Defectos, defectos, imperfecciones
sin razones para hablar cuando hay desazón
y pronto acaba y vuelve a empezar,
nada se termina de plano,
palabras insensibles arremeten contra mí,
percibo injusticia;
defectos que me atraen en contra de una sola vida
defectos malditos impulsándome a estupideces,
defectos en consecuencia de hacerme diminuto
en contra de cualquier propósito,
defectos conllevándome a simular que estoy hecho
para odiar y amar con esa mirada frontal
cuando la noche se posa por encima de mi derrota
voy como nadie va en esta ciudad
en una misma dirección y a la vez en contrasentido
por las sombras como sincero y culpable
envuelto en mi aliento plasmando signos vitales todavía
alertando que perpetro y dejo de alucinar
bajo las luces y me quedo justo para esconder
todos esos defectos que restan a mi imaginación
porque me siento absorto
con muchas ideas debiéndome estimular
sin procurar en metáforas que a nadie importan
y no son mi pertenencia
porque solo ando en esta decisión de juicio
en esta decisión realista,
aquí me sigo sosteniendo cuando en verdad
huyo de una permanente persecución
decir lo que siento, hacer mi voluntad
sin caer en la debilidad ficticia de posibilidades
para ser tomado en cuenta
y dar pie al monólogo y al flagelo de comentar
esperando una respuesta
acerca de mi horario ciudadano
cuando se dice de mí autómata
sin gotas de emoción,
sin pasatiempo para apasionarme
mientras me sigo desconcertando
y no resta más que reír de esta existencia
de mi propia estúpida condición natural
defectos imborrables sumados a la colección
de un bosque crecido después de los aguaceros
y la cadencia de mi arritmia
detectada en baja de emociones,
coagulación lenta,
con las plumas doradas estremecidas
después de analgésicos y desprendimiento
por dormir mal, adolorido
creyente de amnesia
defectuoso en una vida paralela
aturdiéndome de mi propia personalidad
tal y como lo dice un mezquino saludo
defectos indeseados alrededor
como si todos ellos fueran inmunes a la imperfección
como si de mis defectos
tomará muestras cotidianas para contradecirme
y luego un muro invulnerable
para abrir mi boca, desencantar y luego mandarme a callar
inundado de incapacidad,
sirviendo el coctel a cualquier idiota bienvestido
cuando por dentro me someto a otro desmoronamiento,
defecto por defecto
hasta convertirme en viejo y acatar el suicidio
desfallecer en cualquier lugar que pueda sostener mis temores
que aguarden por mí
y termine, por Dios, con esta desilusión
mientras asienta que todo sigue siendo ideal
un personaje lleno de defectos
y sin pedir ayuda
alguien virtuoso que nunca tomo un fruto
ni aun estando con las luces apagadas.
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