domingo, abril 13, 2014

ROMANTICISMOS DE AL-KHĪMIYĀ: El unipersonal de sus tragedias griegas


La última vez que pensó, se dijo con sensatez:

¿No sería mejor que ella se busque un ingeniero y yo halle en cuanto antes una escritora que al menos me acompañe mientras prendo un cigarro?
Porque el amor no se mantiene con el recuerdo, el amor se mantiene con la locura de acostumbrarse y soportarse casi a diario; de qué diablos tengo esperanzas ahora que hay distracciones tangibles y virtuales en pleno siglo de los infieles sin descaro. ¿Quién desea amarrarse a la rutina de una sola compañía bajo un mismo techo que los hará inmóviles para siempre? ¿Quién quiere reprimirse en aventuras imaginarias de una noche de suspiros? ¿Quién cree en el amor a primera vista? ¿Quién se atreve a levantar la mano testimoniando que tuvo amor eterno?
Al final, cuando la última gran decepción sea el último papel que quede en sus manos, terminará con un trago más amargo que el de la última vez, despotricando del él mismo, odiando todas las baladas, todas las demostraciones detallistas y en fin el colorido de la felicidad; terminará asqueando el afecto y las expresiones carnales; terminará renegando de su masoquismo estúpido para cortejar con palabritas que se olvidan al instante, de su idolatría a cometer los mismos errores, a creer en esas fantasías melodramáticas que no hacen sensible a nadie, y la misma fabulación para conseguir la quintaesencia, la panacea, el cortocircuito, la piedra filosofal, el ritual de ubicuidad, el poder para mover montañas y traspasar los límites cuando toda esa seudociencia es pura mitología de antaño, que todos hacen caso omiso, porque no quieren saber nada de moral, detestan la formalidad, el largo plazo, las promesas, se aburren muy pronto y desean que todo sea inmediato, cercano, práctico, divertido, jocoso, y basado en la afinidad de oficios, en la solvencia económica para realizarlo todo con quien sea y a la hora que sea. Por eso terminará con el carácter de un viejo miserable que ama la naturaleza sin autonomía  y detesta a la humanidad libre que conserva un secreto en la intimidad de su almohada. Seguramente allí, inseguro y desconfiado hasta de su sombra,  empezará el punto de quiebra para sus grandes producciones nobles y aberrantes, que trascenderán por mucho tiempo, como lo han demostrado muy bien Nietzsche; Hitler cuando de mozalbete era pintor enamorado, Poe y sus conflictos sexuales con mujeres de su edad, y en fin se resolverá como ese psicópata maniático que era Balzac; el Dante, esquizoide; Baudelaire, histérico; Goethe, alcohólico; Chopin, neurasténico; Franz Kafka, esquizofrénicoPunto de partida o condicionamiento de una tragedia permanente.

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