Tiendo las manos en la tierra húmeda
me regocijo imaginando
el placer de antes
cerrar los ojos y padecer
lo que otros ya padecieron
fingiendo que respiran pétalos podridos
y sonríen encausados por la fluidez genuina
de aves trinando al paso prodigioso
mientras se piensa en la utopía de
soñar con cielos infinitos
seres que se pintan de cuerpo entero
en el nocturno tintineante
que enciende emociones
y rostros ocultos
que tocamos deslumbrados
cuando niños
y el río fluía junto al aguacero
de la forma que otros, solo
lo pudieron ver en páginas de historia
en remotas apariciones
que ahora deslumbran y contienen
cosas, detalles, piezas, especificaciones dúctiles que son, en suma
un estado suspicaz al primer tacto
al apagar todas las razones
y dejarse mermar de cabalidad
mientras los minutos devoran la avidez de querer demasiado pronto
para exagerar en debilidades consumadas
dejarse, someterse, tenderse a la intemperie
como si se estuviera naciendo de la nada
proliferando desde el umbral de la espiral
que agota mirar, ensoñando
obnubilado, ciego intempestivo
que clamó como un demente lúcido
fatigado como andante de trovador
que supo avergonzar y avergonzarse
en tanto todo seguía, el mundo seguía ensimismado
y la trama de existir iba desfragmentando
en horas de desacierto
todo lo que se pudo crear en un momento de felicidad
y se desbarató muy pronto, lapidario
cuando algo comienza a carcomerse
con olvidos y manías derivadas de ilusiones, espejismos,
que se desintegran y no son más
lo que el viento no se llevó consigo
dejándolo tirado allí
en medio de ninguna parte
para pensar que todo fue un intento
un paréntesis desquebrajado que nada pudo contener;
tierra otra vez
frío mientras se recuerda
y rostros cabizbajos, ensombrecidos de angustia
en tanto la noche persiste en anonimato y refugio
de lo que alguna vez fue y no será más…
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