viernes, marzo 30, 2018

RETROCEDER EL TIEMPO

Llovía…
Minutos antes le prometí esperarla y así lo hice después del trabajo. Aguardé por ella casi en medio del aguacero, no tenía otra idea más que imaginarla de pronto, sentirla otra vez junto a mí y escuchar sus palabras después de una larga ausencia sin explicaciones.
Finalmente llegó…
Como cada persona en la calle cubriéndose de la lluvia o bajando ligeramente la cabeza para no mojarse el rostro, ella iba subiendo hasta que la detuve y la tomé de la mano hasta el lugar que encontré para cubrirme del agua; le di un beso, la abracé con emociones contenidas y las cosas empezaron a fluir otra vez, como antes, algo se encendía mientras el chubasco de las gotas en el suelo caían a mi zapatillas y yo conseguía más inspiración y ocurrencias cuando le indicaba el camino y le iba preguntando qué cosa le urgía conocer de mí, ahora que por fin pudimos hacer un espacio en nuestras vidas.
Tardó en hablar, percibía en ella un silencio muy extraño…
No sé por qué sonreímos, fue alguna complicidad olvidada que quizá volvía a retomarse, otra vez marzo, otra vez a escondidas, otra vez insinuaciones, otra vez una situación emotiva sin poder encubrir.
No parecía nada urgente, o eso fue lo que creí…
Me habló de muchas cosas, sin embargo nada que me involucrara, la escuché como un niño a su madre, siempre atento y esperando a que me diera la oportunidad para darle alguna opinión.
Al final de todo lo que dijo sus intenciones eran claras, escapar de la ciudad, y yo en medio de sus impulsos, un pensamiento dándole vueltas como un mosquito que no se aparta, me toma y me susurra que quiere huir, que le hartó la vida en su casa y los estudios en la universidad.
Eso, patear el tablero por ésta maldita vida…
Soy su amigo, es exacto, pase lo que pase y el tiempo que sea, sigue siendo su amigo y más, porque nos dimos besos, de amor y de afecto mutuo, abrazos y tomadas de mano a lo largo de avenidas y parques y en la pista de baile de un video pub o disco, así es que negarme a lo que me propusiera siempre para mí fue algo muy complicado de evadir y llevar a un terreno más sensato, más aún porque la entendía a la perfección y sus convicciones eran como las mías.
Beatriz…
Espléndida y a la vez rebelde, gótica para pensar y hasta cándida para el vivir a diario; huir, en serio, huir como antes, como antes de este tiempo digital, como antes del narcisismo excesivo que detiene a la personas y las confunde hasta representarlas en maniquíes humanos. Le diría que sí, Beatriz me oyes, vámonos, maldita sea, ahora mismo y desatar el terror en nuestros seres queridos y amigos y enemigos para levantar sospechas de muerte y de innegociable rebelión porque el mundo en que vivimos es una verdadera mierda, zalamería por aquí, pedantes ellos e impostores repulsivos, seres cínicos con títulos estúpidos envueltos en máscaras y mentiras para dedicarnos atención a cambio de, o comprensión cuando solo quieren deshacernos de nosotros o utilizarnos a su parecer para ser como ellos y quedarnos a refundar este mundo sin sentido que acoge más y más involuntarios que se inmolan a vivir sin arte, sin gracia de crear o sin mundo íntimo para dramatizar.
—Lo hacemos ¿en verdad? Me dice, ¿qué nos falta?
—Hacer retroceder el tiempo diez años antes.
Tomé un taxi y la dejé descansando en su habitación, de lo cual me arrepiento, otra vez a soñar de noche y despertar de día. A estas alturas tengo raíces y sentimientos por toda la ciudad, escapar es el epílogo, pero quedarme sigue siendo un umbral permanente para declinar, desistir, reinventarme y buscar personas y emociones que cada cierto tiempo vuelvo a esclarecer en un laberinto que me va dejando sin aliento, con más literatura melancólica en climas soledad prolongándose por meses, años y más personas desaparecidas al caminar. 


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