miércoles, diciembre 30, 2020

QUÉ SERÁ DE TÍ

Imaginarme cómo debes estar, devastada, con tu piel desbordada en esas cuatro paredes, con el rostro imperfecto del mediodía dado a la evidencia, consiguiendo dar unos pasos después de una dolorosa rehabilitación, tomando de aquí de allí algo que comer para saciar el ducto de palabras insensatas que oíste. Imaginarme cómo debes estar, esperando a que en tu ventana se pose el sol como por arte de magia, se renueve el sudor de tu nariz, de tus pómulos y se desintegre el desayuno en partículas que atreviesen tu vientre. 
Estarás bebiendo café y comprando comida chatarra asumiendo que estas volviéndote loca, en el abandono que debes estar postrada, lo siento, un rincón para debilitarse y perder el aliento, frustrarse en el desquicio absoluto de las últimas ilusiones, ¡por Dios!, cómo debes estar, resignada, respirando en medio de una vida que no tiene más sentido, intentando ahogarte con excesos y elementos contundentes alrededor, como acercándose más a tus manos que tiemblan y tu cuerpo transpirando frío. Yo aquí sin saber algo siquiera de tu paradero una vez más, sin embargo las últimas horas alguien timbro a mi teléfono, no lo oí o quizá no tuve ni la más mínima de intención de saber y de contestar, ¿para qué lo haría?, volver nuevamente al dilema, ir en contra de lo que siento ahora, sería la mayor estupidez, no necesito fingir, intentar sin voluntad algo que se arruinó por sí mismo, como el orden correlativo de hechos inevitables. 
Después de la estocada final no me resta más que auto culparme, enfrentar la verdad de haberme convertido en el peor hombre sobre la tierra, abra que decirlo así, lo otro es cobardía, lo mejor siempre es admitir aunque nunca se me pasará por la mente, como medida desesperada, gritar auxilio sin tener el último suspiro de dignidad, más por alguien como yo, una mierda en el sentido absoluto de esa palabra, buscar auxilio imposible, si lo haces es porque necesitas salvarte únicamente del olvido y la indiferencia a la mañana siguiente.
Lo entiendo todo al detalle, jamás volveré a ser iluso.
Imaginarme cómo debes estar, acongojada o tal vez al fin sin sentimientos y negándote a cualquier afecto, el mío como cualquiera. Cómo estarás, si me diste migajas y me golpeabas en el alma, te burlaste cuando no había mi rostro junto al tuyo y pisoteabas cada palabra que te mencioné, cada demostración de mi amor, no sabías cómo me costaba llegar a tus citas que eran como un ultimátum, acomodarme a tus horarios absurdos, lo hacía porque mi oxigeno era tu nombre y las expectativas de soñar un momento a tu lado me hacían muy feliz. La vida que me tocó ya era un enorme muro gris. Cómo debes estar, arrinconada por tus propios miedos, tus desconfianzas ridículas a un paso de la locura y con tus llamadas secretas como terminales en la clínica mortal. Cómo debes estar, ojala que aun estés a salvo de ti misma y meditando en las pérdidas, haciendo un esfuerzo mental por determinar en retrospectiva qué fue lo que hiciste mal, dejar la puerta abierta sin intenciones nobles. Cómo debes estar, cabizbaja o como una mujer que entretiene más de la cuenta, con nombre propio, tomando de aquí y de allá, un hombro, un abrigo, un lugar para descansar, luces bajas, anonimato, dejarse a las propuestas, pura conveniencia, ¡culpable carajo! y sin cargo de conciencia, feliz cuando nadie te ve, satisfecha cuando nadie lo nota. Cómo debes estar, en tu casa descansando de tanto mentir, de engaños intencionales y con las máscaras que utilizaste para cada ocasión, tiradas en el suelo, en el baño en tu maldita ventana.
En la calle nadie podía reconocerte, si eras feliz una mañana, yo nunca lo sabía, fingías cualquier reacción a la mínima oportunidad, lloraste fuera de mi hombro y reíste cuando había que soltar las manos. Besarte tantos meses sin obtener respuesta, me dejaba inerme, hecho de alegorías. Solo querías huir pronto, como si tuviera que ir tras tuyo, jugar a atraparte en medio de la vorágine de personas y situaciones incómodas, ocultando el rostro, las manos, el cabello, la mirada, tu cuerpo entero en el anonimato que te hacia libre y controversial. 
Cómo estarás, agitada de tanto correr y de llamar insistentemente porque simplemente se te antojaba tener alguien al lado, sin mencionar palabra, sin expresiones de placer o disgusto. Cómo debes estar, llorando incesantemente con tu puño en el pecho y las pastillas oportunas cerca a tu velador. 
No sé de esta certeza al imaginarte devastada, creo más bien en un nuevo chantaje interpretado para que te amen de cerca, pendientes las veinticuatro horas.
Trate de comprenderte, se hizo mi especialidad contigo, pero ha sido muy tarde para quedarme sosegado y tú me digas que sí. 
Ahora que el mundo para mí es otro, tú, mi belleza singular, serás una mujer ¿afligida o feliz?, indefinida como siempre o aspirante a la sinceridad cuando todo anda muy quieto, sin sobresaltos y las cosas están bajo control como tú muy bien lo deseas, quizá traslucida por el desamor y aliviada más tarde con lágrimas negras para que rueden visibles, notorias, y socaven la impresión de dolor en el rostro. 
Cómo estarás cuando el día se convierta en noche y tú ya no seas ideal, ¿seguirás todavía de pie, erguida?, esperando por la iniciativa de alguien o desmayada en el piso con el celular hecho trizas, sin línea de escape, destruido por ti, los perros ladrando por tu arrebato o aliviada con la llamada de algún ingenuo que todavía cree o no se enteró que tienes un nombre bajo la manga, el que sabe dónde y cómo encontrarte, te levanta, vive entre tus sábanas y vivirá cuanto sea necesario fingir que ese de tu misma naturaleza que nunca se fue y que adoras y al cual engañas del mismo modo, a pesar de todo, te ama, con el índice de mentiras y el papel melodramático que sueles representar muy bien. 
Podré dar fe de tu enorme capacidad para ilusionar, utilizar imbéciles como un plan ya premeditado y, finalmente hacerte sentir un ser vacío, un sujeto patético que siempre será la segunda opción.

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