Esta sensación de hoguera me socava, despierto para dejar de sentir angustia y mientras camino todavía desencajado en estado febril, me convenzo de no poder ir más allá, de afrontar la geometría gigantesca que decrece al acercarme y se convierte en un embrollo imposible de desatar.
Pienso en todos los demás
cuando algo comienza a dividirme en fragmentos,
dejo en evidencia
la presión de ceder
el ruido escabroso del hemisferio sombrío
la disonancia al hacerse espiral
y tantas cosas olvidadas
consumidas ahora en la urgencia de dejarlo ir
con el flujo del aire, muy pronto hacia la nada,
pensamientos cohesionados en labores mecánicas funcionales
próximas al unísono activista que se oye:
Sigo aquí a contrasentido
junto a rostros descorazonados de hombres hechos para sufrir,
eludiendo montículos fétidos aparecidos
intentando ser elemental a quien tire monedas,
como si la vida idónea se realizara en hacer algo bello o perverso,
acariciar mis lamentaciones,
doblegarme hasta el descanso
como un niño que anhela ver este mundo
o como el viejo inconsciente
que duerme placentero esperando perecer resignado.
Pienso en todos los demás
lo hago de la forma más estúpida
lo sé porque también soy un ser estúpido,
con ganas de seguir engañándome
convertir lo que hago en ocurrencias
brillantes secuencias denodadas
para desconsolarme al desnudo
en un acto suicida de retorno,
confrontando con todo estado ecuánime
que siempre me deja sin ganas de vivir
en intensidad de zozobra
oculto en un escondite anacrónico
me hago de una idea descabellada sin ningún reparo
pronto levanto la voz
¡basta inverosímil!
simplemente es teoría
pero mis colores siguen muy altos
la luz no baja
los reflectores me devuelven a la vejez
y dejan traslucir mi temperamento
mis años adiestrándome en el arte renuente a volverme alguien vil
que se muerde la mano y mastica hierba
–la fuma hasta perforarse las costillas-
se arrodilla en posición de suplicar una maldita rutina
que al menos alimente el espíritu
y debilite sin remedio también mi espectro del albedrío,
razón más que suficiente para patear el puto tablero
encender la hoguera
y timar al primer sujeto que intente frotarse las manos
a expensas del fuego,
de mi fuego interior que no soporta más diatribas
más humillaciones.
Pienso en todos los demás,
mientras arrastro mi cuerpo por las calles que se ríen de mí
y yo me río como lunático de mi propia desgracia.
La miseria invade, demuele
la soledad parte el alma
martiriza al que todavía espera sin pretensiones, al soñador,
al espectador paciente
que finge ser uno más
se deslumbra por nimiedades
y se idiotiza con buenas costumbres
con solo verles la cara y oler lo que llevan puesto,
tiene esperanza en los ojos
jadeos de quien parece sediento de afecto…
Aún conservo síntomas de rebeldía
como un recaudo insospechado para no dejarme caer,
sentirme en el aislamiento enajenado de ruinas, raíces muertas
tapándome expresiones de mi semblante
impedir la naturalidad del respirar
adormecerme en el ángulo de una sombra
condescendiente a una sola circunstancia,
no saber que todo lo creado también se hace destructivo
en la misma medida estando aún de pie
soportando el daño alrededor
cuando se deja ver
sacudir las entrañas
desencajarse intencionadamente para dejarse inerme
expuesto a toda clase de formas por el hecho de sentirse abatido
luego ausente.
Muy pronto dejaremos de contar
¡Quién es, por Dios!
Yo que tanto amé
y perdí felicidad
por un muro interpuesto
una pieza destruida
sucumbir en un ciclo indefinido
amando a mujeres desaparecidas
y despidiéndome de hombres que yacen bajo tierra.
Pienso en todos los demás
antes que nada, gracias a su menosprecio
y el parlamento de toda esa hipocresía
que lava un rostro, lo hace ambiguo
sin expresiones
envuelto en flamas de un calor
profundamente culpable
inmensamente contenido.
Hay relámpagos, huyamos, tenemos que escondernos aquí, en esta casa en ruinas, en el mismo sótano habitado por roedores, padeciendo de persecución y hambre mientras nuestras cabezas se hunden en la oscuridad y el corazón se paralice en tanto el aliento se enrede en las telarañas aun cuando nadie lo sabe, todos los ignoran, ninguno sospecha, la vida sigue su curso natural, el fuego avanza imparable en el paralelo invisible, va devorando a su paso, consume años históricos de tanto que se hizo y ahora se desprende al aire en cenizas mortales.
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