martes, junio 25, 2013

DIATRIBA


Discutir sobre el cascarón residual

significará una tediosa reseña de argumentos intrínsecos
que no prosperarán en coincidencias irrefutables,
porque en el nivel de las conjeturas
nunca resulta ecuánime comentar lo que en esencia aparece,
perderemos criterios meticulosos por divagaciones imprecisas que,
parecerán persuadir hasta el ensordecimiento
por incontables razones singulares
que desde su certidumbre maniaca
estarán forzando a un discernir fortuito,
atestado de contemplar excepciones y paridades
cuando todos los significados valgan triviales rasgos
que terminen conformando
alguna prueba elocuente por encima de todas;
como la invención en el debate enfático hecho ya subjetivo,
cuando se da el pretexto del orgullo -por resolución personal-,
y cuando la impostación de la soberbia se impone al concluir la obra crítica,
como suele ocurrir con los articulistas.
Seguirán discurriendo autonomías superficiales
adyacente a los medios sofisticados de enunciados,
por lo que ninguno querrá ceder al convencimiento
de fijaciones exhaustivas de persuasión,
en el tornasolado proceso beneficioso con fines de lucro
en las ambigüedades sesgadas
provocadoras del estallido público calumnioso y de necedad
mientras una ausencia de piso se prolonga hacia todos.
Las oportunidades de acción que edifican la grandeza tangible
están esperando a que las discusiones acaben,
están esperando a que las minucias y anécdotas
no sean protagonistas
cuando se requiere urgente,
mano de obra y sensatez.
No se puede vivir a cuenta gotas
acomodándose en la diatriba,
seducido en el atropello demagogo
que sirve para escudarse del verdadero esfuerzo
y del verdadero talento.
No escapemos a las obligaciones de sacrificio y recorrido,
porque en la acumulación de frivolidades,
nos haremos profundamente convencidos de la crítica
como medio de supremacía.

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