Ahora y en el
pasado,
los trayectos en
sucesión infinitos
tan plurales en el
tiempo que quisiera ocultar,
reproducen
sinsabores otra vez y otra vez;
los que estoy
sintiendo,
a pesar de tentativas
por encantarme en cada acción,
por renovarme en
cada fijación nula
y trajín prolongado,
persuadiendo emociones,
cualesquiera,
con la única fe desconocida del camino bohemio.
Los detalles en el
devenir
se aclaran en un
universo sin explorar;
cual paradoja
fantasiosa que me tiene absorto,
pudiendo escapar pero
sin entusiasmo,
pudiendo despertar
sin necesidad de hacerlo,
hasta el centro de
la medianoche,
cuando esté
desengañado
tirado en la hierba,
después de
revelaciones espaciales
que intentaré
dilucidar con los dedos,
siendo un ser inmóvil,
con mi presencia
decaída
bajo un árbol plantado en mitologías
de aquellos seres
queridos.
Los extraños a los
cuales ofrecí alegrías
y recibí afecto,
dedique
sentimientos nobles,
me sirven,
me conmueven,
me estremecen en
colapso de tranquilidad,
en antiguas
capillas donde escondí cara
y liberé desgarro
y toque fondo,
aislado como inconforme
de la injusta distribución
rodeado de caravanas
folclóricas trepidantes
que me estaban causando
delirios de sueños devastados
al margen de certezas
comunes
y en decaimiento
anónimo,
junto a paraísos
intocables en el andar
que me sirvieron
para susurrar con mucha prudencia
mi vida en condiciones
dramáticas en el caudal social
al borde del
abandono en el calor
y por la ruta
recurrente
de la incertidumbre
congénita.
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