miércoles, abril 02, 2014

ENFERMEDAD


Una gota cae en el suelo y te levantas precipitado pasada la medianoche. No hay luz en los corredores, ni el centelleante firmamento que desciende por vértices en una forma molecular. Tu habitación es un claustro intocable que atraviesa a otra dimensión, pero no puedes escapar ahora que estas despierto y muy consciente, con la palpitación progresiva y la maquinación autómata de objetos garabateados en un plano lúgubre que se acrecienta con tus mayores temores: La SOLEDAD, la INCERTIDUMBRE y la MUERTE; pero ¿acaso morirás sintiendo una oscuridad perturbadora?
Miras y das vueltas en direcciones de terror que existen y no pero te atormentan. Despiertas una y otra vez en la misma cama, bajo las mismas condiciones y en la misma noche, anhelando ceguedad y amnesia, volviendo al mismo origen, inerme, con el cuerpo descompuesto y la cabeza tan frágil y a punto de estallar en una proyección gama, de esa locura recóndita que parecía sangre fluyendo en la naturaleza abrupta de tiempos duros que no se superan con taparse la cara y respirar bajo tierra, balbuceando un nombre, el último, la oración mejor compuesta cuando tu habitación se había convertido en la geometría blindada que te permite realizar los pormenores maniáticos de una enfermedad que no tendrá cura.

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