Los pasillos gélidos
revelándome la misma rutina de
todos los vivos y todos los muertos,
tropezándose en la abdicación de
la consciencia,
en la urgencia por ser monótonos
sin levantar el ánimo,
y en la inmediatez autómata,
que hace invisible al
superviviente melancólico,
huidizo de la incandescente
espontaneidad
resumida en una breve paradoja.
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