jueves, agosto 27, 2020

BAJO MI PROPIA SOMBRA


Aquí acaba el mundo 
y comienza la eternidad.
En los cientos de kilómetros trajinados
por el territorio de un país en decadencia,
me siento afiebrado por incontables visiones del mundo, 
ardiendo bajo el sol de frustraciones,
mientras transpiro amargamente por lo que soy
y lo que todavía persiste alrededor.

Leo fascinado a escritores proscritos, 
y asimilo música elemental de eminentes clásicos,
Mozart habla a través de lo que siento,
me apacigua bajo mi propia sombra
hasta la torre de mis sentidos,
alucinando en un tiempo extraviado en la memoria
y que es persistente como un gran poder de anulación;
no necesito de este delirio para dejarme ir,
no más deseo de mi ubicación geográfica que no sea el mismo.

Pero esta realidad extensa
y causante de los fracasos que me dejó el tiempo,
me hiere con su arquitectura caótica,
me hiere la incapacidad estética de sus gustos
y sus itinerarios moralizadores.
Es como asfixiarme
en encadenadas prohibiciones;
a veces ya no puedo salir al frente
porque el oxígeno está viciado,
en el rincón más profundo 
en el ángulo expuesto que nadie hizo a su voluntad.
Me es imposible imaginar retratos, postales, descanso,
la forma de ser de quien ve y vive dando vueltas,
es una manifestación incisiva 
interpretando permanentemente el sentir de otro;
no lo puedo entender
me hace un hoyo en la cabeza,
no me resta fuerzas para nada más, 
de tanto caminar inquieto 
en sus amplios y rústicos pavimentos
me hago un monumento gris;
el gran desperdicio me deprime, 
me siento más solo que de costumbre,
señalado entre idiotas desconocidos, 
son tan patéticos como yo en este instante,
muero con ellos 
sangro con ellos
me diluyo con ellos
soy infeliz también como lo son ellos en sus jornadas,
tropezando con inmundicia, 
respirando su mismo aire nauseabundo,
acomodándome a más sandeces para no expresar que soy un extraño,
viendo y atendiendo la trivialidad de muchas vidas,
de la materia imperfecta que ya tiene forma de una roca
y se mueve como un molino de aspas heridas,
apenas, a casi nada,
dejándose al vivir por vivir del hombre sumiso,
vencido en cuestión de inmovilidad temporal,
haciendo de este lugar, indeseable,
la proyección de un mundo feo y atrofiado
ampliándose en más errores consumados 
en la línea del derecho a todo, 
sin cargo de conciencia, sin fragmentos de un mea culpa.

Aquí acaba el mundo
y se desestima cualquier rezago de esperanza.
Cada amanecer nos muestra el lado oscuro del ser humano,
las palabras convertidas en basura,
la tierra débilmente impulsada por el viento,
y el olor recalcitrante a mortandad.
Un ambiente denso me despoja de las últimas virtudes,
los rostros ante mí son más impactantes
tienen el color del esfuerzo que nunca descansa;
mirar es padecer,
hasta creo que este lugar siempre ha sido así,
vivir de esta manera,
sumando más conformidad al lado oculto de la moral,
un aliento de regocijo por la doctrina perversa,
vivir amando resignación en la miserable calamidad
de la peor obra razonable.
Ya mis pasos no pueden dar más, 
no tengo más razones desenvueltas para anhelar algo distinto,
estoy casi al límite y no hay salida,
se interpone un nuevo laberinto hasta lo poco que pueda sentir,
la creación de un mundo azul
con argumentos iluminados y un campo inmenso por descubrir,
maravillarse con el sentido ideal de un espacio propio,
corresponderse tal cual con su civilización.

Aquí acaba el mundo y lo demás es incertidumbre.
Me limito a rendirme ciego,
quiero creer en algo dotado de belleza, 
caminando lo suficiente,
sin percibirme cabizbajo en el espectro que anda conmigo,
mostrando mi claridad ante el inevitable crepúsculo,
para empezar una vez más,
respirando sin temor a nada,
sin escribir la historia con los ojos vendados,
ni con las manos puestas en la primera ambición.


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