverme otro y caminar sin sentido con las ganas revueltas
de evadir la mediocridad y finalmente cometer atrocidades en un lugar remoto y
con el rostro anónimo.
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