viernes, agosto 25, 2023

EL DeFeCTO COTiDiANO


Sin seres queridos, puedo hacer lo que me plazca. Anoche volví a desvelarme en lecturas y desperté tirado sobre la cama luego de soñar intensamente. Al sentir los primeros rayos de luz me puse en pie, de súbito, con el corazón desbordado de latidos porque todo acabó de pronto como un relámpago en el tiempo. Soñar es como vivir en paralelo, tengo una vida inquietante y propensa a circunstancias extrañas, lo que se desdice de mi vida real, es improbable que suceda algo fuera de lo común.

La rutina de la ciudad no me incomoda, jamás me falta el alimento, luego de levantarme lo busco en el lugar de siempre y listo, vivo con la simpleza de una hoja al viento o de un lápiz al escribir. No tengo pretensiones de ninguna índole y cada vez que me siento afligido, tomo lo que sea para comer y con el apetito ya resuelto cualquier pena se desvanece. Saciar el hambre es apagar las llamas de la incertidumbre. Hoy solo quiero sentarme al sol y respirar tan hondo como me sea posible, observar la arquitectura de la ciudad, emocionarme con el vaivén de la aves y el conjunto encadenado de situaciones que el hombre y la naturaleza de su destino crea a cada instante, gestos y actitudes implícitas que son imitadas entre todos sin apenas darse cuenta, y que solo yo, un lunes por la mañana o un jueves al mediodía, pueda percibir, como casi nadie lo haría por el ritmo frenético del mundo actual, no obstante, este defecto patológico de contemplar con excesiva lucidez todo lo que ocurre a mi alrededor, por momentos me motiva a creer que puedo lograr un rol más protagónico, o sea, asumo la condición de un dios cotidiano que influye en el accionar de lo que se hace, en cada movimiento explícito, en las reacciones, en ideas espontáneas que van surgiendo, entre otras cosas, para qué, aún no lo sé, tal vez por una suerte metafísica de entretenimiento, no para inducir maldades o estimular al hombre a pervertirse en su accionar en detrimento de sus causas nobles, no, de ninguna manera, sino por el hecho de ejercer un razonamiento supremo y distraerme con esa virtud especial que de vez en cuando voy ejerciendo como magia entre las manos. Esto en mi mente no es más que una alegoría desmesurada de un loco que desvaría, un deseo originado por la insolación. Estoy consciente que mientras una persona se mantenga ocupada en los quehaceres diarios de su oficio u profesión, jamás tendrá pensamientos estúpidos como los que yo tengo, solo una mente ociosa proclive al descanso y pasividad de la vida puede tener estas pretensiones absurdas, el siglo XXI no parece ser el siglo propicio para fantasear así. No ambiciono convertirme en un místico, tampoco un brujo, mucho menos un alquimista, no deliro por ser un dictador totalitario, es en absoluto un ridículo, apenas soy un mísero individuo que quiere sentarse en una banca, sentir el sol en su rostro y pretender en esa parsimonia, poseer la increíble facultad  de controlar cada acción solo con quererlo, un juego inofensivo de dominio en acciones insignificantes, lo cual es naturalmente parte consecuente de una holgada imaginación que día a día no cesa de crear historias singulares, como un libro de páginas vacías esperando a que alguien escriba experimentos y ensayos diversos con la pasión suficiente para no acabar apenas haya empezado los primeros capítulos.
Hay un mundo insospechado donde todo es posible y, esos son mis sueños. Al dormir, como anoche, de un momento a otro estuve caminando a la mitad de un asfaltado rústico asentado en lo alto de una colina, no sentía el eco de nada vivo y esa sensación me provocaba retraimiento, congoja, mientras intentaba dar más pasos, tenía la sensación de estar sujeto a un siniestro escrutinio ocular tras la apariencia de toda una naturaleza muerta, alguien seguía mi andar como protector o enemigo, me miraba con los ojos del universo entero mientras yo tanteaba una pisada en falso hasta llegar a un puente que veía muy próximo. En ese lugar, no podía continuar, me detuve, me inundé de temor y mi cuerpo empezó evidenciar trémulo, transpiré efusivamente, diversos síntomas excesivamente reales y emotivos solo por el absurdo a quedarme inmóvil y ver la inmensidad oscura por debajo de ese puente. Era complicado continuar en esas condiciones, el vértigo me hacía frágil, me descompensé de inmediato y tuve que recostarme a descansar, sopesé la situación límite, medité mil cosas, recordé lejanas experiencias de mi vida real, pero no pude resolver nada, ninguna respuesta para llegar al otro extremo, un hecho tan simple se convertía en una tarea imposible, cerré los ojos para impulsarme con el poder de mi imaginación y nada. Comenzó a correr un viento agresivo, el chubasco pronto se convirtió en aguacero, los aullidos del anochecer se acrecentaban, la acústica del lugar se hacía intimidante, sin embargo, era como si todos los elementos me empujaran a levantarme y a caminar, pero no por la superficie del puente, sino, a lanzarme como un suicida a ese océano oscuro e infinito. En ese instante se me vino a la mente el acierto, como una palabra agigantada desde mis pies hasta llegar a mi cabeza, a contracorriente y aunando toda la fuerza del universo y, por otro lado, visualicé el error y su fatalidad, una venda en los ojos y finalmente un destino inevitable que, aunque no se quiera, éste deberá cumplirse para bien o para mal.
Me sobresaltó escalofríos y en ese momento fui despertado por los ruidos domésticos, el sol por la ventana y los sonidos estridentes de los automóviles.

Esa es mi vida que a veces me deja inerme, fatigado, por eso solo quiero descansar al sol y quedarme así por el resto de horas en el día, hasta que anochezca y vuelva a ese mundo imaginario de donde naturalmente siento que soy.

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