sonidos de la nada
infiltrándose desde un lugar desconocido
me remueven las sienes;
me dejo caer en la cama
y duermo con la vista quieta en un punto fijo,
la imaginación centrada en los confines
entrañando lo que pudo ser y no será más.
Siento sobresaltos por lo que temo en la inconsciencia,
trato de recomponerme a mitad del delirio,
tiento para buscar una mano sanadora
y solo encuentro una niebla de ausencia a mi alrededor,
intento subsistir quitándome las perturbaciones que me atan
pero el dolor sentido es como la piel desgarrándose,
reúno todo el vigor posible
y despierto con una mirada recalcitrante;
me pongo de pie en este mundo invadido de sombras
para reanudar mi andanza,
pronto pisaré la hierba seca a un lado de la carretera
y todo habrá perdido el menor sentido para mí.
Transcurren días, noches bajo insomnio
y yo tiritando de dramas,
maldigo con la fuerza contenida a este mundo inclemente,
lloro a escondidas sin ningún alivio
sufro los peores demonios en esta incertidumbre
y nadie lo sabe,
estoy en el peor momento,
finalmente, exclamo: ¡lo haré! No hay marcha atrás,
en cuanto el calendario esté deshojado
con los últimos fuegos artificiales
y asome la noche perfecta
por lo mucho por decir que he aguardado en mi corazón,
sentimientos sombríos al acecho
y lugares persistentes en una secuencia
de evocación y felicidad
ahora que puedo sosegarme
tendido sobre la roca caliente
como un reptil que no puede distinguir
en plena combustión de serenidad,
reanimándome desde un sueño insondable
a través de visiones por el extraño tercer ojo,
para rasgar el calibre, una vez, dos,
y asumir firmemente, sin titubear un segundo,
sin acongojarme por vergüenza,
con el objetivo en la mira, inmutable,
tras el viento y en estado permanente de abatir
en cuanto la situación tenga un gramo de debilidad
y me sea fácil desbaratar en un instante,
reducir en polvo cuando tire del gatillo
todo cuanto los años, situaciones, cosas, rostros y deseos
sean imágenes transitorias en mi cabeza,
un tiro limpio acabe en un sonido seco
una vorágine antes de perder la conciencia
y caiga como en mis primeros pequeños pasos
sobre un jardín de tierra negra,
donde todavía puedo sentir
el hormigueo de gusanos y raíces en mis manos
y la frescura de la hierba al amanecer,
como si todo volviera a empezar otra vez…
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