viernes, agosto 02, 2013

FUNDAMENTOS DE UN HOMBRE MUERTO


Mi consciencia tiene epitafio, año 3K7QW, coincido con las pruebas de extinción en la era de doctrinas oscurantistas propagadas a nivel universal. Todos los métodos por sobrevivir cada cierto tiempo cedieron a una caducidad inmediata cuando el sol apenas relampagueaba entre huracanes adorados por indígenas atroces que deambulaban las ruinas del poco sentido común que todavía ornamentaba las bases atípicas de muros construidos para contrarrestar las epidemias de demencia sensacional a cargo de amnésicos que despilfarraron sin opiniones en contra, las evidencias más lúcidas en un periodo que no lo necesitaba, porque todo ya se había echado a perder, desde que los nuevos nacimientos producidos en la promiscuidad, abrieran la última llaga de la que se deshizo el hombre certero que todo lo intuía a pesar de la niebla grisácea corruptora de sus innumerables pensamientos buenos y malos, del mandato de sacrilegios y alegorías de bandada de bestias atropellando como una avalancha desde el interior de la tierra, la industria del terrorismo y los vicios de drogadicción aprobados por audiencias públicas, cuando el pueblo parecía dominado al unísono por el enfermizo canon de las revoluciones ejemplares que salieron adelante, desmintiendo su propia ficción y alardeando en contra de sus propios defectos la utópica soberanía de un régimen criterioso para cada ámbito del sistema mortal.
Los hombres sin salir airosos, porque eso buscaban, seguían forjando simbología mítica en condiciones de abandono al futuro, de represión al intento de ir hacia adelante, cuando la geología se imponía como el enésimo imán de salvación para toda una raza hipotética que por círculos temporales siempre declinaba a saber con la vida expuesta en intenciones, como se lograba la estabilidad sin daños, imaginando, plasmando.
Pero la locura [sentido privilegiado] con los pies en la cúspide y las manos en el interior de los órganos, seguía en la misma metáfora de siglos horrorizados por muertes y muertos, sangre y putrefacción aumentando el espectáculo de desgracias infinitas que seguían sufriendo con la práctica del nuevo orden mundial (ya descalificado para toda civilización venidera) los fundamentos más convincentes que los hombres han rendido culto como proyección de un ritual en la mesa del vino y en el río estéril de la primera bendición. 

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